Unidad, sí. Pero para derrotar a ETA

11-06-2007



A FONDO

Unidad, sí. Pero para derrotar a ETA

CASIMIRO GARCIA-ABADILLO

«Sabemos que nos van a dar. Podemos, con la información que tenemos, detener un par de comandos. Pero estamos seguros de que van a hacer algo gordo. Y también que, cuando ETA hizo el comunicado de fin de la tregua, ya tenían diseñado un objetivo y cómo ejecutarlo». La confesión procede de un experto en lucha antiterrorista, un hombre preocupado por el coste que va a tener en los próximos meses el haber bajado la guardia en la lucha contra el terrorismo, el haber perdido la oportunidad de acabar con ETA, a cambio de una vaga esperanza de paz dialogada.


Es la misma seguridad que manifiestan dirigentes vascos y magistrados de la fuerza de choque jurídica que aún representa la Audiencia Nacional.

ETA tiene ahora más comandos, más infraestructura y una base política en los ayuntamientos vascos que no tenía hace 15 meses. Eso es una realidad. Por tanto, el cumplimiento de su amenaza es mucho más factible y, por ello, más aterradoras sus consecuencias. (.../...)

Nos esperan días de dolor. Si, como dijo el presidente del Gobierno en su decepcionante entrevista del pasado jueves, la principal obligación del sistema penitenciario es preservar la vida de los reclusos (como justificación a la excarcelación de De Juana), imagínense la responsabilidad que recae sobre las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado como garantes de la vida de muchos ciudadanos, ya bajo amenaza, que no tienen en su currículum una lista de 25 asesinatos.

Por lo que sé, la Guardia Civil está perfectamente al día y no ha dejado de hacer sus deberes en lo que se refiere a la lucha antiterrorista. Otra cosa es la Policía. Claro que no debemos olvidar que un representante del Gobierno (Jesús Eguiguren) firmó un acuerdo con ETA en julio de 2005 en el que se contemplaba la relajación de la actividad policial.

Sin embargo, no tengo ninguna duda de que la Policía se pondrá al día de forma inmediata. Al final, como siempre, lo importante es la voluntad política. Ahora le toca a Rubalcaba ejercer el papel de ángel exterminador con ETA. Pero el tiempo corre en contra del Gobierno. Los golpes contra la banda pueden compensar en parte su imagen de claudicación frente a los terroristas que ya le ha pasado factura al PSOE en las elecciones del 27-M.

La Fiscalía también ha recibido el mensaje. Desde la semana pasada, la orden es reactivar todos los sumarios contra el mundo de ETA. Un juez me comentaba este fin de semana: «Nos van a volver locos. Lo que hasta hace unos días era perfectamente legal, ahora es motivo de acusación». En fin, ya se sabe lo que ocurre cuando se pone al Estado de Derecho al servicio de la política con minúscula.

Pero, a pesar del desgaste, de las imprudencias, de la inexperiencia, el Estado de Derecho existe. Se ha mantenido, a veces contra viento y marea, firme. ¡Cuánto le tenemos que agradecer al hasta hace una semana denostado juez Grande- Marlaska! ¡Menos mal que no prosperaron los recursos contra Gómez Bermúdez! Cómo no valorar los esfuerzos del Tribunal Supremo para resistir las presiones del Gobierno.

Pero no. Ahora no es tiempo de reproches. Hoy toca hablar, poner las bases de un gran pacto contra ETA que incorpore también, además naturalmente del PP, a partidos como CiU y PNV.

Si es cierto que ETA tiene ahora más medios para matar que antes de la falsa tregua, también es verdad que las posibilidades de construir ese nuevo consenso son en estos momentos mayores que entonces. No sólo por la certidumbre de que los terroristas van a tratar de cumplir su promesa de muerte con un atentado lo suficientemente cruel como para que todos sepamos que van en serio, sino, sobre todo, porque Josu Jon Imaz ha resituado al PNV en el espacio moderado del que nunca debió salir. El líder de los nacionalistas vascos es un activo de la política nacional en alza y su presencia en un nuevo pacto se hace imprescindible.

Si a Zapatero hay que demandarle que acepte que la única política útil con ETA es la que lleve a su derrota, a Rajoy hay que pedirle que no acuda a la Moncloa con la lista de agravios debajo del brazo. A los dos por igual hay que exigirles altura de miras, que dejen a un lado la traducción en votos de sus gestos y hagan un esfuerzo por dar al país lo que ahora necesita: la recomposición de la unidad frente al terrorismo.


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