El Gobierno utilizó al 'número dos' de Exteriores para negociar con ETA

19-06-07



VUELTA A LAS ARMAS / Algunas fuentes sostienen que su labor pudo ser la de mero «facilitador» pero él lo niega «rotundamente» / Estuvieron por parte de la banda veteranos como Maiztegi Bengoa, Maiza Artola o Yurrebaso

El Gobierno utilizó al 'número dos' de Exteriores para negociar con ETA


Bernardino León facilitó los contactos que tuvieron los representantes del Ejecutivo con la banda tras el atentado de la T-4 Por parte de ETA, participaron Maiztiegi, 'Josu Ternera', Salaberria y Yurrebaso

ANGELES ESCRIVA

MADRID.- Nombres como los de Jesús Eguiguren, Javier Moscoso o Bernardino León aparecen como protagonistas en diferentes momentos y con distinta intensidad de las negociaciones con ETA que el Gobierno mantuvo desde el mes de agosto de 2005 hasta después de las elecciones del mes de mayo. A éstos hay que contraponer los de sus interlocutores, como Josu Ternera, Jon Maiztiegi Bengoa, Juan Cruz Maiz Artola, Juan Carlos Yurrebaso o Jon Salaberria.


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En los primeros contactos, celebrados en Ginebra y en Oslo, que derivarían más adelante en el anuncio de la tregua, estuvieron presentes, entre otros, el presidente del PSE, Eguiguren, Ternera y Maiztiegi Bengoa. Intervino en su preparación, según las fuentes consultadas, Javier Moscoso, como experto jurista -como también lo es el líder de los socialistas vascos-.

En algunos de los contactos posteriores, incluso tras el atentado de la T4, habría intervenido el secretario de Estado de Exteriores, Bernardino León. Algunas fuentes le atribuyen una función meramente técnica, cuyo fin sería garantizar la celebración de unas reuniones que se producían en el extranjero y cuya participación incluía a personalidades de diferentes países.

Otras fuentes le confieren un papel más activo en los asuntos de discusión entablados con los dirigentes etarras y señalan que pudo participar en algunos momentos delicados, como sería después del atentado de la Terminal 4 de Barajas.

Consultado por este periódico, el número dos del Departamento de Exteriores aseguró «rotunda y tajantemente» que no ha organizado «ningún tipo de contacto ni reunión que tuviera que ver con el proceso», informa Marisa Cruz. Especificó que en el desempeño de su trabajo suele tener relación con las legaciones diplomáticas de los diversos países pero que, «al menos conscientemente», no ha transmitido ninguna orden al respecto.

Los nombres citados se encuentran entre los que no han trascendido, incluidos los de los mediadores internacionales de la Fundación Henri Dunant que ha estado custodiando los documentos derivados de las conversaciones y actuando de fedataria de los encuentros.

Los primeros contactos -desde luego los preparatorios de la tregua- fueron protagonizados sin duda por Josu Ternera en representación de ETA. En aquellos momentos, tras haber pertenecido a la Comisión de Derechos Humanos del Parlamento vasco y haber tenido que huir por la reapertura de una causa relativamente antigua contra él, pasaba por haberse vuelto posibilista.

La tesis venía a sostener que, ya veterano, y una vez había adquirido la pátina de conformismo y aburguesamiento que la propia banda terrorista siempre ha conferido a quienes -aunque fuera en su nombre-, han obtenido representación política, Josu Ternera era partidario de encontrar una salida sin vencedores y vencidos a una organización terrorista que estaba atravesando una situación de evidentes dificultades operativas y de representación popular. Además, la preparación de todo este proceso venía precedida por las conversaciones mantenidas entre Eguiguren y Arnaldo Otegi, desde hacía años, en las que, al decir de los socialistas, parecía vislumbrarse cierto cambio de actitud en la izquierda abertzale que encontró receptividad en el nuevo Gobierno.

Junto a Ternera, las citadas fuentes sitúan en un primer momento a Juan Cruz Maiztegi Bengoa, otro veterano, considerado el experto de la banda en la construcción de zulos a lo largo de los años 70 y principios de los 80, y que fue procesado en su día por un delito prescrito de colaboración con banda armada en relación con el secuestro y asesinato en 1981 del ingeniero José María Ryan.

Maiztegi nunca fue juzgado porque logró huir. De hecho, en 1998 fue el motivo del enfrentamiento entre las autoridades españolas y las belgas cuando éstas se negaron a devolverlo a México donde se había estado escondiendo durante años. El hecho es que este militante de la banda forma parte, de algún modo y junto con otros veteranos de la actual dirección, de la guardia de corps de Ternera.

Fuentes nacionalistas sostienen que la cúpula de ETA se encuentra dividida desde hace meses y de este modo, en cierta medida, coinciden de las declaraciones realizadas por el presidente Zapatero a uno de los portavoces parlamentarios la pasada semana en las que aseguraba que la tregua la habían roto los más fundamentalistas de la banda.

Sin embargo, las fuentes policiales consultadas son más cautas en la interpretación de este punto. Son conscientes de que en un primer momento en los meses de agosto y septiembre, pareció que el sector más joven y más radical de la banda, en concordancia con un sector de Batasuna de las mismas características, había logrado rescatar la línea más dura. Sin embargo, a finales de otoño, algunos expertos advirtieron de que Ternera había pasado a un segundo plano pero, según aclararon, no tanto porque considerase que la técnica de atentar mientras se negocia -nueva teoría ideada por ETA y aplicada en Barajas- no fuera la adecuada, sino porque quería preservar su figura de negociador más moderado por si hiciera falta rescatarla en un futuro.

De modo que cuando Eguiguren se desplazó a mediados de diciembre para establecer otro contacto con la dirección de la banda pudo constatar la ausencia de Josu Ternera y su sustitución por otro interlocutor que en aquellos momentos no acertó a identificar. Se trataría de Juan Cruz Maiza Artola, de 56 años, al que la Justicia francesa atribuyó la responsabilidad de los comandos de reserva de ETA en la región de Burdeos y la función de jefe de logística desde 2002 hasta, al menos, 2005. Sus huellas fueron detectadas en cuatro zulos encontrados en el suroeste francés ese último año, entre ellos el denominado Chernobil.

Las fuentes consultadas sitúan también a Jon Salaberria en ese encuentro del que el Gobierno extrajo la errónea conclusión de que ETA no iba a atentar, al menos en las semanas siguientes. Salaberria fue parlamentario de Sozialista Abertzaleak en la Cámara de Vitoria y dirigente de Jarrai. Procesado y absuelto en varias ocasiones, la Audiencia Nacional tuvo que dictar orden de prisión en 2005 cuando huyó para no tener que declarar.

Se ha hablado también de Peio López Peña, considerado actualmente jefe militar de la banda, por encima de Txeroki, pero fuentes conocedoras del proceso han desmentido este extremo.

Sí que estuvo en alguno de los contactos ETA-Gobierno Juan Carlos Yurrebaso, otro veterano, que fue arrestado el 29 de marzo en el suroeste de Francia. Al ser detenido aseguró a los gendarmes franceses que formaba parte del aparato de interlocución y, para probarlo, les pidió que marcasen alguno de los números telefónicos que llevaba consigo. No lo hicieron y Yurrebaso acabó en prisión.

Los policías españoles, en principio, al conocer la noticia, descartaron que alguien de su perfil formase parte de la negociación -«ETA tiene que estar muy mal si utiliza gente de edad madura y con un peso aparentemente tan dudoso», aseguraron-, pero primero se comprobó que uno de los teléfonos correspondía al hombre de confianza de Nicolas Sarkozy cuando éste era ministro del Interior galo; y después se supo que, efectivamente, había estado en las reuniones. Su misión principal, en principio, era la de comunicar a los aparatos de ETA situados en distintos puntos de Francia cómo se estaban desarrollando las conversaciones.

El diario Gara afirmó que cuando fue arrestado se dirigía a uno de dichos encuentros. Probablemente se trate de una exageración, pero lo cierto es que días antes, el 17 de marzo, sí se había producido un contacto al que después seguirían otros durante la campaña electoral. En ellos ya no estuvo Ternera y, según las fuentes consultadas, asistieron representantes de ETA «de segunda fila».

Se le pidió a la banda que garantizase que no iba a volver a atentar. Probablemente se sobreentendía que, con esta actitud, se podía estar dejando entornada la puerta para más contactos futuros para la busca de una solución. Pero ETA no dio esas garantías. Al contrario, a pesar de que los enviados del Gobierno no descartaron la creación de un órgano común entre Navarra y el País Vasco, -una idea antigua, que se sometió a votación en ambas Cámaras en 1996 y que ya había salido en las conversaciones de otoño con Batasuna-, ETA no se conformó con ello y anunció el fin del alto el fuego.

Fuentes consultadas por este periódico fechan en el lunes antes del domingo electoral -una semana antes de que lo anunciase públicamente-, el día en el que ETA le comunicó al Ejecutivo que iba a anunciar el final de la tregua. Quienes conocían el contenido de los contactos sabían que mucho antes la situación ya era muy negativa.

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