Así conseguí la entrevista

14-09-06



Así conseguí la entrevista


FERNANDO MUGICA

Bueno. ¡Pues al fin hablamos ya todos de lo que pasó el 11-M! ¡Ya era hora! Expertos del entorno de las Fuerzas de Seguridad me explicaron hace tiempo: «De momento, no habéis tocado ningún tema sensible para los que defienden la versión oficial de lo sucedido. El día en que rasquéis hueso, el día en que os acerquéis a la verdad, lo notarás enseguida. Desde ese instante, empieza a preocuparte.»

Es evidente que, con las últimas revelaciones, hemos rozado la zona sensible. De ahí la avalancha mediática lanzada para tapar la brecha. Lo publicado ayer por un periódico en torno a unas declaraciones hechas, en la cárcel, por Emilio Suárez Trashorras a sus padres, sólo cabe inscribirlo entre las más burdas manipulaciones periodísticas que puedo recordar. Supone un ejemplo perfecto de lo que es el periodismo amarillo, un género que, precisamente, criticaba ayer el mismo periódico en su editorial.
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En primer lugar, la frase de Trashorras estaba fuera de contexto. La conversación con sus padres se produjo en marzo de 2005. Con sus afirmaciones intentaba tranquilizarlos sobre lo que decía esos días Nayo en su contra en unas declaraciones exclusivas a EL MUNDO. Trataba de disculparse explicando, a unos padres, ajenos por completo a cualquier actividad ilícita suya, que a Nayo le habrían pagado por decirlo. Es así como llega a afirmar que cuando estuviera fuera, si a él le pagaban «contaría hasta la Guerra Civil.» Y eso es todo.

La verdad es muy simple. Lo sé de primera mano porque soy el único que ha intervenido en la gestión, realización y publicación de la entrevista con Trashorras. Afirmo rotundamente que jamás le he pagado, ni a él ni a su entorno, ni a nadie, dinero alguno por esas declaraciones.

Las insinuaciones en ese sentido, refrendadas y magnificadas por una emisora de radio importante, y por otros medios, son una calumnia intolerable, aún englobadas dentro del rifirrafe lógico que sostienen a menudo las empresas de comunicación.

Parece evidente que a Trashorras y a su entorno le han grabado siempre todo lo que ha dicho desde su entrada en prisión. Por consiguiente, los que defienden la tesis del pago de favores lo tienen muy sencillo. Que publiquen esas conversaciones, o cualquier otra que hayan podido grabarme a mí, en la que se demuestre lo que afirman. No podrán hacerlo. Sencillamente, porque no existen.

La exclusiva con las declaraciones de Trashorras que publicó EL MUNDO son el simple fruto de numerosas y largas conversaciones con quien podía tener acceso a él. El trabajo duró varios meses y la única condición impuesta fue que se respetaría la literalidad de lo que él dijera. Era muy fácil de asumir ya que es lo que he hecho siempre, en todas mis entrevistas, a lo largo de 40 años de vida profesional.

José Manuel, el padre de Emilio, me pidió también que entregara una carta personal al director de EL MUNDO en la que expresaba la angustia de la familia por los momentos por los que está atravesando.

Debo confesar, y lo hago por expreso deseo suyo, que los padres de Trashorras -dos ciudadanos honrados de clase media que luchan por la verdad con uñas y dientes- me llamaron ayer indignados con lo que se había publicado para expresar que ni Emilio, ni ellos, ni nadie de su entorno había cobrado nada por las declaraciones de su hijo. La madre fue más explícita: «Con lo que estamos padeciendo, no necesitamos dinero de esas miserias».

En el artículo difamatorio que estamos comentando se mencionaba a Trashorras como «el puntal de la teoría de la conspiración». Me gustaría precisar que, en todo caso, Trashorras sería «el puntal de la versión oficial». Fueron sus declaraciones ante el juez diciendo que había visto explosivos en el coche de Jamal Ahmidan, en la noche del 28 de febrero de 2004 en Avilés, las que dieron cuerpo a la trama asturiana y a la autoría de los moritos.

Por cierto, Trashorras no sólo ha rectificado esas primeras declaraciones en su entrevista en EL MUNDO. Rectificó ya -rotundamente y cuando aún no habían pasado ni tres meses de los atentados- ante el juez Juan del Olmo. Otra cosa es que no quisieran escucharle.

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