Bien, de acuerdo, nos habéis convencido: que Zapatero se comporte con ETA como lo hizo Aznar

3-12-06



CARTA DEL DIRECTOR

Bien, de acuerdo, nos habéis convencido: que Zapatero se comporte con ETA como lo hizo Aznar


PEDRO J. RAMIREZ

Mi primera reacción fue de estupor. ¿Cómo era posible que el feroz dóberman se hubiera transformado de repente en apocado caniche, que el inflexible halcón hubiera mutado en tierna paloma de la paz, ansiosa de consumar su rendición? Nadie iba a creer al PSOE si, contradiciendo sus propios estereotipos propagandísticos, se empeñaba en intentar demostrar ahora que el pie del que Aznar cojeaba en sus relaciones con ETA era el de la debilidad y la blandenguería.

A medida que comencé a ver el vídeo el estupor fue mutando en indignación ante la flagrante manipulación de hechos cuya verdadera fachada está a disposición de cualquiera en las hemerotecas y a cuya trastienda tuvimos un muy especial acceso quienes dirigíamos hace ocho años los principales periódicos españoles. Es cierto, como ha subrayado Zapatero, que todo lo que sale en la producción socialista sucedió, pero la película sólo incluye una pequeña parte -y no precisamente la más relevante- de los hechos que caracterizaron aquellos 14 meses de tregua comprendidos entre septiembre del 98 y noviembre del 99.

Cuando se dice que no hay mayor mentira que una verdad a medias, se soslaya que puede haber una verdad a tercias o una verdad a sextas. En este caso las omisiones son tantas y de tal envergadura que ni siquiera se alcanza esa proporción.
(.../...)

El vídeo del PSOE oculta que aquella tregua no fue acordada con Aznar sino con el PNV y EA a modo de codicilo secreto del Pacto de Lizarra, desvelado por EL MUNDO los días 27 y 28 del tal septiembre del 98: a cambio del silencio de las pistolas, los nacionalistas se comprometían a excluir a los partidos españoles de las instituciones vascas y a emprender la vía rupturista hacia la autodeterminación.

El vídeo del PSOE oculta que el anuncio unilateral del 16 de septiembre por parte de ETA le pilló a Aznar completamente desprevenido en Perú, que tras las pertinentes conversaciones telefónicas e intercambio de faxes con su ministro del Interior, Mayor Oreja, ambos convinieron en descalificar la iniciativa como una «gran trampa» y que sólo tras la reacción de la prensa del día siguiente, cuando EL MUNDO les reprochó que parecían «don Cicuta y don Vinagre» y el Marca tituló a toda página «Hoy ganamos todos», se avinieron a explorar las posibilidades abiertas por la banda.

El vídeo del PSOE oculta que, a pesar de que incurriera en el grave error -que yo aplaudí entonces- de referirse al entorno de ETA como «Movimiento Vasco de Liberación», a Aznar en ningún momento se le pasó por la cabeza abrir una negociación política con los terroristas y menos aún prestarse a la menor modificación del marco jurídico del País Vasco. Es obvio que cuando él hablaba de «generosidad» se refería exclusivamente a medidas legales para la reinserción de presos y exilados.

El vídeo del PSOE oculta que las decisiones de aquel Gobierno en materia de acercamiento de presos, siendo meras opciones de política penitenciaria tan legítimas como reversibles, fueron siempre muy por detrás de lo que solicitábamos tanto la oposición parlamentaria como los principales medios de comunicación. Baste como prueba de ello la reproducción de una de mis conversaciones de esa época con Aznar y su portavoz Piqué, tal y como quedó incluida en el libro El Desquite:

«Por cierto, que en ese asunto no me gusta nada lo que dice EL MUNDO», alegó el entonces jefe del Gobierno. «Me refiero al editorial del otro día pidiendo nuevos pasos en política penitenciaria. Todo eso que a vosotros os gusta tanto del acercamiento de presos». Yo le repliqué: «Bueno, presidente, es lo que pensamos... Y lo que ha acordado casi por unanimidad el Parlamento». A lo que Piqué opuso, obviamente, la voz de su amo: «Pero habéis coincidido con Almunia y eso es malo».

El vídeo del PSOE oculta que hasta tal punto el Estado nunca estuvo en tregua durante aquel periodo, que pocos meses después de la frustrante reunión de Suiza en la que se constató que ETA no tenía el menor propósito de renunciar a la violencia si no era a cambio de una negociación política, la policía francesa detuvo por indicación del Gobierno español a Belén González Peñalva alias Carmen que a la sazón había sido uno de los tres interlocutores de la banda. El día que se conoció la noticia coincidía con la fiesta del décimo aniversario de EL MUNDO. El comentario de Iñaki Anasagasti fue de indignación: «¿Tú te imaginas que en Colombia, en plena negociación con la guerrilla, el presidente Pastrana detuviera a Tirofijo?» El del Secretario de Estado Ricardo Martí Fluxá fue de contrariedad: «¡Qué putada!» El que me hizo José María Aznar en un aparte, aún más escueto y expresivo: «¡Cojonudo!»

El vídeo del PSOE oculta que las más notorias excarcelaciones de etarras y asimilados que tuvieron lugar durante aquella tregua, las de los miembros de la Mesa Nacional de HB, no sólo no fueron fruto de ninguna gestión del Ejecutivo o del Ministerio Público, sino que llevaron a Aznar a pronunciar las más duras palabras sobre un órgano del Estado como el Tribunal Constitucional que yo he escuchado nunca a un presidente del Gobierno. Así constan en El Desquite: «Fue una catástrofe para este país. Buscaron primero un argumento para ponerlos en la calle y, cuando no lo encontraron, pues buscaron otro... Han hecho un daño enorme al proceso de paz. La realidad es que los magistrados del Constitucional cada vez son peores. Ni siquiera son capaces de estar a la altura que se requiere en los cinco o seis temas que se les ha dicho que son claves para España». De igual manera que nadie podrá poner estos comentarios como ejemplo de respeto a la separación de poderes, tampoco será fácil alegar que su autor estaba buscando la forma de hacer concesiones a ETA.

El vídeo del PSOE oculta sin rubor -y éste es el apartado en el que más se nota que ni Zapatero ni su productor ejecutivo José Blanco estaban en esa época en Ferraz- cuáles fueron sus propias exigencias para apoyar las gestiones del Gobierno durante aquella tregua. Exigencias tan poco altruistas o relacionadas con el interés general como el indulto para Barrionuevo y Vera, primero; y el cortocircuito a través de la Fiscalía del último intento de Garzón de imputar penalmente a González en los sumarios de los GAL, después. Tras el aquelarre felipista en que se convirtió el ingreso en la cárcel de Guadalajara sólo seis días antes del anuncio de ETA, tanto Almunia en La Moncloa como Belloch y Rubalcaba en las reuniones de Interior vincularon con mayor o menor sutileza la actitud de su partido ante la tregua a la excarcelación de sus dos compañeros. Como de costumbre el que lo dijo en voz alta fue el bocazas de Ibarra, tras una de sus visitas a quienes se hacía pasar por presos políticos: «Podemos demostrar que el PSOE tiene mucho peso en la sociedad. Son muchos votos para poder ayudar a que las cosas vayan en paz o para poder obstaculizar. Sin nosotros el proceso de paz no tira, no funciona».

Y si eso ocurrió en el otoño del 98 -una condena a 10 años por secuestro quedó saldada con 105 días de prisión- no menos esencial fue lo que pasó un año después, cuando ya en la recta final de la tregua los fiscales Cardenal y Fungairiño se desmarcaron benévolamente de las tesis acusatorias de la exposición motivada de Garzón, basadas tanto en la llamada Acta Fundacional de los GAL como en la interpretación de que la alusión manuscrita «Pte» del jefe del CESID quería decir «Presidente» y no «pendiente». Evitaron así el casus belli de que el Supremo empitonara a González.

Pero una vez dicho y digerido todo esto debo añadir que, poco a poco, he ido pasando de ese estupor inicial y esa creciente indignación bien documentada a la intuición de que el vídeo del PSOE puede terminar convirtiéndose en una bendición disfrazada, en la medida en que a fin de cuentas está sirviendo para convertir la conducta de Aznar durante aquella tregua en la pauta de referencia de lo que puede e incluso debe hacer ahora Zapatero. Porque, claro, eso significa asumir también los límites que él se autoimpuso y tomarle igualmente como ejemplo en su forma de lidiar con la ETA que rompió el alto el fuego y reanudó los atentados.

Si ése es el trato, a mí desde luego me salen las cuentas. Estoy completamente de acuerdo con que Zapatero hable de «Movimiento Vasco de Liberación Nacional», traslade a la Península a todos los presos etarras que estén en cárceles de las islas, acerque a unos cuantos a prisiones del País Vasco o sus alrededores y envíe a Miguel Barroso, José Enrique Serrano y Antonio Camacho a parlamentar en Suiza con ETA -e incluso le alabaría el gusto si en lugar de monseñor Uriarte el papel de notario lo desempeñara uno de esos especialistas en mediaciones internacionales del centro Henri Dunant-, siempre y cuando desaparezcan de la agenda la autodeterminación, Navarra y la mesa de partidos. O sea, pleno respaldo a Zapatero para que haga lo mismo que Aznar. ¿Dónde hay que firmar?

Así como Aznar nunca reconocerá que él se equivocó en relación a Irak y que éramos los opuestos a la invasión quienes llevábamos razón, a mí no me duelen prendas en admitir y reiterar que los hechos demostraron que su primera apreciación sobre la «tregua-trampa» de ETA había sido la correcta y que los medios más partidarios de la negociación nos habíamos dejado llevar por un ingenuo voluntarismo. Yo cené con él en La Moncloa la noche del sábado 27 de noviembre de 1999 en la que ETA anunció que reanudaría los atentados y volví a hacerlo el lunes 29 cuando, tal y como venía haciendo desde el inicio de la tregua, nos convocó a los directores de los principales periódicos para evaluar la situación. Pongo a mis colegas Ceberio, Juan Tapia y Zarzalejos por testigos de que, matiz arriba, matiz abajo, todos compartimos su balance y su diagnóstico. Repasarlo hoy, siete años y cuatro días después, puede ser de gran utilidad para Zapatero:

«Autoricé una reunión con el entorno de ETA y se celebró esa reunión. Quedó fijado un segundo encuentro, pero ellos lo cancelaron. Autoricé una reunión directamente con ETA y envié a ella a mis representantes más cualificados. Quedó fijado un segundo encuentro y de nuevo ellos lo cancelaron. La verdad es que nunca pensé que esta tregua pudiera dar paso a una situación estable distinta de la que hemos vivido todos estos años, pero he tratado de que durara lo más posible y de que, si se rompía, fuera con el menor daño posible. En realidad se trataba de un pacto entre tramposos en el que Arzalluz ha intentado engañar a todo el mundo al mismo tiempo. Durante estos meses se ha ido de excursión con los del Pacto de Lizarra y se ha ido de copas con ETA. Y lo que pretendía el PNV es que la sociedad española pagara la cuenta. Yo no estaba dispuesto a pagarla, entre otras cosas porque desde el inicio de la Transición les hemos dado, les hemos dado y les hemos dado, y ya no me queda líquido en la botella para darle más al nacionalismo vasco».

Recuerdo muy bien el ademán de Aznar, fingiendo que cogía una botella y la iba volcando sobre la mesa hasta ponerla completamente vertical para demostrar que estaba vacía. El margen de las concesiones dentro de la Constitución estaba agotado. Quedaba, eso sí, otra vasija deseada al alimón por ETA y el PNV que él como jefe del Gobierno de España no estaba dispuesto a escanciar: la de la soberanía nacional. Por eso, inmediatamente antes de reunirse con nosotros, había vuelto a responder con una rotunda negativa a la pretensión de Ibarretxe de convocar un Foro de Partidos que incluyera a Euskal Herritarrok para discutir un nuevo marco jurídico para el País Vasco.

Ahora el Foro se ha convertido en Mesa, a la ilegal Batasuna se le llama por su nombre y quien «se ha ido de copas con ETA» no ha sido el PNV sino -para escándalo de tantas víctimas- el propio Partido Socialista de Euskadi con el beneplácito de Zapatero. Pero por lo demás, la encrucijada de finales de 2006 es idéntica a la encrucijada de finales de 1999: si el Estado no cede en lo esencial, los terroristas volverán a intentar arrancárselo mediante una nueva oleada de crímenes.

«Esta situación me produce más angustia que la del ultimátum sobre Miguel Angel Blanco», nos confesó aquella noche Aznar. «Entonces yo sabía que le iban a matar a él. Ahora sé que van a matar a alguien, pero no sé ni a quién, ni dónde, ni cómo».

A la mañana siguiente le envié unas líneas manuscritas: «Anoche te vi jodido. No es para menos. Matices al margen, tu reconstrucción de lo ocurrido es inobjetable y convincente. Sabes que en este asunto a mí siempre me ha parecido que había que intentarlo todo, pero tal y como han venido las cosas está claro que no podías haber actuado de forma distinta a como lo has hecho. En la mesa había consenso sobre eso y también lo hay en la sociedad. Sé que tienes la suficiente fortaleza para aguantar lo que venga, pero también entiendo que estas horas de la cuenta atrás tienen que ser especialmente duras. Ten por seguro que te acompaña la fuerza de la razón y el afecto de cuantos queremos que prevalezca la libertad sobre la estupidez y la barbarie».

Nada desearía tanto como no tener que escribir algo parecido a José Luis Rodríguez Zapatero en los próximos meses porque la actual ausencia de atentados se prolongara indefinidamente. Pero, ojalá pueda emplear exactamente las mismas palabras, en el caso de que no sea así. Las detenciones en el sur de Francia y esta súbita fijación en lo que hizo y dejó de hacer Aznar alimentan mi esperanza en su firmeza. Ya se sabe que lo esencial de las treguas no es como empiezan sino como terminan.

pedroj.ramirez@el-mundo.es

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Como siempre, la genial pluma de PJ poniendo el dedo en la llaga infecta del Prisoe. Cada dia esta mas claro que el Prisoe esta en las ultimas, esperemos que sea la ultima vez que intentan engañarnos, esto ya huele a podrido.

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