Lamari enviaba cada mes dinero a su 'número 2' ocultando su identidad
08-11-04
CRONICA DE LA SEMANA
Lamari enviaba cada mes dinero a su 'número 2' ocultando su identidad
Mantenía asiduo contacto con Beresmail mientras éste se relacionaba «casi con exclusividad» con presos etarras / Los nombres de Parot e Iragi figuraban en su agenda además de en el papel hallado en su bolsillo
CASIMIRO GARCIA-ABADILLO
CRONICA DE LA SEMANA
Lamari enviaba cada mes dinero a su 'número 2' ocultando su identidad
Mantenía asiduo contacto con Beresmail mientras éste se relacionaba «casi con exclusividad» con presos etarras / Los nombres de Parot e Iragi figuraban en su agenda además de en el papel hallado en su bolsillo
CASIMIRO GARCIA-ABADILLO
Para los altos mandos de la Policía, así como de la Guardia Civil y los cargos del Ministerio del Interior que participaron en las reuniones de la célula de crisis que se constituyó tras el atentado del 11 de Marzo, la insistencia por parte del CNI (Centro Nacional de Inteligencia) en la búsqueda de Allekema Lamari se llegó a convertir en una machacona cantinela.
(.../...)
Los agentes de la UCIE (la unidad especializada en terrorismo islamista) avanzaban con paso firme en la investigación de la autoría de la masacre apoyados en el filón de las tarjetas telefónicas.Uno tras otro iban cayendo elementos relacionados con el atentado.Sin embargo, para desesperación de los servicios secretos, el argelino Lamari no aparecía por ninguna parte.
Pese a todo, el CNI seguía insistiendo y tenía buenas razones para pensar que el miembro del Grupo Islámico Armado (GIA) detenido en la operación Appreciatte, en abril de 1997 e irregularmente puesto en libertad por la Audiencia Nacional en junio de 2002, podía ser el hombre clave del comando que asesinó a 192 personas y causó heridas a más de 1600 cuando viajaban en trenes de cercanías hacia Madrid en la mañana del 11 de marzo de 2004.
Las fuentes del CNI habían detectado la presencia de Lamari, tras su salida de la cárcel de A Lama (Pontevedra), en Tudela y después en Valencia.
Pero es más, un colaborador de los servicios secretos había proporcionado un dato muy relevante: durante un tiempo Lamari estuvo compartiendo una vivienda en Valencia con Salahedin Benyaich, que sería después detenido en el verano de 2003 en Marruecos acusado de participar en los atentados del mes de mayo de ese mismo año en Casablanca y que costaron la vida a 45 personas (cuatro de ellas españolas).
El marroquí era conocido entre los radicales fundamentalistas por su sobrenombre, Abu Mughen y tenía una bien ganada reputación como mujahidin.
Abu Mughen había dirigido un campamento terrorista en Bosnia y en la lucha contra los soldados serbios fue herido de bala en un ojo. En 1999 la UCIE detectó su presencia en Madrid. Su amigo Abu Dahdah (jefe de la célula de Al Qaeda en España y detenido por orden del juez Garzón en noviembre de 2001) le prestó ayuda y dinero para que fuera intervenido en la Clínica de la Concepción.
Una vez recuperado, Abu Mughen volvió a la lucha contra los infieles y se marchó a Rusia.
En el registro que llevó a cabo la policía en el domicilio de Abu Dahdah se descubrió un video titulado La Jihad Islámica en Gaguestán, en la que puede verse a Abu Mughen con un parche en el ojo dirigiendo un pelotón de mujahidines. En la cinta también aparece su hermano, Abdelaziz Benyaich, que en junio de 2003 sería detenido por la Policía española en Algeciras en virtud de una orden de detención internacional emitida por Marruecos en la que se le acusaba de la compra de un lanzagranadas RPG y de haber ayudado financieramente a Robert Richard Antoine Pierre (Abu Abderraman), uno de los cerebros de los atentados de Casablanca.La cinta en la que aparecían los hermanos Benyaich había sido remitida por la Policía rusa a la UCIE y a todas la unidades antiterroristas europeas porque en ella queda constancia del trato absolutamente inhumano que los fundamentalistas daban a los soldados rusos una vez que estos caían en sus manos. La unidad rusa de antiterrorismo islámico cree que Abu Mughen estuvo relacionado también con el asalto de un grupo de terroristas chechenos al teatro Dubrovka de Moscú, llevado a cabo el 23 de octubre de 2002 y que concluyó con la muerte de 169 personas. Otra copia del video de Daguestán fue encontrada por la UCIE en el registro que se llevó a cabo en casa de Jamal Zougham (Jamal, el de Tánger, como le llamaba Abu Dahdah) en el curso de la operación Dátil.Zougham, propietario del locutorio Nuevo Siglo, sito en Lavapiés, no fue detenido.
En octubre de 2003, el CNI tenía constancia no sólo de que Lamari había convivido con Abu Mughen en Valencia, sino de que estaba preparando un cruento atentado. De nuevo, uno de los contactos de los servicios secretos había pasado información de que el argelino estaba «lleno de odio hacia España» y quería dejar su huella con una venganza sangrienta.
Al colocar el foco sobre Lamari, numerosas pistas fueron apareciendo.El CNI descubrió otro dato muy importante: que el argelino había mantenido una fluida relación con Abu Dahdah tras su salida de prisión, contacto que se mantuvo incluso después de que el sirio fuera detenido en la operación Dátil.
Pero Lamari seguía sin aparecer. Ni El Tunecino, ni Mohamed El Egipcio, ni ninguno de los implicados en el atentado de Madrid había contactado con él en los días previos ni inmediatamente posteriores al 11-M, según se desprendía de los seguimientos de las tarjetas telefónicas.
Sin embargo, los servicios secretos descubrieron que Lamari se movía con absoluta cautela y que nunca utilizaba teléfonos móviles para contactar con sus hermanos islamistas.
El argelino siempre recurría a cabinas telefónicas y por ello su rastro nunca apareció en el seguimiento de las tarjetas. Lamari se comportaba con la mentalidad de un elemento clandestino.
Cambiaba de vivienda con frecuencia. Siempre iba acompañado de su conductor y escolta Mohamed Afalah (actualmente en busca y captura por su participación en el atentado del 11-M) y adoptaba estrictas medidas de seguridad.
Un ejemplo pone de relieve su cautela a la hora de actuar. La Policía ha descubierto que Lamari transfirió 150 euros unos días antes del 11-M a su compañero del GIA Abdelkrim Beresmail, preso en la cárcel de Villabona.
Pues bien, según se ha sabido, ése no fue el único envío que realizó Lamari a su lugarteniente. Cada mes le mandaba una cantidad de dinero, pero siempre desde un lugar distinto y con diferente nombre.
Cuando la Policía Científica reconstruyó el video encontrado en el piso de Leganés en el que se ve a tres terroristas lanzando un mensaje aterrador, el CNI sospechó que el encapuchado que aparece en el centro, el considerado como emir del comando, era Alekema Lamari, cuyos restos quedaron esparcidos por la piscina situada en el jardin del inmueble de la calle Martín Gaite.
A mediados de abril, la Comisaría General de Información requirió al juez Del Olmo para que se instase a la policía argelina a que realizara pruebas de ADN a algún familiar directo de Lamari en aquel país.
Los argelinos tardaron cinco meses en comunicar los resultados de su investigación. Pero, al final, efectivamente, el séptimo suicida de Leganés era Alekema Lamari, el hombre al que el CNI consideró ya en un informe remitido al Gobierno en el mañana del 16 de marzo de 2004 como «inspirador y ejecutor» de los atentados de Madrid.
Ese dato pone de manifiesto varios hechos importantes. El primero de ellos es que los terroristas del GIA han actuado de común acuerdo con los miembros del Grupo Islámico Combatiente Marroquí (al que pertenecen Abu Maghen; Jamal Zougham amigo íntimo de los hermanos Benyaich, y Mustapha Al-Mauymouny, detenido en Marruecos y cuñado de El Tunecino). Que Abu Dahdah ha mantenido relación desde la cárcel con miembros destacados del comando que llevó a cabo el 11-M y que, por tanto, no sería descartable su participación en él como instigador del mismo.
Y, por último, que el jefe del comando, Alekema Lamari, mantuvo siempre contacto con su lugarteniente Beresmail, preso en la cárcel de Villabona, donde coincidieron Rafá Zouhier y Antonio Toro y en la que el argelino estrechó lazos de amistad con algunos miembros de ETA.
Los servicios secretos conocían su vinculación con el etarra Igarartundi Peñagaritano, ya que sus hombres tenían puntual información de las continuadas denuncias de los funcionarios de la cárcel asturiana.
Cuando hace un par de semanas los agentes de la policía resistraron su celda en el curso de la operación Nova, dirigida por el juez Garzón, no sólo descubrieron en su bolsillo un papel con los nombres de los etarras Henry Parot (por cierto, de origen argelino) y Harriet Iragi, sino que encontraron esos mismos nombres en su agenda personal, en la que figuraba la dirección y el distrito postal de la prisión de Córdoba, donde se encuentran recluidos los dos etarrras.
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Los agentes de la UCIE (la unidad especializada en terrorismo islamista) avanzaban con paso firme en la investigación de la autoría de la masacre apoyados en el filón de las tarjetas telefónicas.Uno tras otro iban cayendo elementos relacionados con el atentado.Sin embargo, para desesperación de los servicios secretos, el argelino Lamari no aparecía por ninguna parte.
Pese a todo, el CNI seguía insistiendo y tenía buenas razones para pensar que el miembro del Grupo Islámico Armado (GIA) detenido en la operación Appreciatte, en abril de 1997 e irregularmente puesto en libertad por la Audiencia Nacional en junio de 2002, podía ser el hombre clave del comando que asesinó a 192 personas y causó heridas a más de 1600 cuando viajaban en trenes de cercanías hacia Madrid en la mañana del 11 de marzo de 2004.
Las fuentes del CNI habían detectado la presencia de Lamari, tras su salida de la cárcel de A Lama (Pontevedra), en Tudela y después en Valencia.
Pero es más, un colaborador de los servicios secretos había proporcionado un dato muy relevante: durante un tiempo Lamari estuvo compartiendo una vivienda en Valencia con Salahedin Benyaich, que sería después detenido en el verano de 2003 en Marruecos acusado de participar en los atentados del mes de mayo de ese mismo año en Casablanca y que costaron la vida a 45 personas (cuatro de ellas españolas).
El marroquí era conocido entre los radicales fundamentalistas por su sobrenombre, Abu Mughen y tenía una bien ganada reputación como mujahidin.
Abu Mughen había dirigido un campamento terrorista en Bosnia y en la lucha contra los soldados serbios fue herido de bala en un ojo. En 1999 la UCIE detectó su presencia en Madrid. Su amigo Abu Dahdah (jefe de la célula de Al Qaeda en España y detenido por orden del juez Garzón en noviembre de 2001) le prestó ayuda y dinero para que fuera intervenido en la Clínica de la Concepción.
Una vez recuperado, Abu Mughen volvió a la lucha contra los infieles y se marchó a Rusia.
En el registro que llevó a cabo la policía en el domicilio de Abu Dahdah se descubrió un video titulado La Jihad Islámica en Gaguestán, en la que puede verse a Abu Mughen con un parche en el ojo dirigiendo un pelotón de mujahidines. En la cinta también aparece su hermano, Abdelaziz Benyaich, que en junio de 2003 sería detenido por la Policía española en Algeciras en virtud de una orden de detención internacional emitida por Marruecos en la que se le acusaba de la compra de un lanzagranadas RPG y de haber ayudado financieramente a Robert Richard Antoine Pierre (Abu Abderraman), uno de los cerebros de los atentados de Casablanca.La cinta en la que aparecían los hermanos Benyaich había sido remitida por la Policía rusa a la UCIE y a todas la unidades antiterroristas europeas porque en ella queda constancia del trato absolutamente inhumano que los fundamentalistas daban a los soldados rusos una vez que estos caían en sus manos. La unidad rusa de antiterrorismo islámico cree que Abu Mughen estuvo relacionado también con el asalto de un grupo de terroristas chechenos al teatro Dubrovka de Moscú, llevado a cabo el 23 de octubre de 2002 y que concluyó con la muerte de 169 personas. Otra copia del video de Daguestán fue encontrada por la UCIE en el registro que se llevó a cabo en casa de Jamal Zougham (Jamal, el de Tánger, como le llamaba Abu Dahdah) en el curso de la operación Dátil.Zougham, propietario del locutorio Nuevo Siglo, sito en Lavapiés, no fue detenido.
En octubre de 2003, el CNI tenía constancia no sólo de que Lamari había convivido con Abu Mughen en Valencia, sino de que estaba preparando un cruento atentado. De nuevo, uno de los contactos de los servicios secretos había pasado información de que el argelino estaba «lleno de odio hacia España» y quería dejar su huella con una venganza sangrienta.
Al colocar el foco sobre Lamari, numerosas pistas fueron apareciendo.El CNI descubrió otro dato muy importante: que el argelino había mantenido una fluida relación con Abu Dahdah tras su salida de prisión, contacto que se mantuvo incluso después de que el sirio fuera detenido en la operación Dátil.
Pero Lamari seguía sin aparecer. Ni El Tunecino, ni Mohamed El Egipcio, ni ninguno de los implicados en el atentado de Madrid había contactado con él en los días previos ni inmediatamente posteriores al 11-M, según se desprendía de los seguimientos de las tarjetas telefónicas.
Sin embargo, los servicios secretos descubrieron que Lamari se movía con absoluta cautela y que nunca utilizaba teléfonos móviles para contactar con sus hermanos islamistas.
El argelino siempre recurría a cabinas telefónicas y por ello su rastro nunca apareció en el seguimiento de las tarjetas. Lamari se comportaba con la mentalidad de un elemento clandestino.
Cambiaba de vivienda con frecuencia. Siempre iba acompañado de su conductor y escolta Mohamed Afalah (actualmente en busca y captura por su participación en el atentado del 11-M) y adoptaba estrictas medidas de seguridad.
Un ejemplo pone de relieve su cautela a la hora de actuar. La Policía ha descubierto que Lamari transfirió 150 euros unos días antes del 11-M a su compañero del GIA Abdelkrim Beresmail, preso en la cárcel de Villabona.
Pues bien, según se ha sabido, ése no fue el único envío que realizó Lamari a su lugarteniente. Cada mes le mandaba una cantidad de dinero, pero siempre desde un lugar distinto y con diferente nombre.
Cuando la Policía Científica reconstruyó el video encontrado en el piso de Leganés en el que se ve a tres terroristas lanzando un mensaje aterrador, el CNI sospechó que el encapuchado que aparece en el centro, el considerado como emir del comando, era Alekema Lamari, cuyos restos quedaron esparcidos por la piscina situada en el jardin del inmueble de la calle Martín Gaite.
A mediados de abril, la Comisaría General de Información requirió al juez Del Olmo para que se instase a la policía argelina a que realizara pruebas de ADN a algún familiar directo de Lamari en aquel país.
Los argelinos tardaron cinco meses en comunicar los resultados de su investigación. Pero, al final, efectivamente, el séptimo suicida de Leganés era Alekema Lamari, el hombre al que el CNI consideró ya en un informe remitido al Gobierno en el mañana del 16 de marzo de 2004 como «inspirador y ejecutor» de los atentados de Madrid.
Ese dato pone de manifiesto varios hechos importantes. El primero de ellos es que los terroristas del GIA han actuado de común acuerdo con los miembros del Grupo Islámico Combatiente Marroquí (al que pertenecen Abu Maghen; Jamal Zougham amigo íntimo de los hermanos Benyaich, y Mustapha Al-Mauymouny, detenido en Marruecos y cuñado de El Tunecino). Que Abu Dahdah ha mantenido relación desde la cárcel con miembros destacados del comando que llevó a cabo el 11-M y que, por tanto, no sería descartable su participación en él como instigador del mismo.
Y, por último, que el jefe del comando, Alekema Lamari, mantuvo siempre contacto con su lugarteniente Beresmail, preso en la cárcel de Villabona, donde coincidieron Rafá Zouhier y Antonio Toro y en la que el argelino estrechó lazos de amistad con algunos miembros de ETA.
Los servicios secretos conocían su vinculación con el etarra Igarartundi Peñagaritano, ya que sus hombres tenían puntual información de las continuadas denuncias de los funcionarios de la cárcel asturiana.
Cuando hace un par de semanas los agentes de la policía resistraron su celda en el curso de la operación Nova, dirigida por el juez Garzón, no sólo descubrieron en su bolsillo un papel con los nombres de los etarras Henry Parot (por cierto, de origen argelino) y Harriet Iragi, sino que encontraron esos mismos nombres en su agenda personal, en la que figuraba la dirección y el distrito postal de la prisión de Córdoba, donde se encuentran recluidos los dos etarrras.
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