UNA RUPTURA COMPRENSIBLE, UNA RECTIFICACION IMPRESCINDIBLE

7-06-06



EDITORIAL

UNA RUPTURA COMPRENSIBLE, UNA RECTIFICACION IMPRESCINDIBLE

El vibrante intercambio que tuvo lugar ayer en el Congreso de los Diputados terminó siendo el verdadero debate que tendría que haber tenido lugar la semana pasada, cuando el presidente del Gobierno y el líder de la oposición decidieron erróneamente aparcar el asunto que más preocupa a los ciudadanos. En este sentido, el debate ha tenido un valor político y catártico indudable.Ha roto los tabúes y acabado con las desquiciantes especulaciones acerca de lo que opinan Zapatero y Rajoy del proceso abierto por el alto el fuego de ETA.
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Esto fue especialmente cierto en el caso del líder del PP, que tuvo una tarde brillante y consiguió poner contra las cuerdas a un Zapatero parlamentariamente hábil pero falto de argumentos.Espoleado tal vez por el amor propio herido de quien se ha sentido engañado, Mariano Rajoy hizo un discurso solemne, sincero y extraordinariamente potente en el que anunció la «ruptura de toda relación» con el Gobierno si Zapatero no renuncia a la «ignominiosa» reunión con Batasuna anunciada por Patxi López. No debía haber llegado a tanto ni en el fondo ni la forma, pero el líder del PP expuso con gran claridad cuáles han sido los acontecimientos y comportamientos del presidente que le han obligado a adoptar esta postura y, sobre todo, fue capaz de reflejar la enorme gravedad que supondría que se llevara a cabo el encuentro con el brazo político de ETA: equivaldría a abrir una negociación política con una formación ilegalizada por terrorista. Y eso mientras su brazo militar sigue armado y amenazando con volver a atentar si el Gobierno no accede a sus exigencias. Como bien ha dicho Rajoy, la convocatoria de dos mesas paralelas es una mera añagaza para camuflar una negociación política con ETA que ningún Gobierno democrático ha aceptado ni puede aceptar, porque nadie, «ni siquiera usted», le dijo a Zapatero, «está por encima de la Ley».

La cuestión esencial

Las únicas dos objeciones de fondo que se le podrían hacer a Rajoy es que diera por hecho que «se ha abierto una negociación política con ETA», cuando lo que en realidad se ha hecho es anunciar que se va abrir. Y que insista en la exageración de atribuir a Zapatero «el mismo proyecto de ETA» en lugar del mismo procedimiento de negociación. Por lo demás, Rajoy consiguió centrar de manera eficaz la cuestión esencial, que es que si Zapatero quiere avanzar de la mano del PP para derrotar a ETA desde la legalidad, tiene que rectificar. El propio presidente utilizó la palabra «rectificación» y habló de «aclarar malos entendidos» para recuperar el consenso entre todas las fuerzas políticas. Sin embargo, no dio el paso necesario, que es anunciar que suspende o congela la reunión del PSE con Batasuna. Todo lo contrario. Zapatero llegó a decir que el encuentro «no vulnera ningún precepto y por supuesto no tiene ningún efecto político ni jurídico». Tal vez lo primero sea técnicamente cierto, pero lo segundo es insostenible. Por eso provocó que los representantes de las asociaciones de víctimas abandonaran la tribuna en un gesto tal vez impropio pero que hizo mella en quien, una vez más, se escudó en sus dos recursos más habituales: el talante y la evocación de los precedentes.

Zapatero insistió en hablar de la tregua del 98 cuando lo que interesa y preocupa es la de 2006. Ahora bien, si quiere establecer comparaciones, mucho más importante que el hecho de que esta vez la tregua venga precedida por casi tres años sin asesinatos es lo que ocurrió después de la tregua del 98, que es que ETA, al constatar que el Gobierno no cedería ni un ápice en sus exigencias, volvió a matar. La enorme decepción supuso también una lección para la sociedad española, que se dotó entonces de instrumentos que antes no tenía: el Pacto Antiterrorista, la Ley de Partidos y la ilegalización de Batasuna.

Desconfianza justificada

Zapatero no puede colocarnos en la situación previa a la existencia de esos instrumentos decisivos para derrotar a ETA. No puede soslayar el hecho fundamental de que su iniciativa, la reunión entre el PSE y Batasuna, burla, vacía de contenido y desborda el marco legal actual, que fue creado precisamente para proteger a los ciudadanos y al Estado de Derecho de los embates del terrorismo.En cuanto a su alusión a un editorial de nuestro periódico del año 1998, nos sentimos honrados de que lo cite y suscribimos íntegramente su contenido. Pero puestos a echar mano de la hemeroteca de EL MUNDO, hubiera hecho mejor en citar sus propias palabras de hace apenas unas semanas comprometiéndose a que en ningún caso habría un diálogo político con una organización ilegal y estableciendo un calendario que se resume en la frase «primero la paz y luego la política».

En cuanto al reproche lanzado a Rajoy de que no apoye al Gobierno de la misma manera en que lo hizo la oposición socialista durante la tregua gestionada por Aznar, es injusta y tiene mucho de maniobra de distracción. No sólo porque el respaldo de Rajoy ha sido absolutamente leal de acuerdo con las condiciones que el propio Zapatero había establecido. Sino, sobre todo, porque buena parte de la desconfianza del PP se debe a la inquietante tendencia que tiene Zapatero a hacer juegos malabares con conceptos tan importantes como la nación y la soberanía, como se ha visto con los Estatutos catalán y andaluz. En cualquier caso, de todo lo dicho por Zapatero sólo hay una palabra esencial que, a pesar de todo, permite mantener la esperanza de que se recomponga el consenso imprescindible para derrotar a ETA desde la legalidad. Esa palabra es «rectificación».Es cierto que el presidente no dio ayer marcha atrás ni señales de que vaya a desautorizar públicamente la iniciativa anunciada por Patxi López. En este sentido, está plenamente justificada la actitud de Rajoy. Pero aún cabe esperar que en los próximos días el presidente reconsidere su posición. Si ello ocurriera, Rajoy debería mostrarse dispuesto a devolverle su apoyo y ayudarle a dirigirse a ETA en los únicos términos aceptables para todos.

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