Arafat
Cuando la muerte llama a la puerta los secretos guardados en vida no sirven para nada, sobre todo cuando hay “herederos” dispuestos a echar manos del caudal hereditario del finado.
Durante décadas los periodistas del pesebre, los progres de la nada nos han transmitido la idea romántica de un luchador por su pueblo, hasta tal punto que a él mismo le han hecho creer que es el padre de la patria palestina.
La realidad la sacan sus herederos en la busca de sus despojos, cifrados en cientos de millones de Euros. Si la herencia de un político es el dinero es que sólo tiene un apellido: CORRUPCIÓN. Es la gran verdad de Arafat. La creación de un Estado reglado le hubiera impedido seguir con su manejo, con su latrocinio. Prefirió la miseria de sus compatriotas; en ella era fácil la manipulación y la creación de “su” arsenal en forma de adolescentes suicidas, viudas pobres y de fanáticos “bendecidos por Alá”. Entre la creación de un Estado y la Miseria prefirió la Miseria. Entre la Paz y la Guerra, eligió la Guerra. En el 2.000, en Camp Davis pudo tocar con sus dedos los anhelos de la mayoría de los palestinos, pero optó por la muerte en forma de “intifada”, que supongo que para él será otra forma de liberación de sus súbditos.
La herencia de Arafat es la corrupción, la muerte por mantenerla y las cuentas corrientes por las que se pelean la bruja de su mujer y los compañeros de viaje. Es ahora cuando sale a luz lo que muchos llevamos viendo y diciendo desde hace mucho tiempo.
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