«Que no mueran más personas inocentes como mi hijo»

08-01-07



ETA VUELVE A MATAR / Las víctimas

«Que no mueran más personas inocentes como mi hijo»


El barrio marginal de Machala, en Ecuador, donde nació Diego Armando Estacio, recibió ayer su cadáver

ISABEL GARCIA. Especial para EL MUNDO

MACHALA (ECUADOR).- Cuando la vio aparecer, se abalanzó hacia ella temblando. Pasaban ya casi 12 años desde que Avelino Sivisapa, el abuelo materno de Diego Armando Estacio, no veía a su hija, Jacqueline, que residía en Italia. El hombre no pudo evitar desplomarse ahí mismo, enfrente de la casa que había visto crecer no sólo a su hija, sino también a su nieto, que ahora reaparecía de nuevo ante sus ojos, pero muerto. A él no lo veía desde hace seis años.


La madre del fallecido en el atentado de ETA se abrazó a su padre desconsolada nada más llegar a su natal Urzesa 2, un barrio marginal al norte de la ciudad costera de Machala. Allí nació Diego hace 19 años. Creció al lado de su abuelo, en la misma vivienda humilde de ladrillos descubiertos y huecos en las ventanas que ayer recibió su cadáver.

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Instantes después de la llegada del féretro, Avelino, de 58 años y agricultor hasta que enfermó de la próstata, se acercó llorando, aunque manteniendo la compostura, hacia su otra nieta, Carmita, la hermana mayor de Diego, de 23 años. Tampoco se veían desde hace más de un lustro, cuando los dos muchachos se fueron a Italia para vivir con su madre. Diego decidió posteriormente probar suerte en Madrid, adonde había emigrado su padre, Winston Armando. Carmita se quedó en Italia.

El cadáver de Diego llegó a Machala a las 12.00 horas de ayer (18.00 en España). Al aeropuerto José Joaquín de Olmedo Guayaquil lo hizo a las 1.40 (7.40 en España) a bordo de un Boeing 707 de la Fuerza Aérea Española, pero sus familiares prefirieron descansar una horas en un hotel antes de tomar un coche hasta Machala. Llevaban más de una semana sin pegar ojo después de una búsqueda interminable entre los escombros de la T-4 de Barajas.

A Diego Armando lo acompañaron desde Madrid una treintena de allegados, además de la secretaria de Estado de Inmigración y Emigración, Consuelo Rumí; la directora de Organismos Multilaterales e Iberoamérica, Anunciada Fernández de Córdoba; el director general de Asuntos Consulares, Miguel Angel de Frutos, y tres psicólogos.

En el aeropuerto les recibieron miembros de la Embajada española y del gobierno ecuatoriano, así como ciudadanos anónimos con emotivas pancartas en mano.

El padre del muchacho agradeció su presencia, al tiempo que se emocionaba por regresar a su tierra después de seis años. «No volvía desde entonces y me siento muy mal por tener que hacerlo por este motivo. Me hubiera gustado hacerlo en otra ocasión, para celebrar algo bonito y reencontrarme con mi familia después de tanto tiempo, y no con el cadáver de mi hijo», suspiraba, sin una mirada fija.

La madre de Diego Armando se mostró más parca, hundida como estaba en la desesperación. El reencuentro con su patria se producía después de muchos más años y ella prefirió lanzar una proclama en contra del terrorismo. «Sólo pido respeto y justicia para que no mueran más personas inocentes como mi hijo».

La hermana y la novia del fallecido, Verónica Arequipa, permanecían detrás, en silencio, escoltadas por la policía y los psicólogos.

A las 8.30 horas (14.30 horas española), una furgoneta trasladó el cadáver hasta Machala, donde don Avelino aguardaba impaciente y entristecido, acompañado de decenas de vecinos.

Tras el encuentro con don Avelino, los padres de Diego decidieron llevar el cadáver a un velatorio del centro de Machala. Allí llegó pasadas las 13.30 horas y permaneció hasta bien entrada la noche, cuando fue trasladado de nuevo a la casa de su abuelo. Durante todo el tiempo, Diego recibió la visita de decenas de machaleños.

El entierro del tímido muchacho al que sus amigos del barrio madrileño de Entrevías llamaban El bombero será hoy en Machala.


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