'Víctor' y 'Manolón', al McDonald's

20-06-07



JUICIO POR UNA MASACRE / Las conclusiones de las defensas / RACHID AGLIF 'EL CONEJO'

'Víctor' y 'Manolón', al McDonald's

MANUEL MARRACO

MADRID.- El turno final de las defensas se abrió de manera solemne con unas palabras en griego. Remontándose más allá de Cicerón, favorito de las acusaciones, el abogado Andreas Chalaris comenzó con un «que olos apiston ime tes polities...» con el que puso «la verdad por encima de cualquier partido político».


Antes de aplicarse a la defensa concreta de Rachid Aglif El Conejo -que le escuchaba excepcionalmente desde fuera de la cabina blindada-, Chalaris arremetió contra la investigación impulsada «codo con codo» y de manera «secreta» por la fiscal Olga Sánchez y el juez Juan del Olmo.

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Desahogado ya de años de secreto sumarial, el letrado sustituyó a los clásicos griegos por las matemáticas. Según expuso, a él no le cuadraba la ecuación de que el resultado es igual a la suma de intervenciones de todos. «Si elimino los hechos de mi patrocinado y mantengo los de los demás acusados, el resultado [el 11-M] no varía. Es una cuestión matemática que se desprende de los hechos probados ante el tribunal».

La Fiscalía suma de otra manera, porque pide para Aglif 21 años de cárcel: 12 por pertenencia a una organización terrorista y nueve por tráfico de explosivos.

Una parte fundamental de su intervención se centró en el episodio más incriminatorio para Aglif: la reunión en el McDonald's de Carabanchel en la que, según las acusaciones, marroquíes y asturianos negociaron la venta de los explosivos.

Lo primero que hizo Chalaris fue resaltar que Aglif fue allí por casualidad, sólo porque a Zouhier se le había estropeado el coche. A continuación, tras ubicar en las mesas a los ocho comensales, Chalaris alteró el dramatis personae: «Por delegación, en aquella mesa, donde se sentaba Rafá [Zouhier] tenemos que pensar que estaba Víctor, y donde estaba sentado el esquizofrénico [Trashorras], estaba verdaderamente el señor Manolón».

Víctor era el controlador de Zouhier en la Guardia Civil y Manolón, el inspector de estupefacientes de Avilés Manuel García, al que a su vez informaba Trashorras (que alega problemas mentales).

El otro caballo de batalla de Chalaris a lo largo de todo el juicio ha sido la «malvada» definición que la Fiscalía hace de Aglif: «lugarteniente» de Jamal Ahmidan. «¿Un lugarteniente sin ningún súbdito? No tiene a nadie por debajo y sin embargo le dan la categoría de lugarteniente». El letrado sí aceptó que se le pudiera acusar de «otro tipo de delitos», en referencia al tráfico de drogas, pero no de terrorismo.

En su heterodoxo informe, Chalaris describió a El Chino como «un cadáver que no se sabe de qué ha muerto» y lanzó dudas sobre lo que ocurrió en Leganés. «¿Por qué no habéis hecho una prueba de los pulmones a los señores terroristas para ver si verdaderamente habían respirado botes de gases lacrimógenos?», se preguntó. Y sugirió que fue la carga empleada por los GEO para volar la puerta la que acabó provocando la explosión del edificio.

Entre otras novedades ofrecidas por el letrado se incluyó la de hacer ver que, si El Chino no llegó a España desde Marruecos hasta el verano de 2003 y para entonces ya se ofrecían los explosivos, habría que preguntarse quién era en esos meses el comprador que andaba tras ellos.

ARGUMENTOS DE SU DEFENSA

«Por delegación, en aquella mesa, donde se sentaba Rafá [Zouhier] tenemos que pensar que estaba 'Víctor' y donde estaba sentado el esquizofrénico [Trashorras] estaba verdaderamente el señor 'Manolón'».

De hacer caso a la definición que la Fiscalía hace de Aglif, éste sería el lugarteniente de Ahmidan. «¿Un lugarteniente sin ningún súbdito? No tiene a nadie por debajo y, sin embargo, le dan esa categoría».

«Si elimino los hechos de mi patrocinado y mantengo los de los demás acusados, el resultado [el 11-M] no varía».