«Es indecente que ETA alegue que el atentado de Barajas no rompe la tregua»
27-02-07
ENTREVISTA A NICOLAS SARKOZY, CANDIDATO A LA PRESIDENCIA Y MINISTRO DEL INTERIOR DE FRANCIA
«Es indecente que ETA alegue que el atentado de Barajas no rompe la tregua»
ENTREVISTA A NICOLAS SARKOZY, CANDIDATO A LA PRESIDENCIA Y MINISTRO DEL INTERIOR DE FRANCIA
«Es indecente que ETA alegue que el atentado de Barajas no rompe la tregua»
Ministro del Interior, favorito en los sondeos a la sucesión de Jacques Chirac y presidente del partido gubernamental (UMP), lanza en esta entrevista la idea de una Unión Mediterránea, tilda de conservador el programa de la socialista Ségolène Royal y analiza la situación de ETA
RUBÉN AMON. Corresponsal
PARIS.- Nicolas Sarkozy recala hoy en Madrid para entrevistarse con Zapatero, reunirse con Mariano Rajoy y arañar votos entre los franceses que residen al sur de los Pirineos. Son las coordenadas de su primer viaje a España como candidato oficial al Elíseo, aunque Sarko aún conserva el cargo de ministro del Interior. Por ello observa con preocupación el rebrote terrorista en España y considera «indecente» que ETA hable de alto el fuego después del atentado de Barajas.
Las declaraciones de Nicolas Sarkozy a EL MUNDO subrayan, por tanto, el fracaso del llamado proceso de paz y puntualizan los riesgos que implica negociar con los pistoleros. «La cuestión no es la de saber si se puede hablar con los terroristas, sino cómo se puede hacer, permaneciendo fiel a los valores y los ideales y sin trocar la tranquilidad por la impunidad y la seguridad por la justicia», señala el líder del partido gubernamental.
(.../...)
Lejos de cualquier controversia, el ministro francés del Interior quiere desarrollar en presencia de Zapatero la idea de una Unión del Mediterráneo, contrapeso de los países del sur al proyecto alargado de la UE y marco de un espacio institucional donde puedan consensuarse las políticas de inmigración y desarrollo. Es la visión exterior de Sarkozy. La interior se centra en la campaña de las presidenciales francesas (22 de abril-6 de mayo) en litigio con Ségolène Royal.
El ministro del Interior la acusa de haber armado un programa conservador y de haber desengañado incluso a los votantes socialistas. Sarko está dispuesto a arroparlos porque su proyecto de cambio es para todos los públicos.
Pregunta.- ¿Qué opina de sus relaciones con el Gobierno español?
Respuesta.- Son muy buenas. España es, hoy en día, el socio europeo, junto a Alemania, con el que adoptamos más iniciativas. Compartimos una ambición común y la voluntad de hacer que nuestra colaboración sea cada vez más estrecha y más fructífera. Sin la cooperación judicial y policial que hemos puesto en marcha, no habríamos podido alcanzar resultados tan espectaculares en materia de lucha contra el terrorismo de ETA, inmigración ilegal o tráfico de estupefacientes. Tampoco olvido la vitalidad de nuestros intercambios económicos. Francia es el segundo proveedor de España y su primer cliente. Por último, ambos países comparten también hoy la voluntad de relanzar Europa.
P.- Usted, sin embargo, ha criticado con dureza la regularización masiva de inmigrantes realizada por el presidente Zapatero.
R.- La nuestra es una Europa que se está construyendo en torno al principio de la libre circulación de personas. Y la política de inmigración sólo tiene sentido si se define de acuerdo con todos los Estados miembros. Estoy convencido de que la Unión debe dotarse de una verdadera política europea de inmigración. Haber creado un espacio de libre circulación es un avance que experimentamos a diario. Un avance del que todavía no hemos extraído todas las consecuencias. Por ejemplo, creo que tenemos que dotarnos de una policía europea de fronteras. También tenemos que unificar nuestro sistema de análisis de las demandas de asilo, imaginar consulados únicos para todos los Estados del espacio Schengen, armonizar las condiciones del reagrupamiento familiar, dotarnos de las mismas reglas para atraer a los mejores estudiantes extranjeros en Europa sin que por ello vayamos a saquear las élites del sur, y presentar un frente unido contra las mafias criminales de la inmigración clandestina.
P.- ¿Qué cambios introduciría en la relación con España en caso de ser presidente?
R.- Se suele decir que no se debe cambiar un equipo ganador. Más que cambios, se trata más bien de profundizar lo que ya estamos haciendo. Tenemos que ir todavía más lejos en la cooperación entre nuestros dos países en temas tan importantes como los transportes, la enseñanza superior, la investigación o la defensa. En Europa, España y Francia deben estar unidas y en la vanguardia del relanzamiento europeo. No tengamos miedo de las palabras. Está claro que Europa está atravesando una crisis. Una crisis grave y profunda que hay que resolver cuanto antes. España y Francia están de acuerdo en la urgencia de la situación y en el objetivo común a alcanzar: el de una Europa política. España y Francia también tienen en común el hecho de ser países a la vez europeos y mediterráneos. Hoy, podemos ir todavía más allá y tomar la iniciativa de construir, con el conjunto de los países del espacio mediterráneo, una auténtica Unión Mediterránea, que tenga vocación de trabajar estrechamente con la UE y tener, un día, instituciones comunes con ella. La Unión Mediterránea podría organizarse en torno a una reunión periódica de sus Jefes de Estado y de Gobierno, al igual que los grandes países industrializados tienen su G8. También tendría un Consejo del Mediterráneo al igual que la Unión cuenta con el Consejo de Europa. Los pilares de este espacio de solidaridad y cooperación serían una política común de inmigración concertada, la protección del medioambiente y el codesarrollo, con la creación, por ejemplo, de un banco mediterráneo de inversiones.
P.- Sigue siendo usted ministro del Interior. Durante el proceso contra los miembros de ETA que comenzó en París, algunos expertos antiterroristas, como Frederic Veaux (Subdirección Antiterrorista de Policía Judicial), declararon que la tregua de ETA coincidía con un período de intensa actividad en Francia. ¿Tiene esa impresión?
R.- Lo que está claro es que, desde la tregua del 22 de marzo de 2006, se realizaron en Francia varias operaciones imputables a miembros de ETA. Nuestras fuerzas de seguridad también procedieron a varios arrestos durante este mismo período de tiempo. Se descubrieron nueve casas en las que se refugiaban los activistas y se neutralizaron tres de sus depósitos logísticos. Por último y siempre desde la tregua, se encontraron en el territorio francés 63 vehículos robados y utilizados por los miembros de ETA.
P.- ¿Se puede decir, por consiguiente, que no hay realmente un alto al fuego?
R.- No sé si la voluntad de ETA de cortar con la violencia ha sido alguna vez sincera o si el alto el fuego era simplemente para ella un medio táctico para reorganizarse. Tampoco sé si, como se oye decir, los líderes de ETA se vieron superados por la franja más extremista de su movimiento. Lo que cuenta es que ETA ha reivindicado el atentado del 30 de diciembre en el aeropuerto de Madrid-Barajas. Eso es suficiente para concluir que la organización no se volvió a comportar, una vez más, como un interlocutor fiable. Por eso ahora, cuando ETA nos explica que el atentado no acaba con el alto el fuego, me parece algo extravagante. O mejor dicho, algo indecente. Hoy como ayer, la pelota está en el tejado de ETA. Es a ella a la que le corresponde comportarse como un actor responsable y renunciar a la violencia. Es lo único que piden los españoles. Tengo que decir también que me emociono profundamente ante las grandes manifestaciones pacíficas que llenan las calles de toda España tras cada uno de estos ataques terroristas. Me emociona la forma que tiene el pueblo español de decirle a los asesinos que su cobardía no les atemoriza y que no les impedirá seguir viviendo.
P.- En su discurso de investidura del 14 de enero declaraba: «La República real en la que creo es la que encarcela a los asesinos y trata a los terroristas y a los que ponen bombas como lo que son: asesinos y cobardes». ¿Qué opina de la negociación iniciada por el Gobierno español?
R.- El Gobierno del señor Zapatero asumió el riesgo de iniciar negociaciones con los terroristas de ETA con la esperanza de conquistar por fin la paz. Pero es un hecho que las negociaciones fracasaron y que ETA es la única responsable de dicho fracaso. Cuando negociar puede permitir poner fin a la violencia, hay que saber asumir el riesgo del diálogo, aunque sea difícil y peligroso. La cuestión no es, pues, la de saber si se puede hablar con los terroristas, sino cómo se puede hacer, permaneciendo fiel a los valores y a los ideales y sin trocar la tranquilidad por la impunidad y la seguridad por la justicia.
P.- En la antesala de su visita aparece como favorito en los sondeos.
R.- Tengo la suficiente experiencia para saber que los sondeos marcan tendencias pero no resultados. No soy el favorito, sino el challenger. Soy el que propone profundos cambios para nuestro país. Por eso soy perfectamente consciente de que es más difícil hacerse elegir con este programa que proponer que todo siga igual y halagar los oídos de la gente con lo que quiere escuchar.
P.- Se ha transformado usted incluso personalmente. Ahora parece mucho más humano y hasta admite sus errores. ¿Se trata sólo de una estrategia electoral? ¿Si pudiese retroceder al año 1994, volvería a apoyar a Balladur o a Jacques Chirac?
R.- Sería desesperante que no hubiese cambiado desde 1995, después de todo lo que pasó en la vida política francesa y en mi propia vida profesional, y después de casi cinco años de experiencia como ministro del Interior en contacto con tanto sufrimiento y tanta entrega de nuestros policías, de nuestros gendarmes, de nuestros bomberos, y después de los acontecimientos a los que asistió el mundo y que nos plantean tantos nuevos desafíos, como el 11 de septiembre, los atentados de Madrid, el cambio climático o la masiva inmigración clandestina. Lo nuevo en mí es que les quise decir a los franceses en qué y cómo todos estos acontecimientos y toda esta experiencia me habían cambiado. El que se lanza a una campaña electoral de esta importancia debe tener el coraje y la sencillez de decir la verdad. Por otra parte, nunca me arrepentí de haber apoyado a Edouard Balladur. Edouard Balladur es un hombre de Estado.
P.- ¿Considera que su candidatura es tan válida para un elector de Le Pen como para uno socialista?
R.- Se trata de dos cuestiones muy diferentes. Los electores de Jean-Marie Le Pen han perdido la esperanza en la política. Mi papel, mi ambición es entender su desesperanza y proponerles una alternativa que respete los valores republicanos. Y en cuanto a los electores socialistas, creo que han visto en Ségolène Royal una esperanza de profunda renovación del ideario del partido socialista francés y por eso la eligieron candidata del partido socialista para 2007. Al descubrir después su programa, quizás muchos de ellos se quedaron defraudados, porque es un programa de retroceso, de vuelta atrás, de generalización de la nivelación, de igualitarismo y de asistencialismo, cuando los franceses tienen un profundo deseo de rehabilitación por medio del trabajo, del esfuerzo y del mérito. Soy yo el que tengo que convencer a los electores de que mi proyecto ha escuchado esta demanda y aporta respuestas a ella.
P.- ¿Le teme a Ségolène Royal? ¿Es una dificultad suplementaria enfrentarse a una mujer?
R.- Claro que es una dificultad añadida. Pero también es algo novedoso y añade un cierto picante a esta campaña, que al final se decidirá por la elección entre dos proyectos. Uno de conservación, que es el suyo. Y el otro, de cambio, el mío.
P.- Cambio... y populismo, según le reprochan algunos críticos.
R.- Creo que confunden el hecho de ser popular con el de ser populista. Yo nunca pensé que la mayoría tuviese razón simplemente por ser mayoría. Creo en el papel de los cuerpos intermedios y de la democracia representativa. Por todo eso, no soy populista. En cambio, me siento orgulloso de ser popular, es decir, de suscitar el interés y la atención, cuando planteo una idea o hago una propuesta, porque ésa es mi responsabilidad como político.
P.- ¿Está inquieto por el avance de Le Pen y de los candidatos antisistema de la izquierda? En ningún otro país de Europa los candidatos de los extremos consiguen entre el 20 y el 25% de los votos. ¿Está enferma la sociedad francesa o se trata sólo del fracaso de la clase política?
R.- Mi papel no es estar inquieto, sino proponer alternativas. La sociedad francesa no está enferma, al contrario, manifiesta, a través de los medios que tiene a su alcance, su exasperación creciente y sus profundas ganas de cambio.
P.- Francia ocupará la presidencia de la UE en 2008. Tras el no francés a la Constitución, ¿cuál va a ser la orientación del país, si sale usted elegido?
R.- La victoria del no es el síntoma de la crisis europea mucho más que su causa. La vocación de Francia es la de estar a la vanguardia de la construcción europea. Para reconciliar a los ciudadanos con la construcción europea, no sólo hay que resolver la cuestión institucional, sino también hacer una Europa más cercana y más concreta. El crecimiento y el empleo deben ocupar un primer plano en las políticas europeas. Europa tiene que hacer respetar también sus intereses en el comercio mundial, rehabilitando la idea de la preferencia comunitaria. También tenemos que poner en marcha políticas europeas ambiciosas en materia de industria, de investigación, en el ámbito de la energía, de la protección del medioambiente y de la inmigración.
P.- A su juicio, ¿qué necesita Europa: una Constitución, un nuevo tratado menos ambicioso que la Constitución de Giscard, un presidente con plena dedicación, un ministro de Exteriores a tiempo completo, un Ejército común?
R.- De momento hacen falta las medidas de un tratado simplificado. Entre ellas, la presidencia estable del Consejo europeo, la ampliación del ámbito de la codecisión y de la mayoría cualificada, la creación de un ministro europeo de Exteriores, la regla de la doble mayoría, el derecho de iniciativa ciudadana o, incluso, el procedimiento llamado de «alerta precoz», que permite a los parlamentos nacionales verificar que la Unión respete el ámbito de sus competencias. Creo que también haría falta colocar las bases jurídicas que permitan a la UE intervenir en los nuevos sectores esenciales como la energía. Este texto no sería una nueva Constitución, sino que intentaría simplemente remediar la urgencia institucional.
La Francia del mérito y el esfuerzo
Pregunta.- Hoy se puede encontrar ya su libro 'Testimonio' en las librerías españolas y, en él, una síntesis de sus ideas políticas. Habla usted de democracia impecable, de valores, de regeneración moral... ¿Está tan corrompida la política francesa? ¿Hay que acabar con la acumulación de mandatos?
Respuesta.- Su pregunta plantea varios problemas diferentes. En primer lugar, en la República francesa se dan, a veces, comportamientos inaceptables. Afortunadamente, minoritarios. En la época de Georges Pompidou, se produjo el 'caso Markovic'. En la de François Mitterrand, el de las escuchas del Elíseo. Más recientemente, el 'caso Clearstream'. Casos como éstos, desgraciadamente, se dan en todas las democracias. Pero quizás en Francia queden más impunes que en otras partes. Lo que yo llamo democracia ejemplar es una democracia en la que estos comportamientos ya no se dan o, en cualquier caso, si se dan, son severamente sancionados. Creo que el presidente de la República tiene un papel que jugar en la promoción de esta ética, aunque, como es lógico, no pueda controlarlo todo.
Plantea, después, un problema más específicamente francés, que es el de la pérdida del sentido de la responsabilidad. Los responsables políticos han abandonado su papel; algunos empresarios, no todos como es lógico, tienen tendencia a perder el sentido de la medida en sus remuneraciones; los funcionarios son incitados a asumir un riesgo mínimo y las élites, en general, tienden a conservar su energía más que a gastarla tirando del carro de la nación hacia arriba.
Quiero una Francia que se reencuentre con el sentido del esfuerzo, del trabajo, del mérito y de la responsabilidad. Todos tenemos derechos, pero también deberes. Una democracia ejemplar es una democracia en la que, por ejemplo, los funcionarios se benefician de la protección de un empleo seguro, pero, a cambio, tienen que asegurar un servicio público exquisito. Por eso, soy partidario de la remuneración de los altos funcionarios según sus méritos.
Una democracia ejemplar es también aquella en la que los magistrados son independientes, pero también responsables. Una democracia ejemplar es una democracia en la que el presidente de la República tiene márgenes reales de maniobra para gobernar, pero en la que también tiene que rendir cuentas al Parlamento y a los franceses. Estos y otros temas son los que conforman lo que yo entiendo como una República irreprochable.
RUBÉN AMON. Corresponsal
PARIS.- Nicolas Sarkozy recala hoy en Madrid para entrevistarse con Zapatero, reunirse con Mariano Rajoy y arañar votos entre los franceses que residen al sur de los Pirineos. Son las coordenadas de su primer viaje a España como candidato oficial al Elíseo, aunque Sarko aún conserva el cargo de ministro del Interior. Por ello observa con preocupación el rebrote terrorista en España y considera «indecente» que ETA hable de alto el fuego después del atentado de Barajas.
Las declaraciones de Nicolas Sarkozy a EL MUNDO subrayan, por tanto, el fracaso del llamado proceso de paz y puntualizan los riesgos que implica negociar con los pistoleros. «La cuestión no es la de saber si se puede hablar con los terroristas, sino cómo se puede hacer, permaneciendo fiel a los valores y los ideales y sin trocar la tranquilidad por la impunidad y la seguridad por la justicia», señala el líder del partido gubernamental.
(.../...)
Lejos de cualquier controversia, el ministro francés del Interior quiere desarrollar en presencia de Zapatero la idea de una Unión del Mediterráneo, contrapeso de los países del sur al proyecto alargado de la UE y marco de un espacio institucional donde puedan consensuarse las políticas de inmigración y desarrollo. Es la visión exterior de Sarkozy. La interior se centra en la campaña de las presidenciales francesas (22 de abril-6 de mayo) en litigio con Ségolène Royal.
El ministro del Interior la acusa de haber armado un programa conservador y de haber desengañado incluso a los votantes socialistas. Sarko está dispuesto a arroparlos porque su proyecto de cambio es para todos los públicos.
Pregunta.- ¿Qué opina de sus relaciones con el Gobierno español?
Respuesta.- Son muy buenas. España es, hoy en día, el socio europeo, junto a Alemania, con el que adoptamos más iniciativas. Compartimos una ambición común y la voluntad de hacer que nuestra colaboración sea cada vez más estrecha y más fructífera. Sin la cooperación judicial y policial que hemos puesto en marcha, no habríamos podido alcanzar resultados tan espectaculares en materia de lucha contra el terrorismo de ETA, inmigración ilegal o tráfico de estupefacientes. Tampoco olvido la vitalidad de nuestros intercambios económicos. Francia es el segundo proveedor de España y su primer cliente. Por último, ambos países comparten también hoy la voluntad de relanzar Europa.
P.- Usted, sin embargo, ha criticado con dureza la regularización masiva de inmigrantes realizada por el presidente Zapatero.
R.- La nuestra es una Europa que se está construyendo en torno al principio de la libre circulación de personas. Y la política de inmigración sólo tiene sentido si se define de acuerdo con todos los Estados miembros. Estoy convencido de que la Unión debe dotarse de una verdadera política europea de inmigración. Haber creado un espacio de libre circulación es un avance que experimentamos a diario. Un avance del que todavía no hemos extraído todas las consecuencias. Por ejemplo, creo que tenemos que dotarnos de una policía europea de fronteras. También tenemos que unificar nuestro sistema de análisis de las demandas de asilo, imaginar consulados únicos para todos los Estados del espacio Schengen, armonizar las condiciones del reagrupamiento familiar, dotarnos de las mismas reglas para atraer a los mejores estudiantes extranjeros en Europa sin que por ello vayamos a saquear las élites del sur, y presentar un frente unido contra las mafias criminales de la inmigración clandestina.
P.- ¿Qué cambios introduciría en la relación con España en caso de ser presidente?
R.- Se suele decir que no se debe cambiar un equipo ganador. Más que cambios, se trata más bien de profundizar lo que ya estamos haciendo. Tenemos que ir todavía más lejos en la cooperación entre nuestros dos países en temas tan importantes como los transportes, la enseñanza superior, la investigación o la defensa. En Europa, España y Francia deben estar unidas y en la vanguardia del relanzamiento europeo. No tengamos miedo de las palabras. Está claro que Europa está atravesando una crisis. Una crisis grave y profunda que hay que resolver cuanto antes. España y Francia están de acuerdo en la urgencia de la situación y en el objetivo común a alcanzar: el de una Europa política. España y Francia también tienen en común el hecho de ser países a la vez europeos y mediterráneos. Hoy, podemos ir todavía más allá y tomar la iniciativa de construir, con el conjunto de los países del espacio mediterráneo, una auténtica Unión Mediterránea, que tenga vocación de trabajar estrechamente con la UE y tener, un día, instituciones comunes con ella. La Unión Mediterránea podría organizarse en torno a una reunión periódica de sus Jefes de Estado y de Gobierno, al igual que los grandes países industrializados tienen su G8. También tendría un Consejo del Mediterráneo al igual que la Unión cuenta con el Consejo de Europa. Los pilares de este espacio de solidaridad y cooperación serían una política común de inmigración concertada, la protección del medioambiente y el codesarrollo, con la creación, por ejemplo, de un banco mediterráneo de inversiones.
P.- Sigue siendo usted ministro del Interior. Durante el proceso contra los miembros de ETA que comenzó en París, algunos expertos antiterroristas, como Frederic Veaux (Subdirección Antiterrorista de Policía Judicial), declararon que la tregua de ETA coincidía con un período de intensa actividad en Francia. ¿Tiene esa impresión?
R.- Lo que está claro es que, desde la tregua del 22 de marzo de 2006, se realizaron en Francia varias operaciones imputables a miembros de ETA. Nuestras fuerzas de seguridad también procedieron a varios arrestos durante este mismo período de tiempo. Se descubrieron nueve casas en las que se refugiaban los activistas y se neutralizaron tres de sus depósitos logísticos. Por último y siempre desde la tregua, se encontraron en el territorio francés 63 vehículos robados y utilizados por los miembros de ETA.
P.- ¿Se puede decir, por consiguiente, que no hay realmente un alto al fuego?
R.- No sé si la voluntad de ETA de cortar con la violencia ha sido alguna vez sincera o si el alto el fuego era simplemente para ella un medio táctico para reorganizarse. Tampoco sé si, como se oye decir, los líderes de ETA se vieron superados por la franja más extremista de su movimiento. Lo que cuenta es que ETA ha reivindicado el atentado del 30 de diciembre en el aeropuerto de Madrid-Barajas. Eso es suficiente para concluir que la organización no se volvió a comportar, una vez más, como un interlocutor fiable. Por eso ahora, cuando ETA nos explica que el atentado no acaba con el alto el fuego, me parece algo extravagante. O mejor dicho, algo indecente. Hoy como ayer, la pelota está en el tejado de ETA. Es a ella a la que le corresponde comportarse como un actor responsable y renunciar a la violencia. Es lo único que piden los españoles. Tengo que decir también que me emociono profundamente ante las grandes manifestaciones pacíficas que llenan las calles de toda España tras cada uno de estos ataques terroristas. Me emociona la forma que tiene el pueblo español de decirle a los asesinos que su cobardía no les atemoriza y que no les impedirá seguir viviendo.
P.- En su discurso de investidura del 14 de enero declaraba: «La República real en la que creo es la que encarcela a los asesinos y trata a los terroristas y a los que ponen bombas como lo que son: asesinos y cobardes». ¿Qué opina de la negociación iniciada por el Gobierno español?
R.- El Gobierno del señor Zapatero asumió el riesgo de iniciar negociaciones con los terroristas de ETA con la esperanza de conquistar por fin la paz. Pero es un hecho que las negociaciones fracasaron y que ETA es la única responsable de dicho fracaso. Cuando negociar puede permitir poner fin a la violencia, hay que saber asumir el riesgo del diálogo, aunque sea difícil y peligroso. La cuestión no es, pues, la de saber si se puede hablar con los terroristas, sino cómo se puede hacer, permaneciendo fiel a los valores y a los ideales y sin trocar la tranquilidad por la impunidad y la seguridad por la justicia.
P.- En la antesala de su visita aparece como favorito en los sondeos.
R.- Tengo la suficiente experiencia para saber que los sondeos marcan tendencias pero no resultados. No soy el favorito, sino el challenger. Soy el que propone profundos cambios para nuestro país. Por eso soy perfectamente consciente de que es más difícil hacerse elegir con este programa que proponer que todo siga igual y halagar los oídos de la gente con lo que quiere escuchar.
P.- Se ha transformado usted incluso personalmente. Ahora parece mucho más humano y hasta admite sus errores. ¿Se trata sólo de una estrategia electoral? ¿Si pudiese retroceder al año 1994, volvería a apoyar a Balladur o a Jacques Chirac?
R.- Sería desesperante que no hubiese cambiado desde 1995, después de todo lo que pasó en la vida política francesa y en mi propia vida profesional, y después de casi cinco años de experiencia como ministro del Interior en contacto con tanto sufrimiento y tanta entrega de nuestros policías, de nuestros gendarmes, de nuestros bomberos, y después de los acontecimientos a los que asistió el mundo y que nos plantean tantos nuevos desafíos, como el 11 de septiembre, los atentados de Madrid, el cambio climático o la masiva inmigración clandestina. Lo nuevo en mí es que les quise decir a los franceses en qué y cómo todos estos acontecimientos y toda esta experiencia me habían cambiado. El que se lanza a una campaña electoral de esta importancia debe tener el coraje y la sencillez de decir la verdad. Por otra parte, nunca me arrepentí de haber apoyado a Edouard Balladur. Edouard Balladur es un hombre de Estado.
P.- ¿Considera que su candidatura es tan válida para un elector de Le Pen como para uno socialista?
R.- Se trata de dos cuestiones muy diferentes. Los electores de Jean-Marie Le Pen han perdido la esperanza en la política. Mi papel, mi ambición es entender su desesperanza y proponerles una alternativa que respete los valores republicanos. Y en cuanto a los electores socialistas, creo que han visto en Ségolène Royal una esperanza de profunda renovación del ideario del partido socialista francés y por eso la eligieron candidata del partido socialista para 2007. Al descubrir después su programa, quizás muchos de ellos se quedaron defraudados, porque es un programa de retroceso, de vuelta atrás, de generalización de la nivelación, de igualitarismo y de asistencialismo, cuando los franceses tienen un profundo deseo de rehabilitación por medio del trabajo, del esfuerzo y del mérito. Soy yo el que tengo que convencer a los electores de que mi proyecto ha escuchado esta demanda y aporta respuestas a ella.
P.- ¿Le teme a Ségolène Royal? ¿Es una dificultad suplementaria enfrentarse a una mujer?
R.- Claro que es una dificultad añadida. Pero también es algo novedoso y añade un cierto picante a esta campaña, que al final se decidirá por la elección entre dos proyectos. Uno de conservación, que es el suyo. Y el otro, de cambio, el mío.
P.- Cambio... y populismo, según le reprochan algunos críticos.
R.- Creo que confunden el hecho de ser popular con el de ser populista. Yo nunca pensé que la mayoría tuviese razón simplemente por ser mayoría. Creo en el papel de los cuerpos intermedios y de la democracia representativa. Por todo eso, no soy populista. En cambio, me siento orgulloso de ser popular, es decir, de suscitar el interés y la atención, cuando planteo una idea o hago una propuesta, porque ésa es mi responsabilidad como político.
P.- ¿Está inquieto por el avance de Le Pen y de los candidatos antisistema de la izquierda? En ningún otro país de Europa los candidatos de los extremos consiguen entre el 20 y el 25% de los votos. ¿Está enferma la sociedad francesa o se trata sólo del fracaso de la clase política?
R.- Mi papel no es estar inquieto, sino proponer alternativas. La sociedad francesa no está enferma, al contrario, manifiesta, a través de los medios que tiene a su alcance, su exasperación creciente y sus profundas ganas de cambio.
P.- Francia ocupará la presidencia de la UE en 2008. Tras el no francés a la Constitución, ¿cuál va a ser la orientación del país, si sale usted elegido?
R.- La victoria del no es el síntoma de la crisis europea mucho más que su causa. La vocación de Francia es la de estar a la vanguardia de la construcción europea. Para reconciliar a los ciudadanos con la construcción europea, no sólo hay que resolver la cuestión institucional, sino también hacer una Europa más cercana y más concreta. El crecimiento y el empleo deben ocupar un primer plano en las políticas europeas. Europa tiene que hacer respetar también sus intereses en el comercio mundial, rehabilitando la idea de la preferencia comunitaria. También tenemos que poner en marcha políticas europeas ambiciosas en materia de industria, de investigación, en el ámbito de la energía, de la protección del medioambiente y de la inmigración.
P.- A su juicio, ¿qué necesita Europa: una Constitución, un nuevo tratado menos ambicioso que la Constitución de Giscard, un presidente con plena dedicación, un ministro de Exteriores a tiempo completo, un Ejército común?
R.- De momento hacen falta las medidas de un tratado simplificado. Entre ellas, la presidencia estable del Consejo europeo, la ampliación del ámbito de la codecisión y de la mayoría cualificada, la creación de un ministro europeo de Exteriores, la regla de la doble mayoría, el derecho de iniciativa ciudadana o, incluso, el procedimiento llamado de «alerta precoz», que permite a los parlamentos nacionales verificar que la Unión respete el ámbito de sus competencias. Creo que también haría falta colocar las bases jurídicas que permitan a la UE intervenir en los nuevos sectores esenciales como la energía. Este texto no sería una nueva Constitución, sino que intentaría simplemente remediar la urgencia institucional.
La Francia del mérito y el esfuerzo
Pregunta.- Hoy se puede encontrar ya su libro 'Testimonio' en las librerías españolas y, en él, una síntesis de sus ideas políticas. Habla usted de democracia impecable, de valores, de regeneración moral... ¿Está tan corrompida la política francesa? ¿Hay que acabar con la acumulación de mandatos?
Respuesta.- Su pregunta plantea varios problemas diferentes. En primer lugar, en la República francesa se dan, a veces, comportamientos inaceptables. Afortunadamente, minoritarios. En la época de Georges Pompidou, se produjo el 'caso Markovic'. En la de François Mitterrand, el de las escuchas del Elíseo. Más recientemente, el 'caso Clearstream'. Casos como éstos, desgraciadamente, se dan en todas las democracias. Pero quizás en Francia queden más impunes que en otras partes. Lo que yo llamo democracia ejemplar es una democracia en la que estos comportamientos ya no se dan o, en cualquier caso, si se dan, son severamente sancionados. Creo que el presidente de la República tiene un papel que jugar en la promoción de esta ética, aunque, como es lógico, no pueda controlarlo todo.
Plantea, después, un problema más específicamente francés, que es el de la pérdida del sentido de la responsabilidad. Los responsables políticos han abandonado su papel; algunos empresarios, no todos como es lógico, tienen tendencia a perder el sentido de la medida en sus remuneraciones; los funcionarios son incitados a asumir un riesgo mínimo y las élites, en general, tienden a conservar su energía más que a gastarla tirando del carro de la nación hacia arriba.
Quiero una Francia que se reencuentre con el sentido del esfuerzo, del trabajo, del mérito y de la responsabilidad. Todos tenemos derechos, pero también deberes. Una democracia ejemplar es una democracia en la que, por ejemplo, los funcionarios se benefician de la protección de un empleo seguro, pero, a cambio, tienen que asegurar un servicio público exquisito. Por eso, soy partidario de la remuneración de los altos funcionarios según sus méritos.
Una democracia ejemplar es también aquella en la que los magistrados son independientes, pero también responsables. Una democracia ejemplar es una democracia en la que el presidente de la República tiene márgenes reales de maniobra para gobernar, pero en la que también tiene que rendir cuentas al Parlamento y a los franceses. Estos y otros temas son los que conforman lo que yo entiendo como una República irreprochable.
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