Garzón no menciona la denuncia del confidente 'Cartagena' sobre los contactos con ETA

25-10-06



TERRORISMO ISLAMISTA / 'OPERACION NOVA'

Garzón no menciona la denuncia del confidente 'Cartagena' sobre los contactos con ETA


El juez reconoce que aún «no se ha podido identificar» a quien debía proporcionar los explosivos

MANUEL MARRACO

MADRID.- Todavía no se ha logrado identificar a una de las piezas esenciales para que la célula islamista desarticulada esta semana lograse volar la Audiencia Nacional: el hombre que iba a proporcionar los explosivos.

Así lo reconoce el juez Baltasar Garzón en un auto hecho público en la noche del sábado, en el que explica que se trata de «un ciudadano de etnia gitana [...] no identificado de momento» excepto por su nombre, «Antonio». Según el juez, se dedica al tráfico de armas y explosivos en la provincia de Almería.
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El líder de la célula, Mohamed Achraf, encargó al mauritano Kamara Birahima Diadie que obtuviera de Antonio «1.000 kilogramos de explosivo (Goma 2)». Según el relato judicial, ese contacto no se había producido todavía, aunque sí iba a tener lugar de forma «urgente».

El juez omite en su auto de 14 páginas las información proporcionada por el confidente Cartagena -que permitieron la operación Nova- sobre las conexiones entre los islamistas y ETA. En su declaración policial a mediados de julio, Cartagena aseguró que el líder de la célula afirmaba haber contactado con un miembro de ETA, que a su vez le había proporcionado varios número de teléfono por si necesitaba colaboración para atentar contra la Audiencia.

El etarra al que se refería era Rego Vidal, encarcelado por intentar asesinar al Rey durante el verano de 1995 y que, según el testigo protegido, había mostrado también su interés por atentar contra los mismos jueces.

El magistrado destaca que en el registro de la celda de uno de los implicados, Abdelkrim Beresmail, se encontró el resguardo de un giro postal que le había enviado el 6 de marzo el argelino Allekema Lamari, líder de la célula del 11-M. En este punto, el juez tampoco considera relevante dejar constancia en el auto de que la agenda de Beresmail incluía los teléfonos de dos etarras: Henry Parot, autor del atentado contra la casa cuartel de Zaragoza, y Harriet Iragi , condenado por tres asesinatos.

En su auto, el juez ordena el ingreso en prisión incondicional de 17 de los 18 supuestos miembros de esta célula, y mantiene la situación de detención judicial del confidente del CNI arrestado en la operación. Además, ordena la busca y captura internacional de otros siete.

La orden ya estaba dada

La célula autodenominada «Mártires por Marruecos» iba a atentar contra la Audiencia de manera urgente empotrando un camión con al menos media tonelada de Goma 2. El ataque era factible, ya que el propio Achraf había comprobado que la Audiencia «carecía de protección adecuada» contra ese tipo de atentado. La orden, dice Garzón, ya había sido dada por Achraf, que también había explicado a los miembros de la célula que «no importaba» el coste económico de la operación. El juez atribuye una verosimilitud «absoluta» a la inminencia de ese ataque contra la sede judicial.

El técnico

Los contactos con la persona que debía preparar el camión bomba ya se habían producido. Se trata de un ciudadano palestino conocido como Salim, de quien el juez explica que es «especialista en electrónica» y que, «al parecer», reside en Suiza, al igual que Achraf. En una conversación telefónica con éste, Salim le pide «que rece por él para que Dios le permita ser mártir lo antes posible y Alá le ayude para hacer un buen robo a los infieles para los hermanos de Argelia que lo necesitan».

Al menos tres suicidas

Del relato del juez se desprende que al menos tres miembros de la célula tenían previsto inmolarse.El propio Achraf «tenía decidido ser uno de los mártires» junto con uno de sus «más fieles seguidores», Djamel Merabet, detenido el pasado lunes en Málaga. Un tercer mártir sería Mokhatar Siah, alias Jelloul, arrestado en Gandía (Valencia). Este era un hombre de confianza de Achraf y por orden suya aguardaba en la localidad valenciana «hasta el momento de participar en el atentado como mártir».

Dos grupos que se unen

Al tiempo que Achraf captaba a posibles colaboradores en las prisiones españolas, otros miembros del GIA (Grupo Islámico Armado) que se encontraban encarcelados «realizaban una labor similar de proselitismo y captación de personas». Los miembros del GIA mantuvieron contactos con el grupo de Achraf, lo que a juicio de Garzón demuestra «la fusión en un sólo grupo salafista».

Delincuentes comunes

«El núcleo de reclutamiento se centra en personas condenadas por delitos comunes»: «existe una conversión o transformación de personas integradas en redes delincuenciales comunes en directos implicados en actuaciones terroristas». La primera afirmación la sostiene Garzón en su auto del sábado.La segunda la expuso su colega de la Audiencia Nacional Juan del Olmo el pasado mes de julio en un auto sobre los integrantes de la célula del 11-M.

Los jueces que instruyen las investigaciones más importantes sobre el terrorismo islamista en España han percibido los vínculos entre la delincuencia común y el terrorismo islamista, unos vínculos que exigen, según Del Olmo, «no abandonar el análisis de este tipo de relaciones previas». Según Garzón, «una actuación anticipada» de las Fuerzas de Seguridad.

En el caso de la célula islamista desarticulada esta semana, el juez explica que los captadores se acercaban a los presos comunes ofreciéndoles una visión extremista del islam «como medio de expiación de sus pecados anteriores [para] sacarlos de un modo de vida y conferirles la purificación a través del martirio».

Las «rendijas» de prisiones

«En el relato de los hechos se comprueba como, aprovechando las rendijas y zonas libres de control del sistema penitenciario, han conseguido armar un grupo amplio de personas dispuestas a cometer acciones terroristas de forma inmediata, a medio o a largo plazo».

Con estas palabras, el juez Garzón advierte de la relativa facilidad que los islamistas han encontrado en las cárceles españolas para mantener unos contactos fluidos que les han permitido organizar células terroristas.

Además, señala que se ha constatado la dificultad de persecución de este tipo de delitos «si no es con una coordinación absoluta» entre todos los servicios policiales y de inteligencia. Una coordinación, subraya, que «debe extenderse también a Instituciones Penitenciarias».La razón está clara: la cárcel, «una vez más, se ha desvelado como el lugar donde se planean y diseñan acciones criminales».

En el caso del grupo desarticulado, el auto afirma que «se ha ido estructurando a lo largo de estos años aprovechando la coincidencia en las prisiones, especialmente la de Topas (Salamanca)». Quien seleccionaba a los miembros era Achraf, «que los recibía una vez salían en libertad, [...] con el fin de que el espíritu de radicalidad y unidad [...] permaneciera hasta el momento oportuno en que fueran requeridos para la misión».

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