Ladridos a coro

16-09-06




LA TRASTIENDA

Ladridos a coro


ISABEL SAN SEBASTIAN

No existen precedentes en la memoria de una orquestación semejante a la que se ha desatado en los últimos días para tapar con su estruendo la investigación de EL MUNDO sobre el 11-M. Jamás se había producido una confluencia de instrumentos tan dispares empeñados en callar al esforzado solista. ¿Por qué motivo? ¿A qué viene tanto escándalo si, como sostienen, lo que publica este diario son un compendio de mentiras sin fundamento alguno?

El coro de vociferantes abarca desde El País al ABC, pasando por varios confidenciales y el órgano oficioso de ETA/Batasuna, Gara, que bajo el pseudónimo de Maite Soroa arremetía el jueves contra el periódico y su director, en un ejercicio de descalificación cuyo auténtico significado intimidatorio conocemos bien quienes merecemos el honor de ocupar habitualmente un espacio en su columna. Desde Rubalcaba, espléndido en el papel de filtrador/intoxicador que ya bordaba en los días en que «se inventaba» el GAL o el asalto de Vera a los fondos reservados, a Gallardón, el bienamado de Prisa, que recomienda a su partido mirar hacia otro lado. ¿Cómo va a encontrar el PSOE un pardillo dispuesto a servir de sparring en el Ayuntamiento de Madrid al favorito de Polanco?
(.../...)

Las motivaciones varían de uno a otro. En lo que atañe al alcalde de la capital está claro que la búsqueda de la verdad queda supeditada a otros intereses... digamos más personales, aunque para ello haya que volver la espalda a los compañeros que dan la cara. Del diario que antaño gobernaban los Luca de Tena prefiero no hablar, por respeto a los 15 años que pasé en aquella casa. Baste saber que lleva largo tiempo en caída libre y ha perdido más de 60.000 lectores. Lo realmente significativo es la furia manipuladora y manipulada con la que El País ha entrado súbitamente a un trapo que hasta ahora había ignorado, la impudicia que ha demostrado el Ministerio del Interior al proporcionarle munición para su cruzada, empleando unas conversaciones grabadas en la cárcel, y el caluroso aplauso que regala el diario filoetarra al «independiente de la mañana». ¿A qué es debido ese interés conjunto en que no se llegue al fondo de la peor masacre terrorista de nuestra historia? ¿Qué tratan de esconder unos y otros? ¿A quién intentan proteger? ¿Hasta dónde van a llegar en la presión de testigos clave para el esclarecimiento de lo ocurrido, como esos mandos policiales empujados a «sostener la tesis islamista»?

Unicamente hay una cosa clara: ladran, luego cabalgamos.

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