El tramposo no parece ser Rajoy...
10-06-06
LA POLÉMICA NACIONAL
El tramposo no parece ser Rajoy...
BATASUNA, EL GOBIERNO, EL PP Y LAS VICTIMAS. El debate sobre el verdadero estado de la Nación llegó días después del oficial, mientras la AVT preparaba su protesta pública: Zapatero, de golpe, está entre la espada y la pared.
VICTOR DE LA SERNA
LA POLÉMICA NACIONAL
El tramposo no parece ser Rajoy...
BATASUNA, EL GOBIERNO, EL PP Y LAS VICTIMAS. El debate sobre el verdadero estado de la Nación llegó días después del oficial, mientras la AVT preparaba su protesta pública: Zapatero, de golpe, está entre la espada y la pared.
VICTOR DE LA SERNA
Las víctimas del terrorismo tienen convocada para esta tarde una concentración en Madrid que podría servir de termómetro para nuestra temperatura política, que se ha disparado tras el debate trampa del estado de la Nación, cuando el candente asunto de la negociación política con la banda terrorista o con su rama Batasuna fue soslayado por tácito acuerdo de Rajoy y de Zapatero. El debate del martes en el Congreso recuperó el tiempo perdido y sirvió para escenificar la ruptura PP-PSOE.
(.../...)
Una vez más, los medios informativos no están actuando tan sólo como los consabidos notarios de la actualidad, sino como auténticos protagonistas, azuzando o reprendiendo a los actores políticos. De eso mismo acusaba El País al PP, en un antológico editorial sobre esa ruptura, cuando se lamentaba: «El primer partido de la oposición cede a la presión de los más furiosos demagogos». Eso, descodificado, significa «la presión de esos indeseables de EL MUNDO, la Cope y asimilados». Pero la presión más eficaz es siempre la de El País. En ese editorial se afirmaba que la justa indignación del PSOE con los exabruptos del PP (convertida en la «paciencia de Job» en la versión/eco de Fernando Delgado en la Ser) «no debería servirle de disculpa para ignorar sus propias equivocaciones», y proseguía: «Si era necesario adelantar el momento del diálogo con Batasuna» -por razones que han ido conociéndose a posteriori- «tendrían que habérselo comunicado así al líder de la oposición». Mano de santo, oiga: horas después, José Blanco presentaba sus «disculpas» al PP por no haberlo avisado de los contactos del PSE con la ilegalizada rama de ETA.
Naturalmente, el secretario de Organización del PSOE acompañaba sus excusas de múltiples reproches al PP por pasarse de rosca y por no aceptar estos contactos como los socialistas antaño aceptaban los del Gobierno de Aznar. En eso también repetía los argumentos de un editorial de antología, digno de un lugar de honor en las hemerotecas y en los análisis semióticos. Entre el palo y la zanahoria ante una situación delicada («será entre conveniente e imprescindible la complicidad de Gobierno y oposición»), el diario progubernamental incurría en todo tipo de ataques a la inteligencia del lector: la propuesta anti-negociación de Rajoy, decía, se hace «en términos políticos aparentemente racionales pero tramposos» porque «en el momento actual el Gobierno no se puede comprometer a no dialogar con ETA y Batasuna antes de la desaparición definitiva de la banda». ¡Pero si es que Zapatero ya se había comprometido a ello repetida y solemnemente! («La paz primero, la política luego»...). Y resulta risible su demostración de que el Estado de Derecho sigue funcionando ante ETA: porque un etarra ha sido detenido ¡por la Policía francesa! y porque el juez Grande-Marlaska «mantiene vivos los procedimientos abiertos», ¡en claro enfrentamiento con el fiscal del Estado y con el Gobierno!
Es que a golpe de defender contradicciones, no sólo políticas sino jurídicas, sociales y morales, los mejores editorialistas acaban incurriendo en lo mismo. «Convendría que el Gobierno reflexionara con más realismo y menos optimismo», advertía La Razón. Quizá se vea obligado a ello: llega un momento en que la táctica de los discursos contradictorios para contentar a tirios y troyanos se estrella ante la impertinente, la tozuda realidad.
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Una vez más, los medios informativos no están actuando tan sólo como los consabidos notarios de la actualidad, sino como auténticos protagonistas, azuzando o reprendiendo a los actores políticos. De eso mismo acusaba El País al PP, en un antológico editorial sobre esa ruptura, cuando se lamentaba: «El primer partido de la oposición cede a la presión de los más furiosos demagogos». Eso, descodificado, significa «la presión de esos indeseables de EL MUNDO, la Cope y asimilados». Pero la presión más eficaz es siempre la de El País. En ese editorial se afirmaba que la justa indignación del PSOE con los exabruptos del PP (convertida en la «paciencia de Job» en la versión/eco de Fernando Delgado en la Ser) «no debería servirle de disculpa para ignorar sus propias equivocaciones», y proseguía: «Si era necesario adelantar el momento del diálogo con Batasuna» -por razones que han ido conociéndose a posteriori- «tendrían que habérselo comunicado así al líder de la oposición». Mano de santo, oiga: horas después, José Blanco presentaba sus «disculpas» al PP por no haberlo avisado de los contactos del PSE con la ilegalizada rama de ETA.
Naturalmente, el secretario de Organización del PSOE acompañaba sus excusas de múltiples reproches al PP por pasarse de rosca y por no aceptar estos contactos como los socialistas antaño aceptaban los del Gobierno de Aznar. En eso también repetía los argumentos de un editorial de antología, digno de un lugar de honor en las hemerotecas y en los análisis semióticos. Entre el palo y la zanahoria ante una situación delicada («será entre conveniente e imprescindible la complicidad de Gobierno y oposición»), el diario progubernamental incurría en todo tipo de ataques a la inteligencia del lector: la propuesta anti-negociación de Rajoy, decía, se hace «en términos políticos aparentemente racionales pero tramposos» porque «en el momento actual el Gobierno no se puede comprometer a no dialogar con ETA y Batasuna antes de la desaparición definitiva de la banda». ¡Pero si es que Zapatero ya se había comprometido a ello repetida y solemnemente! («La paz primero, la política luego»...). Y resulta risible su demostración de que el Estado de Derecho sigue funcionando ante ETA: porque un etarra ha sido detenido ¡por la Policía francesa! y porque el juez Grande-Marlaska «mantiene vivos los procedimientos abiertos», ¡en claro enfrentamiento con el fiscal del Estado y con el Gobierno!
Es que a golpe de defender contradicciones, no sólo políticas sino jurídicas, sociales y morales, los mejores editorialistas acaban incurriendo en lo mismo. «Convendría que el Gobierno reflexionara con más realismo y menos optimismo», advertía La Razón. Quizá se vea obligado a ello: llega un momento en que la táctica de los discursos contradictorios para contentar a tirios y troyanos se estrella ante la impertinente, la tozuda realidad.
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