Rajoy 'el Bueno'

12-06-07




COMENTARIOS LIBERALES

Rajoy 'el Bueno'

FEDERICO JIMÉNEZ LOSANTOS

En sus declaraciones después de su forzada visita al sombrío caserón de La Moncloa, Rajoy me recordaba la hazaña famosa de Guzmán el Bueno, cuando, asediado en Tarifa y teniendo los asaltantes cautivo a su hijo, le amenazaron con degollarlo si no entregaba la plaza. Entonces, él, desde las almenas de la fortaleza, les arrojó su propio puñal, por si lo necesitaban. De todas formas, si se rendía, podían liquidar a su hijo y luego a él mismo, porque con chantajistas así no hay seguridad ninguna, así que don Guzmán estuvo sabio sobre heroico y prudente sobre arrojado. El puñal debía de ser barato, pero, incluso si era de oro recamado de ricas gemas, la inversión publicitaria resultó rentabilísima. Acertó en su desprendimiento, que es lo propio de los héroes. (.../...)
Don Mariano no parece vástago de la estirpe semisuicida de los Guzmán, pero si pierde las elecciones muchos le reprocharán su noble comportamiento en el encuentro con el Embustero Mayor del Reino, institución lamentablemente sita en la Presidencia del Gobierno. Le dirán que entregó el puñal para degollar a su criatura política, es decir, al PP, y que con su propia daga lo ultimaron los sitiadores, que son malísima gente. Claro que, aunque triunfe en las urnas, otros dirán que si hubiera tratado con la perfidia criminosa que merece el Embustero, tendría 200 escaños. Es difícil adivinar el comportamiento de las aves de corral, espejo del subditaje español, antes ciudadanía.

Naturalmente, lo que ambos han hecho es teatro electoral. Ni uno confía en engañar al otro ni el otro está dispuesto a dejarse engañar por el Neo-One. La ocasión era propicia para mentir a lo Tarradellas, por una buena causa, pero no siempre estas hazañas salen bien. Aquella vez, sí. En realidad, su primer encuentro con Suárez fue un desastre, porque entre lo que no sabía éste de historia de Cataluña y lo poco que podía fiarse de Tarradellas por poca de la Guerra Civil que supiera, allí no hubo ni simpatía, ni acuerdos, ni nada de nada.

Sin embargo, aunque entonces era materia incógnita, Tarradellas había vuelto curado de espanto y dispuesto a colaborar de buena fe en la construcción de la democracia en toda España, no sólo en Cataluña, que aislada no podía construir nada pero sí destruir la posibilidad de hacerlo, que es lo que luego pasó. Así que al salir de la entrevista fue hacia los periodistas y se lanzó a celebrar el encuentro, el encanto de Suárez y el futuro color de rosa para las libertades.

A Suárez se le abrieron los ojos de golpe y, por supuesto, no desmintió la trola tarradelliana, ni falta que hacía. ¡Lástima que no pudiera sucederle en la Presidencia del Gobierno! Ojalá no sea el caso de Mariano el Bueno. Recuérdese que Guzmán, alcalde en dificultades, conservó la plaza.

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