Y al octavo día, lo rescataron

07-01-07



ETA VUELVE A MATAR / Las víctimas

Y al octavo día, lo rescataron




Los bomberos, trabajando en turnos de 24 horas, consiguen recuperar el cuerpo de Diego, la segunda víctima del atentado


JOAQUIN MANSO

MADRID.- Siete días después. Y media hora del octavo. 168 horas y media de intenso trabajo. El esfuerzo continuado de los equipos de rescate permitió ayer, por fin, recuperar el cuerpo sin vida de Diego Armando Estacio. El ecuatoriano de 19 años, que desapareció entre 40.000 toneladas de escombros tras la explosión de una furgoneta bomba de ETA en la T-4 a las 9.00 horas del 30 de diciembre, es la segunda víctima mortal de la banda en el atentado. El miércoles ya había aparecido muerto su compatriota Carlos Palate.

El cuerpo de Diego se hallaba en posición de descanso, recostado de lado en el asiento del copiloto, vestido con una botas deportivas de caña, un pantalón vaquero ancho y una chaqueta de piel vuelta. Presentaba un fuerte golpe en la cabeza -por el que había manado sangre-, aunque su estado de conservación era bueno y podía reconocérsele visualmente, ya que la zona no había ardido.
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Su Renault Clio blanco matrícula VI- 6741- S, aplastado por cuatro capas de hormigón, era poco más que una lámina de chapa retorcida, aunque precisamente el habitáculo del asiento del copiloto era la parte que presentaba un aspecto más aceptable. Estaba estacionado en la plaza 614, justo en el límite con la parte del edificio que no se ha desplomado: según explicó el jefe de guardia de Bomberos, si hubiese estado aparcado sólo unos pocos metros más lejos, Diego habría podido sobrevivir e incluso salir del parking por su propio pie, a través de una puerta lateral.

El rescate del cuerpo fue muy complicado y se prolongó durante 36 horas. En el punto que había indicado su novia, Verónica Arequipa -justo al lado, apareció el coche-, las condiciones de seguridad no eran óptimas, lo que obligó a los equipos de rescate a desescombrar a mano. Hacia las 20.30 horas del jueves, un bombero divisó e identificó el vehículo por una pequeña abertura, realizando una maniobra arriesgada. A las 2.00 horas del viernes, con ayuda de una sofisticada cámara endoscópica se pudo comprobar que el cadáver se encontraba en su interior.

Todas estas operaciones supusieron un peligro para los equipos de rescate, por lo que se decidió acceder al coche para sacar el cuerpo por la parte contraria: a través de la escombrera. Tras abrirse paso con gran dificultad -en 26 horas, perforaron un canal de 40 metros- se alcanzó la vertical del automóvil hacia las 6.00 horas de ayer. La maquinaria pesada retiró las tres primeras capas de forjado, pero, para no dañar el cuerpo, la última se demolió manualmente.

Esta labor obligó a los bomberos a emplearse a fondo. La parte del asiento del piloto estaba empotrada contra un pilar, engarzado con la placa con un dado de hormigón especialmente reforzado, contra el que no podían actuar las herramientas manuales. Por ese motivo, procedieron a liberar el coche por partes, tarea en la que se emplearon durante más de tres horas.

Se abrieron en la parte de la placa que correspondía al asiento del copiloto seis agujeros, por los que se introdujeron unas eslingas atadas a una grúa, que desgajó el pedazo de losa, y el vehículo quedó a la vista. Autorizados por el juez Ismael Moreno, que presenció toda la operación, los bomberos abrieron con una cizalla y una tenaza hidráulica el lateral del Renault Clio y extrajeron el cadáver de Diego. Eran las 9.35 horas.

Posteriormente, ya con excavadoras, pudo sacarse el automóvil. Se alcanzaba así el objetivo por el que los bomberos han trabajado, casi sin descanso, en turnos de 24 horas.

La muerte de Diego se produjo por una insuficiencia respiratoria causada, bien por aplastamiento, bien por inhalación de gases tóxicos, según la autopsia que avanzó el consejero de Interior de la Comunidad de Madrid, Alfredo Prada. Su cuerpo fue reconocido por sus padres, su hermana y su novia.

En el Insituto Anatómico Forense se vivieron escenas de gran emoción -desde el exterior del edificio podían escucharse los sollozos-, como si la tensión contenida de los últimos siete días se hubiese liberado. Los dos autobuses fletados por la Oficina de Apoyo a las Víctimas del Terrorismo se quedaron pequeños, y más de un centenar de familiares y amigos acudieron al velatorio de cuerpo presente, que se desarrolló en la intimidad, sin presencia de autoridades.

Verdaderamente conmovedor fue el llanto de Amerita, la abuela de Diego, que llegó desde Italia el viernes; o el de una de las tías, que se lamentaba angustiada: «¿Por qué nos han hecho tanto daño?».

El padre de Diego declaró que, después de una semana de «cansancio y angustia» ya están tranquilos, pero «igual desesperados». La madre y la novia se dirigieron a la prensa para agradecer el trabajo de bomberos, Samur, Policía y Aena, y el apoyo de las autoridades.

Un avión de la Fuerza Aérea trasladó los restos de Diego, acompañados por 29 familiares y amigos, hasta Guayaquil (Ecuador). De ahí, será llevado por carretera hasta Machala, su localidad natal, donde será enterrado. La aeronave partió a las 17.00 horas de Torrejón, donde se rezó un breve responso, al que acudieron los ministros del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, y de Defensa, José Antonio Alonso, y la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, entre otros altos cargos.

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