BASTA YA: ESPAÑA NO DEBE NEGOCIAR CON UNOS DESQUICIADOS QUE ROMPEN SUS PROPIAS REGLAS

10-01-07



Editorial

BASTA YA: ESPAÑA NO DEBE NEGOCIAR CON UNOS DESQUICIADOS QUE ROMPEN SUS PROPIAS REGLAS


La combinación de tonterías, simplificaciones y maldades del comunicado de ayer de ETA suscita, en primer lugar, perplejidad. Resulta verdaderamente insólito que un país democrático como España, la octava potencia económica del mundo y una sociedad avanzada en todos los sentidos, siga a estas alturas pendiente de una pandilla de fanáticos, que quieren torcer la voluntad popular mediante el chantaje y el terror.

En el resumen del comunicado ofrecido por Gara, la banda amenaza con nuevos atentados si el Gobierno «continúa sin cumplir sus compromisos». ¿A qué compromisos se refiere? Zapatero siempre los ha negado, pero la banda insiste una y otra vez en su existencia. ETA acusa al Ejecutivo y al PSOE de «poner obstáculos sin cesar al proceso democrático» en estos nueve meses de tregua y le emplaza a negociar de tú a tú el derecho de autodeterminación de los vascos.

El lenguaje de ETA es verdaderamente orwelliano, ya que el centenar de pistoleros que a lo sumo integra la banda se arroga la patente de distribuir acreditaciones de «demócrata» y se coloca en el mismo plano de legitimidad representativa que el Estado español. Ver para creer.

Lo peor de todo es que este grupo de desquiciados lleva intentando marcar la agenda de la vida política española durante 30 años y que incluso estuvo a punto de desestabilizar la democracia al crear las condiciones favorables al golpe de Tejero. ETA sigue en su mundo, construido sobre la base de una mitificación del pasado, y confía en hacer retroceder las manecillas del reloj de la Historia en un par de siglos hacia atrás.

Nada se puede negociar con una banda que ha asesinado a más de 800 personas, que tiene el cinismo de dar el pésame a las víctimas de Barajas y que echa la culpa a los servicios de seguridad por no desalojar a tiempo. El único camino que queda es combatir política y policialmente a ETA, que es la obligación de cualquier presidente y cualquier Gobierno democrático. Así se hizo con notable éxito entre 1999 y 2004 y ahora hay que retomar ese empeño.

La paradoja de la banda

La situación no puede ser más paradójica porque ETA afirma en su delirante comunicado que «mantiene el alto el fuego permanente» -tal y como le había pedido la víspera Arnaldo Otegi- y a la vez amenaza con nuevas acciones terroristas, lo cual parece incompatible desde el punto de vista de la lógica. ¿De qué vale ese alto el fuego si ETA se reserva el derecho a colocar bombas en función de «las decisiones del Estado español»?

Ello supone, en definitiva, una ruptura de las propias reglas establecidas por ETA, que se había comprometido a negociar en un escenario de ausencia de violencia, e implica de hecho una vuelta al escenario anterior a la tregua.

Semanas antes del inicio del «alto el fuego permanente», la banda había volado una discoteca en Navarra, había colocado artefactos explosivos en fábricas y había atacado instalaciones eléctricas. A partir del 24 de marzo, todas estas actividades cesaron. ¿Cómo podría si no identificarse la nueva etapa, teniendo en cuenta que continuaron la extorsión y la kale borroka? Cabía imaginar que ETA diera por finalizado «el alto el fuego» y volviera del todo a las andadas, pero no que pretendiera compatibilizar ambos escenarios. Por eso, el ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, tenía ayer toda la razón al afirmar que tras el atentado de la T-4 «nunca más habrá otra tregua creíble con ETA». En una entrevista publicada por The New York Times, el ministro asegura que la banda «faltó a su palabra» y que «ha engañado» a los que la creyeron. Eso es lo que le ha sucedido a Zapatero.

El camino de la firmeza

La duplicidad y el cinismo de ETA corroboran que el único lenguaje que puede hacer entrar en razón a sus militantes es el de la firmeza policial y política. Ayer la Policía francesa detuvo a dos miembros de la banda relacionados al menos con los explosivos hallados en Atxondo. Ése es el buen camino y no la insistencia en una negociación en la que ETA aspira a obtener réditos políticos de sus acciones criminales, sin siquiera renunciar a ellas.

El camino no es tampoco el de los contactos secretos del PSE con Batasuna, información en la que EL MUNDO se reafirma absolutamente. Quien quiera saber la verdad no tiene más que analizar con atención las manifestaciones de Joseba Permach, que dijo ayer que no había habido ninguna «reunión formal». Un eufemismo que corrobora lo publicado por este periódico.

Existe una larga trayectoria de contactos entre el PSE y Batasuna que primero fueron negados y luego han sido confirmados con la coartada de que eran encuentros «informales» o «personales» como si Jesús Eguiguren y Arnaldo Otegi se reunieran para tomar café simplemente porque se caen bien.

Especial repudio merece el desmentido de Diego López Garrido, portavoz parlamentario del PSOE, que acusó a este periódico de publicar «mentiras lesivas para los intereses de los españoles», de perjudicar «los intereses de nuestro país» y de «justificar la división de las fuerzas democráticas».

Las motivaciones que nos atribuye son tan falsas como mezquinas, pero lo grave es que quien miente es él. Le recordaremos sus expresiones durante mucho tiempo. Da la impresión de que López Garrido añora los malos modos de los tiempos del felipismo cuando fue premiado por traicionar a Julio Anguita y justificar el crimen de Estado y la corrupción.

Lo que lesiona «los intereses de los españoles y de nuestro país», como dice López Garrido, es la tibieza y la ambigüedad contra ETA, la aceptación de una negociación política con una banda criminal y la claudicación en la defensa de la Constitución y las libertades. Por eso, resulta tan peligroso el camino del que no se termina de apartar el Gobierno. Por decirlo con las palabras que identifican a un encomiable colectivo vasco, ¡basta ya! de plegarse a esta indigna extorsión.

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