La hojarasca nos ahoga

20-06-07



PREGUERIAS

La hojarasca nos ahoga


VICTORIA PREGO

Terminaron ayer las acusaciones y empezaron las defensas a desgranar sus argumentos, pero no por eso hemos dejado atrás la discusión, efectivamente política, de este juicio. Ayer lo dijeron José María Fuster Fabra y Andreas Chalaris, que tuvieron ambos buenas e intensas intervenciones, aunque casi opuestas en su intención. También la tuvo Carmen Pérez que hilvanó una defensa de su patrocinado bien argumentada, breve y austera. Modélica. Muy de agradecer.

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Pero, por mucho que el debate en la calle y en los medios esté adquiriendo ya la categoría de reyerta, y a pesar de que a muchos les parezcan decisivas, resultan ser perfectamente estériles para la sentencia todas esas valoraciones sobre la Guerra de Irak y su relación con el atentado de Madrid, las declaraciones de principios morales de cada quién o que algunos letrados se entretengan en lanzar torpedos contra la línea de flotación de sus colegas por no haberse portado como ellos requerían. Todas las enganchadas que hemos presenciado estos días son irrelevantes para lo único que importa.

De toda la hojarasca surgida en esta recta final de un camino que ya recorremos con la vista puesta en los primeros días de julio, en que el caso va a quedar visto para sentencia, lo único que ha interesado, supongo, a los señores Gómez Bermúdez, García Nicolás y Guevara ha sido lo que afecta directamente a las pruebas, a su valoración y a la petición de condenas o absoluciones de los acusados. Lo demás seguramente les sobra, aunque escuchen horas y horas con la paciencia que les da el convencimiento de que las partes deben poder exponer sus conclusiones con la extensión y el adorno que tengan a bien colgar de sus respectivas argumentaciones. Las jurídicas, claro.

Todo eso que estamos escuchando, en el que un letrado pide a sus señorías una sentencia que sea abierta; el otro, que dura; el de más allá, que abierta y dura no, que proporcionada; el siguiente, que tenga vocación de permanencia, y el último, que aguante el examen del mundo que nos estará mirando; todo eso no es más que retórica. Quizá inevitable en un juicio en el que la política se ha colado tanto, tanto, que ha conseguido instalarse, incluso, en frases construidas precisamente para condenar esta invasión de la política, tal es la trascendencia del enjuiciamiento de un hecho espantoso que, de no haberse producido tres días antes de unas elecciones generales, y de no haber provocado un vuelco político total, se estaría desarrollando con la dificultad propia de un asunto tan complejo pero en medio de la más absoluta paz social, mediática, política y hasta ideológica.

El tribunal tiene por eso el trabajo añadido -imposible de cuantificar- de abstraerse de todas las polémicas, las de dentro y las de fuera de la sala. Callo tienen que tener ya estos magistrados ante situaciones parecidas, pero es probable que nunca hasta ahora hayan visto a tantos gladiadores saltar a la vez, y tan armados, al mismo circo de arena. Escribirán con extremo cuidado una sentencia difícil. De eso se trata. Sólo de eso.

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