Victoria Prego: Caza de zorros.

08-05-07





PREGUERIAS

Caza de zorros

VICTORIA PREGO

Incógnita despejada. La sorpresa con que fue recibida el viernes pasado la estelar intervención del talibán que decía saberlo todo sobre el 11-M y sus autores, fue sustituida ayer por la intensa impresión de que el individuo era, esencialmente, un embaucador con un objetivo que él mismo acabó de descubrir, quizá víctima del agotamiento. El interrogatorio al que fue sometido por uno de los letrados de las acusaciones, Gonzalo Boye, logró desnudar las zonas débiles de su posición. Fue una retahíla de preguntas cortas, cortantes, seguidas, sin tiempo para el resuello, muy concretas, que no le dieron opción a hacer literatura y que demostraban que el abogado había estado trabajando el fin de semana hasta la extenuación. Fue acosándole sin piedad, con técnica de cazador, mientras el inteligentísimo zorro intentaba escapar de su perseguidor haciendo unos requiebros que, fatalmente, acabaron conduciéndole hacia el cepo del descrédito. El testigo cometió varios errores y contradicciones y remató respondiendo con un inaudito «sí, así es» a la ultima pregunta de Boye: «¿Todo eso se lo han explicado este fin de semana?». (.../...)


Pero, sobre todo, aquel hombre declaró algo que debilitó en un segundo el conjunto de su declaración. Dijo: «Yo me considero comprometido en la defensa de esta causa». La causa de lo que, como ya había explicado, él llama resistencia y nosotros llamamos terrorismo. Y encima, y para que no nos cupiera duda de su auténtico objetivo, resumió a modo de veredicto: «Todos los aquí procesados, salvo los de la trama de Asturias» son inocentes. Y salvo los confidentes, claro, que son culpables de haberlo montado todo porque para eso son confidentes y para eso el testigo está aquí: para «defender la causa». Pieza.

Culminada esa batida, se inició la siguiente, ésta contra 'El Egipcio'. Testificaba el inspector de la policía antiterrorista italiana que grabó las conversaciones en las que el procesado dijo haber ideado el 11-M. La declaración del policía rebosó de datos y precisiones sobrecogedoras y resultó impactante. Fue después de oírle cuando asistimos a un largo e intenso duelo entre el jefe policial y el defensor del acusado. Endika Zulueta intentó incansablemente que quedara en la sala la impresión de que su defendido era en realidad un fantasioso fanfarrón que nada tenía que ver con la matanza de Madrid. Se ganó ampliamente el sueldo, desde luego. Pero lo que habíamos escuchado del policía italiano a propósito de El Egipcio era una losa demasiado pesada como para que los certeros golpes del martinete del letrado lograran desintegrar la mole de fanatismo y violencia que nos acababan de presentar. Pieza.


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