El jefe de la pericia insultó a Sánchez Manzano, convencido de que éste les engañó el 11-M

18-06-07



JUICIO POR UNA MASACRE / JUICIO POR UNA MASACRE

El jefe de la pericia insultó a Sánchez Manzano, convencido de que éste les engañó el 11-M


CASIMIRO GARCIA-ABADILLO

Las pruebas de los expertos para determinar el tipo de explosivo que se utilizó para hacer volar los trenes no han sido sino el reflejo de la negativa, por parte de los altos mandos policiales, a admitir una realidad que contradecía su versión preconcebida. Por eso, cuando apareció el DNT, el policía Alfonso Vega, director de la pericia, profirió duras descalificaciones contra el jefe de los Tedax, dando a entender que en los análisis que realizó el día de la masacre también tuvo que detectar este componente ajeno a la dinamita robada en Asturias.


MADRID. - El pasado 11 de junio, en su intervención ante el tribunal, el fiscal jefe de la Audiencia Nacional, Javier Zaragoza, hizo una encendida defensa de la versión oficial sobre lo ocurrido el 11 de Marzo de 2004. Su contundencia, el aplomo que le da la experiencia, no sirvieron para ocultar una cierta sensación de frustración, de insatisfacción ante el desarrollo de una vista oral que no ha hecho sino poner de relieve las enormes carencias probatorias de la Fiscalía para sostener una tesis tan simple como políticamente correcta. Es decir, tan cómoda para el Gobierno.

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Se da como bueno, en las conclusiones finales de la Fiscalía, que el Skoda Fabia estuvo en el lugar de los hechos desde el mismo día 11 de Marzo. Es decir, que estaba aparcado en la calle del Infantado, cerca de la estación de Alcalá de Henares, a unos 20 metros de la Renault Kangoo que contenía los detonadores, el resto de cartucho y la cinta coránica que se convirtieron en las primeras pistas de la investigación policial. La versión de Zaragoza nos lleva a admitir que ni la Policía Municipal, ni la Brigada de Información, ni la Policía Científica se tomaron la molestia de mirar y comprobar las matrículas de los automóviles aparcados al lado de la Kangoo.

Sobre la mochila de Vallecas, el fiscal se conformó con expresar su opinión sobre la no ruptura de la cadena de custodia. Obvió el informe final de la UCIE y la UCI, que incluye en una de sus conclusiones que la citada mochila «pudo ser manipulada en el Ifema». Ni siquiera mencionó el hecho de que se escamoteara al tribunal el testimonio del responsable de la custodia de una de las pruebas clave, el inspector jefe Miguel Angel Alvarez, que expresó sus dudas sobre la validez de esa prueba al juez Del Olmo y que, precisamente por ello, no fue llamado a declarar ante el tribunal.

Zaragoza no explicó por qué ha desaparecido del informe del Ministerio Público un tiroteo que presuntamente se produjo en las cercanías del piso de Leganés el 3 de abril de 2004, cuando ya la citada vivienda estaba rodeada de policías, y que figura en el escrito de acusación firmado por la fiscal Olga Sánchez. Por no hablar de la increíble versión según la cual Jamal Zougam saltaba de vagón en vagón y utilizaba como disfraz una llamativa férula implantada en su nariz.

Y, como en un atentado de tales proporciones resulta poco menos que increíble que se llevase a cabo sin que existiera un jefe, un autor intelectual, alguien de mayor nivel que El Chino o El Tunecino, la Fiscalía ha seguido manteniendo, a pesar del varapalo de los traductores, que Rabei Osman, El Egipcio, es la persona de la que «pendía el hilo» del 11-M.

LA IMPORTANCIA DE LLAMARSE GOMA 2 ECO

Sin embargo, lo más sorprendente de la exposición de la Fiscalía no son esos aspectos, con ser importantes. Ni siquiera el hecho de que Zaragoza enmascarase esas grietas en su argumentario incriminatorio con una diatriba contra los periodistas y las acusaciones que no han desfilado por la tramposa vereda de la verdad oficial. No. Lo más increíble de todo es que, para Zaragoza, «da igual el explosivo que se utilizara» en el atentado.

El del 11-M podría pasar así a la historia como el primer proceso en el que el arma no es relevante a la hora de determinar la autoría del crimen.

¿Pero cómo puede sostener la Fiscalía que el resto de las pruebas aportadas en el proceso hace poco menos que irrelevante saber qué explotó en los trenes?

Volvamos por un momento al 11 de Marzo.

Recordemos la famosa reunión de la cúpula de Interior en el despacho del secretario de Estado de Interior, entonces Ignacio Astarloa, en la que, según el subdirector operativo de la Policía, Pedro Díaz Pintado, su subordinado, el comisario jefe de Seguridad Ciudadana, Santiago Cuadro Jaén, le dice por teléfono que el explosivo es «Tita-dyn con cordón detonante».

Ese dato, según los testimonios de todos los mandos policiales ante el tribunal, llevó a pensar que, efectivamente, la masacre había sido obra de ETA.

Ese mismo día, en una reunión celebrada a las 17.00 horas, esta vez en el despacho del director general de la Policía, el ahora denostado Agustín Díaz de Mera, el propio Cuadro Jaén le dijo a Díaz Pintado que no se trataba de Titadyn, sino de una dinamita de la que todavía no se sabía la marca.

Fue a partir de entonces cuando la hipótesis de la autoría de ETA comenzó a perder fuerza. Porque, si no era Titadyn, según la versión de los jefes policiales, casi seguro que no era ETA.

Sobre las 14.00 horas de ese mismo día ya se habían hecho los primeros análisis de los restos de los focos. La perito jefe de los Tedax (Marian) tenía sobre su mesa las primeras conclusiones sobre el explosivo. Pero, sin embargo, según su versión, no hizo ningún informe por escrito.

El tipo de explosivo que, consecuentemente, debía llevar a la consolidación de una hipótesis sólida sobre la autoría del atentado, era, por tanto, una incógnita en las primeras horas de la tarde del 11-M.

Sin embargo, sobre las 15.00 horas había llegado a las dependencias de la Comisaría General de Información, en Canillas, la Kangoo cargada de pistas sobre los presuntos asesinos. Los Tedax decidieron enviar el trozo de cartucho al laboratorio de la Policía Científica, junto a un resto de polvo de extintor recogido de uno de los focos de la estación de El Pozo, y a un pedazo de cartucho de Goma 2 ECO, «para cotejo» con las citadas muestras. Es decir, que el comisario jefe de los Tedax, Juan Jesús Sánchez Manzano, ya estaba convencido o, al menos, eso quería hacer creer, poco después de las 15.00 horas del día 11 de Marzo, de que los terroristas habían utilizado Goma 2 ECO y no ninguna otra cosa.

El informe con el resultado de los análisis (el 173-Q1-04) no se redactó hasta por la noche de ese mismo día. En él se establecía la absoluta coincidencia (incluida la aparición de un misterioso elemento llamado metenamina) entre los componentes del resto de cartucho hallado en la Kangoo y el trozo de supuesta muestra patrón de Goma 2 ECO.

Marian (la perito identificada ante el tribunal por su carné profesional 17632), no paró de llamar en toda la tarde a uno de los peritos del laboratorio de la Policía Científica para saber el resultado del citado análisis, instada por su jefe Sánchez Manzano. ¿Por qué estaba tan interesado el jefe de los Tedax en que la Policía Científica confirmara su hipótesis?

¡Ojo! Estamos hablando de antes de que apareciera la mochila de Vallecas (que se localizó en la madrugada del día 12). Es decir, ante la que, hasta ese momento, se configuraba como única prueba sólida para determinar el tipo de explosivo utilizado por los terroristas.

Claro que era y es importante el tipo de explosivo. Tanto, que el relato de hechos construido por la Fiscalía sólo se sostiene si sólo estalló Goma 2 ECO, que es el explosivo utilizado en Mina Conchita y que supuestamente Suárez Trashorras vendió a El Chino el 28 de febrero de 2004.

Otro explosivo lleva necesariamente a otros autores. Eso es evidente. Y, desde luego, la aparición de Titadyn lleva indefectiblemente a ETA.

NUEVA PERICIA: VEGA INSULTA A SANCHEZ MANZANO

Por esa razón la decisión del tribunal de realizar una nueva pericia sobre los explosivos cayó como una bomba no sólo en la Audiencia Nacional, sino en el Ministerio del Interior y entre los mandos policiales que habían sostenido, sin ningún resquicio de duda, que lo que hizo saltar por los aires los trenes fue Goma 2 ECO.

La ya popular exclamación de la fiscal Sánchez, «¡vale ya!», como muestra de enfado ante la sola duda de que el explosivo fuera Goma 2 ECO, representa toda una confesión de ese estado de ánimo y, por supuesto, de la importancia de ese dato a la hora de confeccionar el relato oficial de los hechos.

La propia pericia no ha sido sino el reflejo de la negativa por parte de los altos mandos policiales a admitir una realidad que contradecía su versión. Como sucede con los malos periodistas, ni Interior, ni la Fiscalía, ni el Gobierno se podían permitir que un dato cierto estropeara su preconcebida e interesada tesis. A saber: unos fanáticos islamistas, influidos por Al Qaeda, decidieron dar un escarmiento a España por la decisión de Aznar de apoyar la Guerra de Irak; para ello, compraron más de 200 kilos de Goma 2 ECO a unos mineros hampones e hicieron estallar los trenes tres días antes de las elecciones para que el PP perdiera el Gobierno.

Pero, en un proceso penal, no sólo hay que mantener una teoría, sino, y sobre todo, hay que sustentar la culpabilidad de los imputados con hechos, con pruebas.

Vayamos por tanto a la pericia, auténtico caleidoscopio de lo que ha sido este proceso de ocultación de la verdad.

Como se recordará, tras acordar el tribunal la realización de la nueva pericia sobre los explosivos (¿cabe mayor enmienda a la instrucción realizada por Del Olmo?) se nombraron ocho peritos: cuatro oficiales (dos nombrados por la Policía Científica y otros dos por la Guardia Civil), y otros cuatro designados por las partes. El día 30 de enero tuvo lugar la primera reunión en la sede de la Policía Científica.

El tribunal adoptó todo tipo de cautelas para que la pericia se hiciera con total transparencia. El laboratorio donde se han hecho los análisis ha estado constantemente vigilado por cuatro cámaras situadas en lugares estratégicos. Todo, absolutamente todo lo que ha sucedido a lo largo de los tres meses y medio que ha durado la pericia está grabado en cintas de vídeo y de audio. Un secretario judicial, a modo de notario, ha sido el encargado de que las pruebas se realizaran con normalidad.

Los peritos han estado, por así decirlo, sometidos a constante escrutinio. Las cintas de vídeo que reflejan sus conversaciones, sus enfados, e incluso los momentos de tensión que se han producido durante todo ese tiempo, tienen un valor incalculable. Esa especie de Gran Hermano en el que han participado los ocho peritos durante más de 100 días es, sin duda, una prueba de convicción para el tribunal, la demostración palpable de cuál ha sido la actitud de los representantes de la versión oficial (con una notable excepción, como se verá).

Durante los primeros días, reinó la calma y los buenos modos. El día 2 de febrero, el director de la pericia, Alfonso Vega, (facultativo de la Policía Científica), preparó las muestras para realizar el análisis sobre la muestra M-1 (el ya referido polvo de extintor que los Tedax remitieron el 11 de Marzo al laboratorio de la Policía Científica). El día 5 de febrero, Vega y el perito nombrado por las partes, Antonio Iglesias, comenzaron a analizar esa muestra con el cromatógrafo Agilent. Operaron con una columna conocida como Tracer Extrasil ODS2. A los 7.45 minutos apareció un pico de retención correspondiente al componente nitrogricol. Poco después, a los 8.374 minutos, observaron otro pico cuyo espectro se asemejaba a la nitroglicerina.

El dato era muy importante. Sin embargo, al análisis de la muestra M-1, que después se convertiría en el principal caballo de batalla de la pericia, quedó aparcado momentáneamente ante la aparición de un nuevo elemento.

El 6 de febrero, cuando el propio Iglesias y el otro perito de la Policía Científica, Andrés de la Rosa, analizaban un resto de una pila procedente de uno de los focos, la muestra conocida como M-6.12, saltó la gran sorpresa: dinitrotolueno (DNT). Alfonso Vega no lo podía creer. Hasta que no lo comprobó con sus propios ojos. En ese momento fue cuando comenzó a proferir gritos e insultos contra los Tedax y, en especial, contra su jefe, Sánchez Manzano. Todo ello, delante de las cámaras. Era como si el responsable de la pericia se hubiera dado cuenta en ese preciso instante de que el responsable de los Tedax les había ocultado ese dato. Al fin y al cabo, hay que recordarlo, fue el laboratorio de los Tedax el que hizo los análisis de los focos, cuyas muestras no se enviaron a la Policía Científica.

¿Fue tal vez por esa razón por la que la perito de los Tedax llamó insistentemente al laboratorio de la Policía Científica en la tarde noche del día 11? ¿Sabía Sánchez Manzano que en los focos había no sólo DNT, sino nitroglicerina, como dijo ante la Comisión Parlamentaria?

La pericia había entrado en una fase crítica. En teoría, el 13 de febrero los peritos tenían que entregar sus conclusiones al tribunal y, para sorpresa de todos, en el análisis de los focos aparecía con absoluta claridad un componente que no forma parte de la Goma 2 ECO.

En el primer informe preliminar entregado a Gómez Bermúdez aparece reflejado ese dato, que ponía de manifiesto dos cosas: la primera, que no se podía sostener que en los trenes estalló Goma 2 ECO; la segunda, que los peritos oficiales, que al principio actuaron como técnicos, comenzaban ya a adoptar una posición más política con el objeto de mantener esa hipótesis contra viento y marea.

Tras la aparición del DNT, Vega ordenó la repetición de todos los análisis de las muestras de explosivo intacto, bajando el umbral de identificación. Es decir, aumentando la sensibilidad de los aparatos utilizados para tratar de detectar ese componente en dichos restos en los que, durante las primeras pruebas, y sometidos a los mismos ensayos que tras los atentados, no había sido detectado.

Pero el resultado fue igualmente asombroso. Por un lado, el DNT aparecía en proporciones mínimas, al contrario de lo que sucedía en las muestras de los focos, en las que se manifestaba claramente como un componente del explosivo. Por otro, el DNT sólo aparecía en las muestras custodiadas por los Tedax, no en las que habían estado bajo el control de la Guardia Civil. Ese hecho, desmontaba, por sí solo, la teoría, expresada por Vega de forma improvisada, de que ese componente provenía de la contaminación en la fábrica de Maxam (antes Unión Española de Explosivos), que, anteriormente, había producido en sus instalaciones de Páramo de Masa Goma 2 EC (que sí contiene dinitrotolueno).

Vega trató de demostrar que el DNT era fruto de una reacción química y forzó la realización de pruebas de envejecimiento (por medio del calentamiento de las muestras), lo que resultó otro rotundo fracaso para su atrabiliaria hipótesis.

Llegó el momento de entregar el segundo informe preliminar al tribunal y ese hecho provocó otro de los momentos tensos de la pericia.

Los peritos oficiales sostuvieron que la aparición del DNT en la mayoría de las muestras de explosivo intacto demostraba que no se trataba de un componente del explosivo, sino que era el fruto de una contaminación.

A última hora de la tarde del día 26 de febrero, de forma casual, uno de los peritos de las partes sorprendió al perito de la Policía Científica Andrés de la Rosa remitiendo un fax a la Audiencia Nacional con las conclusiones de los peritos oficiales y sin la firma del resto.

Los cuatro peritos de las partes montaron en cólera ante esa maniobra y forzaron la elaboración de otro documento en el que hicieron constar sus alegaciones.

Sin embargo, la noticia ya había sido convenientemente filtrada a los medios amigos. De esa forma, El País, por ejemplo, tituló en su portada a cuatro columnas en su edición del 27 de febrero: «El análisis final de explosivos del 11-M desbarata la tesis clave de la conspiración». Según el citado rotativo, en ese supuesto informe final se ponía de manifiesto que el explosivo que estalló en los trenes era Goma 2 ECO, «del mismo tipo que la robada en Asturias» y que el DNT no era un componente del explosivo sino que «se había contaminado en su fabricación o en otro momento».

¿Se referiría a nuestros colegas de El País la fiscal Sánchez cuando, en su alegato ante el tribunal el pasado día 12, habló de periodistas que no están a la altura de la responsabilidad que requiere su profesión?

Ya hemos expuesto en estas mismas páginas los denodados esfuerzos del director de la pericia, instruido por su jefe, el comisario general de Policía Científica, Miguel Angel Santano, por argumentar con poco éxito distintas teorías para justificar que la aparición de componentes incompatibles con la Goma 2 ECO era siempre atribuible a peregrinas causas. No insistiremos en ello.

Pero trasladémonos a otra fecha clave de la pericia. El 20 de marzo de 2004. En la mañana de ese preciso día, otro de los peritos de las partes, Carlos Romero, y Carlos Atoche (teniente de la Guardia Civil y defensor acérrimo de la versión oficial), cuando se encontraban realizando un análisis en un cromatógrafo de gases marca Varian con la muestra M-1 (el polvo de extintor), descubrieron nitroglicerina. Claramente. El hecho provocó un evidente nerviosismo en el director de la pericia y en el propio Atoche (que ejercía de primus inter pares entre los peritos de la Benemérita). Vega puso el grito en el cielo: «No puede ser nitroglicerina. Lo digo yo, que soy el director de la pericia. Y si hay dudas, impongo mi criterio».

El perito Antonio Iglesias recordó en ese momento que, ya en un primer análisis, realizado el 5 de febrero, se detectó un pico de nitroglicerina en aquella misma muestra.

Si el DNT desbarataba la teoría oficial, la nitroglicerina llevaba directamente en la dirección contraria: no sólo no podía ser Goma 2 ECO, sino que podía ser Titadyn. ¡Horror!

Como el dato era trascendental, el hallazgo se sometió a diversas verificaciones. La primera consistió en una cromatografía de gases en un cromatógrafo marca Agilent, utilizando el método split. Posteriormente, se sometió a la M-1 a una nueva comprobación en cromatografía líquida HPLC. Todas esas analíticas dieron positivo: es decir, seguía apareciendo con absoluta claridad la nitroglicerina. Pero, para que desaparecieran todas las dudas, aún se sometió a la muestra a otras dos pruebas de HPLC, que, naturalmente y para desesperación de Vega, dieron, de nuevo, positivo.

Ante el callejón sin salida al que se había llegado, la aparición de un elemento cuya existencia se negaba a admitir el director de la pericia, los cuatro peritos de las partes optaron por elaborar un escrito para remitirlo al presidente del tribunal antes de las fiestas de Semana Santa.

Según el testimonio de uno de los peritos de las partes, el acuerdo para hacer llegar el documento dando cuenta del hallazgo de la nitroglicerina al juez Gómez Bermúdez antes del paréntesis de la Semana Santa se produjo porque, tal y como dijo: «No nos fiábamos de lo que podía suceder durante esos días».

Y no es que estemos ante gente particularmente suspicaz. Es que las semanas de convivencia en el laboratorio de la Policía Científica habían puesto de manifiesto la predisposición de los peritos oficiales a desechar por principio todo cuanto se apartaba de sus tesis.

Algunas casualidades, como el apagón que se produjo en el laboratorio justo después de la aparición del DNT o el súbito borrado de la base de datos del ordenador del laboratorio del archivo donde se encontraban los ensayos realizados sobre la M-1 no alentaban precisamente a crear un clima de confianza entre profesionales que, probablemente en otras circunstancias, hubiesen llegado a iguales o parecidas conclusiones.

En ocasiones, la falta de colaboración por parte de los peritos oficiales hacía pensar en algo más grave. Por ejemplo, Vega no tuvo ningún inconveniente en mostrar el cromatógrafo que realizó en su día con la M-1. Es decir, el que dio lugar al informe 173-Q1-04. Sin embargo, cuando Iglesias le instó a que le enseñara el que se hizo con el explosivo hallado en la mochila de Vallecas (el que se corresponde con el informe 173-Q2-04), Vega se negó en redondo. ¿Por qué?

Por fin, el 29 de marzo, los cuatro peritos de las partes ya tenían elaborado su escrito. El texto fue leído a los cuatro peritos oficiales en la tarde de ese mismo día. Los dos peritos de la Policía Científica (Vega y De la Rosa) se opusieron de plano a su contenido. Un perito de la Guardia Civil (Atoche) ponía muchas reservas, pero el otro teniente (José Luis Ferrando) se adhirió a su contenido, aunque advirtió de que le iba a ser imposible firmarlo.

En la mañana del 30 de marzo, el escrito fue remitido al presidente del tribunal. Esa misma mañana, Atoche aceptó la presencia de la nitroglicerina en la M-1 y, en última instancia, también lo hizo el propio Vega, quien, aunque se negó a firmar el documento, admitió su existencia verbalmente ante una de las cámaras instaladas en el laboratorio.

VEGA SE NIEGA A LA INSPECCION DEL ALMACÉN DE LOS TEDAX: NO QUIERE «CREAR VICTIMAS»

El asunto se había puesto muy feo para los defensores de la teoría oficial.

Según los peritos de las partes, los restos de explosivo hallado en la muestra M-1, la única correspondiente a los focos que no había sido lavada con acetona y agua, apuntaba, sin ninguna duda, al Titadyn. Y así se demostró cuando se compararon las analíticas de dicha muestra con las que se hicieron con el explosivo incautado a ETA en Cañaveras.

Pero Vega, como siempre, al quite, utilizó un nuevo argumento para desanimar a los peritos de las partes. En la M-1 había restos de ftalato de dibutilo (DBF), un componente de la Goma 2 ECO que no incluye el Titadyn.

Casualmente, uno de los peritos de las partes (Gabriel Moris) sabe bastante de plásticos e inmediatamente echó por tierra tan socorrida como endeble explicación.

La presencia del DBF va asociada a la de determinados polímeros, en los que interviene como plastificante y, muy especialmente, a la del cloruro de polivinilo (el conocido PVC). Con ese compuesto se fabrican muchos artículos de plástico, como tubos, bolsas, mobiliario, etc. E incluso también está presente en pinturas. Dar relevancia a la aparición de DBF en los restos hallados en los focos de las explosiones, en las que hay restos de pintura y plásticos, era una muestra más de la desesperación en la que se encontraban los peritos oficiales en ese momento tan crucial.

Finalmente, el director de la pericia tuvo que admitir: «Nunca diagnosticaré por la presencia de estos picos (los ftalatos) que es Goma 2 ECO».

Pero Vega estaba sometido a una fuerte presión. No olvidemos que el laboratorio de la Policía Científica está justo al lado del despacho del comisario Santano. Así que, una y otra vez, el director de la pericia tenía que sacar de su chistera nuevas teorías para contrarrestar la evidencia de los datos. Y así fue como se sacó de la manga la teoría de la porosidad de las bolsas donde se habían guardado los restos y, como consecuencia de ello, la contaminación de los mismos en el laboratorio de los Tedax.

El día 12 de abril se produjo quizás el momento de mayor tensión entre los dos grupos de peritos. Dada la insistencia del director de la pericia en la teoría de la contaminación ambiental, los cuatro peritos de las partes propusieron llevar a cabo una inspección en el almacén de los Tedax donde se habían guardado todas las muestras correspondientes al atentado del 11 de Marzo.

Uno de los peritos de la Guardia Civil (Ferrando) se mostraba partidario de hacerlo, aunque reconoció que «los jefes» le habían pedido que no respaldara la petición de inspección del almacén de los Tedax. En un momento de acaloramiento, Vega llegó a pronunciar la siguiente frase: «No quiero hacer víctimas». Todos los allí presentes lo interpretaron como una mera excusa que tenía como justificación proteger a Sánchez Manzano.

Aunque el argumento no convenció a los peritos de las partes, el voto de calidad de Vega evitó que Gómez Bermúdez diera su visto bueno para que los peritos visitaran el almacén donde presuntamente las partículas de nitroglicerina y DNT (y no las de ningún otro compuesto) volaron sabiamente hacia los restos de las explosiones del 11-M para mezclarse con la Goma 2 ECO.

Por fin, el 15 de mayo (día de San Isidro), los peritos se citaron en el complejo policial de Canillas para firmar el anhelado informe final sobre los explosivos.

Los cuatro peritos de las partes decidieron hacer cada uno su propio escrito de conclusiones. Los peritos oficiales acordaron perfilar un escrito conjunto y decidieron reunirse aparte en una sala contigua al laboratorio.

Los peritos de las partes se marcharon a almorzar a mediodía a un restaurante cercano. Uno de ellos, nervioso, se trasladó antes que sus compañeros a la sede de la Policía Científica y, sin pretenderlo, pudo escuchar la ruidosa discusión que mantenía Vega con los peritos de la Guardia Civil. Para el director de la pericia era fundamental que, al menos los cuatro peritos oficiales, suscribieran un mismo documento con idénticas tesis. Sin embargo, los peritos de la Guardia Civil (sobre todo Ferrando) se oponían a admitir que el DNT fuera un contaminante y no un componente de los explosivos.

De esa forma y para sorpresa del Ministerio del Interior y de la Fiscalía, los peritos de la Policía Científica y de la Guardia Civil hicieron documentos por separado, lo que restó aún más credibilidad a las teorías de Vega sobre la contaminación.

Han sido tres meses y medio de tensiones y discusiones, a veces muy duras, en las que se ha puesto de manifiesto hasta qué punto era importante para la teoría oficial demostrar que en los trenes estalló Goma 2 ECO.

Tal como ha resultado la pericia sobre los explosivos, al tribunal le va a ser muy difícil establecer cuál fue el explosivo que utilizaron los terroristas. La Fiscalía ha demostrado en todo este proceso que, en lugar de buscar la verdad sobre los hechos, lo que ha pretendido siempre ha sido encajarlo todo en una tesis preconcebida. Por mucho que se empeñen los palmeros de la teoría oficial, la prueba que sujetaba todo su armazón se ha derrumbado sin remedio.

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