Hacia arriba y hacia abajo, por el Norte y por el Sur

25-07-04

11-M LA INVESTIGACION / BALANCE DE LA COMISION

Hacia arriba y hacia abajo, por el Norte y por el Sur

Los comparecientes han expuesto a los comisionados la variable de ETA y los extraños silencios en las conversaciones con Zouhier el 12-M

CAYETANA ALVAREZ DE TOLEDO

MADRID.- Postrado en una sofisticada silla de ruedas por la esclerosis lateral amiotrófica que padece desde los 20 años, el cosmólogo británico Stephen Hawking ofreció involuntariamente el pasado miércoles una esperanza a quienes ansían saber la verdad sobre el 11-M. Reconoció que los agujeros negros no destruyen para siempre lo que devoran, sino que con el tiempo acaban desintegrándose, de modo que la materia y energía que habían quedado atrapadas en ellos son finalmente expulsadas al universo del que procedían.Es decir, que los hechos -la verdad- siempre se acaban sabiendo.
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Como si el eco de la rectificación de Hawking se hubiese colado entre los leones del Congreso, la tercera semana de Comisión de Investigación del 11-M, que prometía poco, ha servido, sin embargo, para despejar algunas incógnitas. Y eso a pesar de la actitud de la mayoría de los grupos que, encabezados por el PSOE, parecen decididos a obstruir cualquier vía que suponga alejarse de su principal objetivo, que es demostrar que el Gobierno de Aznar mintió.

No sólo han vetado, en contra del criterio de los propios sindicatos policiales, la comparecencia de los confidentes -lo que inevitablemente restará valor al testimonio que esta semana prestarán sus controladores-, sino que además han llegado al paroxismo de impedir que declare el ex secretario de Estado de Seguridad Ignacio Astarloa. O sea que ante sus señorías habrán desfilado una caterva de catedráticos, un forense de tercera fila y, previa llamada telefónica del socialista Sanjuán, el portero de Alcalá, pero no el máximo responsable político de la Seguridad durante los dramáticos días que se investigan.

Pero si bien hay motivos de sobra para que el PP haga lo que algunos de sus dirigentes desearían que hiciera, que es dar carpetazo a la Comisión y centrarse en la mucho más gratificante y políticamente útil tarea de preparar su Congreso de octubre, también los hay -y de peso- para meter la cabeza en el manillar y aguantar el sprint final. Porque lo que se juega estos días en el Parlamento no es el honor de Acebes ni el de Aznar, sino la credibilidad de la clase política y del sistema democrático.

«UN SINIESTRO PUNTO DE ENCUENTRO»

La principal novedad de la tercera semana de la Comisión ha sido la variable ETA, concretamente la posibilidad de que exista algún tipo de vínculo o punto de encuentro entre la célula de Leganés y la organización terrorista vasca. Así se desprende de la última entrega de Fernando Múgica sobre los agujeros negros del 11-M, que ha sacado a relucir un cúmulo de casualidades, todas ellas sorprendentes, que vienen a sumarse al hecho constatado de que en la cárcel asturiana de Villabona coincidieron en 2001 miembros de ETA, radicales islamistas y los mismos traficantes de dinamita que proporcionaron su carga letal a los suicidas de Leganés.

De dichas casualidades tal vez la más curiosa sea que fue precisamente en el mismo callejón sin salida entre el domicilio del ex minero Emilio Suárez Trashorras y su garaje donde, en la madrugada del 2 de diciembre de 2002, se produjo el robo del coche que al día siguiente ETA hizo estallar en Santander. La que causa, sin embargo, más estupor es que las dos caravanas de la muerte -la de ETA procedente de Francia e interceptada en Cuenca, y la que El Chino cargó con explosivos en Avilés- se desplazaran hacia Madrid exactamente el mismo día, dibujando sobre el mapa una pinza macabra.

Cabe subrayar que ninguno de estos datos implica a ETA. Y, sin embargo, son indicios, pistas, que ningún investigador solvente y serio dejaría pasar por alto. El ex director general de la Policía Agustín Díaz de Mera -que soportó con admirable serenidad los embates de los portavoces de IU, PNV y ERC- sintetizó a la perfección la que debería ser la actitud de todos ante el misterio del 11-M. Señaló ante la Comisión que «hay que seguir investigando, no sólo por arriba y por abajo, sino también por el Norte y por el Sur, sin límite ni descanso, para ver si hay algún siniestro punto de encuentro».

El problema está en que ni su sustituto, Víctor García Hidalgo, ni la mayoría de los grupos parlamentarios comparte su opinión.El primero se cerró en banda y sentenció que no existe «ningún fundamento, utilidad ni indicio» que justifique una investigación en torno a la hipótesis de los vasos comunicantes. Y todos los comisionados salvo los del PP se empeñaron, con una vehemencia y una diligencia inusuales, en demostrar que era absolutamente imposible que ETA tuviera algo que ver con la masacre de Atocha.Como si no existieran los precedentes de Baqueira, Chamartín y Cuenca, ni el documento secreto que recoge la escalofriante amenaza proferida por Josu Ternera en el aeropuerto de Francfort.

Al escucharles interrogar era imposible no preguntarse si sus señorías serían igual de reacias a explorar la hipótesis de una acción conjunta si, en lugar de a ETA, los nuevos indicios apuntaran, por ejemplo, al FLN o al IRA.

LA «CONVERSION» DE LOS DELINCUENTES

Quien también tiene la obligación moral y profesional de tirar del hilo para ver si la tupida trama del 11-M oculta también vasos comunicantes es el juez Juan del Olmo. Sobre todo después de su último auto, publicado el lunes, que revela que Trashorras comerciaba de forma «continuada» con explosivos. ¿Colaboró el minero imputado por el 11-M con ETA en la comisión del atentado de Santander? Y si es así ¿de qué forma? ¿Sólo con apoyo logístico o también le proporcionó los explosivos?

Junto a estas incógnitas, la lectura de su auto suscita otras.El magistrado sostiene que la clave del 11-M está en «la conversión de personas integradas en redes delincuenciales comunes» en «directos implicados en actuaciones terroristas». Eso es evidente: salvo El Tunecino, la mayoría de los miembros del comando de Leganés eran delincuentes de poca monta, individuos que hasta el 11-M se habían dedicado al tráfico de documentos falsificados, coches robados y drogas. Caso claro es el de Trashorras, que no tenía ningún motivo, salvo hacer dinero, para sumarse a la peligrosísima aventura de sus amigos islamistas.

Tampoco se entienden las razones que pudo tener El Chino para asesinar a decenas de personas. Sus coches de lujo, gusto por la noche y las juergas que organizaba en su cuartel de Morata de Tajuña -adonde acudían chicas con piercing en el ombligo- sugieren que su vocación religiosa tenía un límite.

En efecto, todo indica que no estamos ante una trama internacional de islamistas, ni siquiera ante un grupúsculo autónomo de seguidores de Bin Laden, sino ante un fenómeno mucho más complejo y directamente relacionado con la coyuntura política nacional.

¿'QUO VADIS' CNI?

Que Al Qaeda tuvo poco o nada que ver con el 11-M es una conclusión a la que también ha llegado el ex director del CNI, quien en su testimonio señaló que la fecha del atentado, tres días antes de las elecciones generales, se escogió «con intención».

Lo que el testimonio de Dezcallar no ha servido para despejar, sin embargo, son las sombras sobre la gestión de los servicios de Inteligencia antes, durante y después del 11-M.

En el peor de los casos, se podría pensar que algún miembro del Centro pecó de falta de lealtad al Gobierno. En el mejor, que los espías no sólo no vieron venir el atentado ni lo pudieron evitar, sino que tampoco lo supieron analizar correctamente.Así lo demuestra la rocambolesca explicación que ofreció sobre los terroristas suicidas el por otra parte brillante y frío Dezcallar.El ahora embajador ante el Vaticano afirmó que los kamikazes a los que se refería el informe del CNI fechado el 15 de marzo no eran los de los trenes -puesto que para entonces ya se había demostrado que eran fruto de la fértil imaginación de alguna fuente poco fiable de la Ser-, sino los terroristas que próximamente se inmolarían en Leganés.

Tiene toda la razón, pues, Dezcallar, en que el CNI estaba «fuera de juego» en el 11-M, aunque no tanto porque así lo quiso Aznar, que también, sino sobre todo por su absoluta incompetencia a la hora de prever la masacre y desastroso análisis posterior.En este aspecto sí se parece la Comisión del 11-M a la del 11 de Septiembre: ambas han puesto de relieve la necesidad urgente de reformar los servicios de Inteligencia.

PASMOSA IGNORANCIA

El CNI no es el único pilar del Estado al que le vendría bien una dosis de autocrítica. Los testimonios ante la Comisión de los máximos responsables, anterior y actual, de la Guardia Civil han dejado tras de sí una honda estela de preocupación.

¿Cómo es posible que Santiago López Valdivielso, director general del Instituto Armado hasta el pasado mes de mayo, se enterara de la existencia de los confidentes por la prensa? La pregunta se impone. Máxime si se tiene en cuenta que la policía solicitó al general García Varela la detención del confidente de la UCO, Rafá Zouhier, el 18 de marzo, y que dicho general despachaba a diario con Valdivielso, que era su superior.

Las opciones son claras: o bien Valdivielso -que hacía tiempo que se había distanciado de Aznar y Acebes- no dijo toda la verdad o bien incurrió en una grave dejadez de sus responsabilidades.

No menos alarmante resulta la del nuevo director general, Carlos Gómez Arruche, quien reconoció públicamente ante la Comisión que firmó el informe sobre las relaciones de la UCO con Zouhier «sin tener ni idea de este tema» y porque se lo «pusieron delante».

Si no fuera porque dicho informe está plagado de omisiones y contradicciones estaríamos ante una muestra de sinceridad que a algunos incluso podría resultar refrescante. El asunto, sin embargo, es serio, porque el documento fue remitido al Gobierno de Zapatero, que no sólo lo ha dado por bueno, sino que a su vez se lo ha entregado al juez y al Parlamento.

UNA CONVERSACION INVEROSIMIL...

La falta de rigor y fiabilidad del informe del Gobierno es ya evidente: ha sido denunciada por el fiscal jefe de Avilés, quien ha dicho que a él nadie le informó «verbalmente» ni «en detalle» de la trama de la dinamita, y reconocida por el propio coronel Félix Hernando, que participó en su redacción. De los muchos datos inverosímiles que salieron de boca del jefe de la UCO, el que más impacto causó en la Comisión es que el 12 de marzo el agente Víctor habló con su confidente Zouhier hasta cuatro veces, pero que en ninguna de esas conversaciones trataron de la trama de los explosivos, sino solamente de un skin que andaba buscando la Guardia Civil en Cataluña.

A Vicente Martínez Pujalte se le puso el bigote de punta. Empezó a gesticular y en una de sus mejores intervenciones puso en evidencia la incoherencia del coronel. Y es que Hernando pretendía hacernos creer que mientras el mundo entero, desde la Patagonia hasta Pekín, hablaba de la masacre perpetrada en Madrid, del número de muertos y de las hipótesis sobre la autoría, al agente que posiblemente más cerca había estado de desbaratar la trama de la dinamita no se le ocurrió preguntarle a su confidente si tenía alguna información.

Un confidente que no era un chivato o soplón cualquiera, sino el mismo joven y corpulento marroquí que un año antes le había puesto sobre la pista de los explosivos; el mismo con quien había viajado a Asturias para localizar a los vendedores de dicha sustancia; y el mismo que le había entregado -¡en la propia mano!- una muestra de la Goma 2 que unos meses después haría correr la sangre en la capital.

En una nueva carta, Zouhier ha desmentido que hablara con Víctor sobre un skin. Tampoco es cierto que se distanciaran en vísperas del 11-M. Probablemente a su pesar y para curarse en salud, el coronel Hernando reconoció que controlador y confidente mantuvieron hasta ocho conversaciones telefónicas entre el 4 y el 13 de marzo.Este es un dato de máxima relevancia que, sin embargo, fue omitido del informe del Gobierno, que tampoco menciona la llamada Operación Merlín, que demuestra que la UCO conocía los vínculos entre Zouhier y varios delincuentes marroquíes, entre ellos Rachid Aglif, que está imputado por el 11-M.

...Y UNA PODEROSA ADVERTENCIA

Si el dato más interesante del testimonio de Hernando es esa inverosímil conversación del 12-M, lo que más revuelo ha causado es la advertencia que, sin venir a cuento, lanzó en dirección de Zouhier. Preguntado por el portavoz socialista sobre la repercusión que el caso de los confidentes podía tener sobre la futura forma de actuar de la Guardia Civil, el coronel se descolgó con un mensaje tenebroso sobre el enorme riesgo que entraña delatar a los amigos. Zouhier, sentenció, «está perdido». «Su vida corre peligro» y haría bien en «cuidarse muy mucho, porque será objeto de las iras de aquellos a los que vendió». ¿Se refería Hernando sólo a los ladrones de joyería y traficantes de hachís a quienes Zouhier denunció a la UCO o debe el confidente entender que el peligro procede también de quienes hasta ahora le habían protegido?

El mero hecho de tener que plantear esta pregunta demuestra la necesidad de poner en marcha la investigación «exhaustiva» que han solicitado los principales sindicatos policiales, que saben que sólo una política de máxima transparencia puede despejar todas las sospechas de que en el 11-M funcionó lo que ellos mismos se han atrevido a calificar como una «mafia policial».

UNA COMISARIA POCO SANEADA

Hablar categóricamente de «mafia policial» en relación con el 11-M equivale a dar un salto en el vacío: es un peligro y un error. Ahora bien, es cierto que al menos dos de los imputados por la masacre tenían estrechos vínculos con la comisaría de Avilés, sobre la que planean sombras de duda. Allí tiene su despacho el inspector jefe de Estupefacientes, Manuel García Rodríguez, conocido familiarmente como Manolón.

Vaya por delante que este agente -que controlaba a Trashorras- tiene una muy buena reputación entre sus colegas. Y, sin embargo, es evidente que por algún motivo ha faltado clamorosamente a su deber. Tanto es así que el fiscal jefe de Avilés ha calificado públicamente a la comisaría como «poco saneada» y ha dicho que considera «conveniente» abrir una investigación interna para aclarar si hubo o no negligencia.

Lo que ni el fiscal ni nadie puede entender es que la Policía de Avilés no moviera un dedo para desbaratar la trama de los explosivos a pesar de que tenía sobre la mesa indicios y advertencias de que Trashorras andaba traficando con dinamita. No sólo eso.Según el informe remitido por la Policía al Gobierno, el inspector García Rodríguez era consciente de que su protegido había trabado amistad con unos «moritos» e incluso le había visto con dos de ellos.

¿Qué le pasó a Manolón? ¿No se enteró de nada, fue excesivamente complaciente con su confidente o le dejó actuar -esa arriesgada estrategia de dar hilo a la cometa- con la esperanza de poder pillar, con las manos en la masa, a quienes comprasen el explosivo? A esta y otras preguntas clave deberá responder el inspector cuando esta semana comparezca ante la Comisión.

EL SEGUNDO COCHE DE ALCALA

Quien también tendrá mucho que aclarar esta semana en el Parlamento es el ministro del Interior, José Antonio Alonso. Resulta sin duda paradójico que quienes pedían a gritos a Angel Acebes que aportara información sobre el 11-M en tiempo real y en contra del criterio de la propia policía, que reclamaba más tiempo para investigar, sean los mismos que ahora protagonizan o justifican con su silencio el apagón informativo.

Este periódico desveló ayer que el pasado 13 de junio -es decir hace 40 días- fue hallado por casualidad en Alcalá, muy cerca de la furgoneta, un coche robado a un cliente de la compañía de alquiler Hertz. En el maletero aparecieron cartucheras de pistola y ropa que, según los análisis de ADN -realizados después de que la mayoría de las pruebas fuera borradas al lavar el coche los empleados de la empresa- pertenecían a dos de los terroristas que murieron en la explosión de Leganés.

La primera pregunta que surge es cómo es posible que la policía no diera antes con el vehículo. ¿No rastreó adecuadamente los alrededores de la estación de Alcalá tras el 11-M o fue abandonado posteriormente? ¿Y por qué no ha informado Interior a los ciudadanos de esta importante pista?

DOS POLICIAS «DESLEALES»

Una de las personas que más saben de este turbio asunto es el máximo responsable de su investigación, Telesforo Rubio. El flamante comisario general de Información -cuya esposa es muy amiga de la mujer de Zapatero- ha protagonizado, junto con el nuevo jefe de la Policía Científica, Miguel Angel Santano, el último rifirrafe de una tercera semana de Comisión tensa y bronca.

Y es que un medio de comunicación, el periódico ABC, les ha identificado como los dos policías «desleales» a quienes Agustín Díaz de Mera acusó de haber «intoxicado al PSOE con datos falsos» entre el 11 y el 14-M. A falta de que esta grave acusación sea confirmada, existen algunos indicios que permiten sospechar de la lealtad de estas dos personas al Gobierno de Aznar.

En primer lugar, porque han sido los únicos en recibir una promoción tras la victoria de Zapatero. Y en segundo término, porque cuando comparecieron ante la Comisión ofrecieron una versión de los hechos, que no sólo no se correspondía con la realidad, sino que parecía diseñada para avalar la tesis del PSOE: Rubio aseguró que no se estaba investigando ni una posible conexión de ETA con el 11-M ni a los confidentes, y se negó a contestar si se había reunido con dirigentes socialistas en la sede del partido en Gobelas. Santano, por su parte, dejó caer un dato falso que daba a entender que la pista islamista se había impuesto por completo a la etarra por la mañana del 12-M.

Es un ejemplo más del sectarismo que tiene atenazada a una Comisión en la que los elementos partidistas priman sobre la búsqueda de la verdad. Esto conlleva un riesgo muy serio, ya que va minando la confianza de los ciudadanos en quienes les representan, en quienes les protegen y en quienes les gobiernan.

Los agujeros negros del 11-M siguen, pues, ahí. Y, sin embargo, lentamente algunos empiezan a resquebrajarse. Las aportaciones periodísticas, los testimonios ante la Comisión, el roce y las contradicciones han ido desenterrando datos y pistas, hacia arriba y hacia abajo, por el Norte y por el Sur, que cada día nos acercan un poco más al objetivo de averiguar quién mató a 191 personas el pasado 11 de Marzo en Madrid. Eso sí, como bien advirtió ese sabio llamado Hawking, tendremos que ser pacientes.

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