Continúa la campaña para desprestigiar al testigo Francisco Javier Lavandera
18-09-06
11-M LA INVESTIGACION / Falsas imputaciones
Continúa la campaña para desprestigiar al testigo Francisco Javier Lavandera
Nunca presentó ninguna denuncia de que hubiera encontrado un paquete bomba junto a su casa
FERNANDO MUGICA
11-M LA INVESTIGACION / Falsas imputaciones
Continúa la campaña para desprestigiar al testigo Francisco Javier Lavandera
Nunca presentó ninguna denuncia de que hubiera encontrado un paquete bomba junto a su casa
FERNANDO MUGICA
MADRID.- El diario Abc dedicaba ayer un amplio despliegue informativo a desprestigiar los testimonios de Francisco Javier Lavandera. Fue el hombre que en 2001 denunció ante la Policía y la Guardia Civil la existencia de una trama asturiana de delincuentes que vendía grandes cantidades de explosivos, tenía conexiones con ETA y buscaba alguien que supiera fabricar bombas con móviles.
Lavandera declarará así en el juicio del 11-M y está convencido de que alguien quiere eliminarlo para que no pueda hacerlo.
(.../...)
En primer lugar hay que precisar que, frente a lo que se ha dicho en distintos medios estos días, Lavandera, hasta hoy, no es un delincuente, ya que no ha sido condenado nunca. No es tampoco un confidente, porque, al margen de aquella denuncia esporádica y desinteresada, no volvió a tener ninguna relación con las Fuerzas de Seguridad. Cuando, después de 2001, tuvo nuevos datos sobre posibles actividades delictivas, las contó directa y espontáneamente a un juez.
La Policía nunca ha aceptado que Lavandera hiciera aquella denuncia de 2001. Afortunadamente para él y para la verdad de los hechos, existe constancia oficial de que la hizo gracias a que un agente de Información de la Guardia Civil, Jesús Campillo, la grabó sin su consentimiento. El contenido de la cinta de esa grabación, y por tanto de la denuncia, se dio a conocer en EL MUNDO en otoño de 2004.
Lavandera ha escrito un libro, A tumba abierta, en el que pormenoriza sus denuncias y desvela que la Policía le amenazó de muerte si relacionaba a Antonio Toro, el que presuntamente vendía dinamita, con ETA. En algunos medios, en lugar de verificar si esa afirmación responde a la realidad de lo sucedido, han tratado de desprestigiar al mensajero.
En julio de 2006 sufrió un atentado del que salió ileso. Como no consiguieron matarle, ahora optan por el procedimiento más sencillo de destruir su credibilidad. ¿Por qué no creen su declaración de 2001? ¿Es que acaso ya estaba metido en una conspiración cuando delató la trama asturiana de los explosivos y su relación con ETA tres años antes de los atentados del 11-M?
En la doble página que el Abc dedicaba ayer a intentar desbaratar las denuncias de Lavandera, además de las consabidas descalificaciones, se cometían varios errores graves incompatibles con el periodismo de calidad que predicaba el director de dicho medio desde la página tres.
En primer lugar, ya en el titular se decía que Lavandera «fingió un atentado» y que «la Policía y la Guardia Civil consideran falso el tiroteo que denunció». Se afirmaba también que fingió la colocación de una bomba contra su persona.
Pues bien, la Policía no intervino para nada en la investigación. La Guardia Civil ha llevado el caso con sigilo y no ha proporcionado a la Policía ningún dato durante las investigaciones.
Afirmaba Abc que la denuncia de Lavandera sobre el hallazgo de una bolsa con un artefacto explosivo en el portal de su casa «no es cierta, dado que la intervención policial sólo detectó una bolsa de basura con azucarillos y envoltorios de galletas». No sabemos lo que detectó la Policía, lo que es imposible es que lo hiciera en el portal de su casa y a resultas de una denuncia suya. La razón es simple. Lavandera no denunció la existencia de ninguna bomba, ni en el portal de su casa ni en ninguna parte.
Los hechos, como ya contó este periódico con todo detalle, fueron muy diferentes. El aviso a la Policía partió de los empleados de una gasolinera. Fueron ellos los que observaron debajo del coche de Lavandera, a quien conocían por razones de vecindad, un paquete que les pareció sospechoso.
La Policía se lo tomó lo suficientemente en serio como para mandar varias dotaciones y apartar a los transeúntes. Más tarde, un policía de paisano fue quien se llevó el paquete que había resultado sospechoso para los empleados de la gasolinera. La propia Policía, según la versión de un periódico local publicado aquellos días, describió el contenido del paquete como «una caja que contenía dulces». Lo habían retirado «por si algún niño lo encontraba y tenía la tentación de comer unos productos que podían estar en mal estado».
A los gasolineros les sorprendió el contraste entre las medidas que tomaron los policías de uniforme que llegaron primero y la displicencia del policía de paisano que se llevó el paquete sin tomar ninguna precaución.
Quede claro que Lavandera no denunció que hubiera encontrado ningún paquete bomba y por tanto es rotundamente falso lo publicado ayer por Abc. Es más, Lavandera no se enteró del incidente del paquete debajo de su coche hasta que un periodista se lo comentó, más tarde.
En el caso del atentado sufrido por Lavandera el 5 de julio de 2006 hemos de decir que, en contra de lo publicado por Abc, el suceso no tuvo lugar cuando se dirigía a su casa en el monte Deba, de Gijón, ya que en ese lugar no tiene ninguna casa. Se trata, en todo caso, de una pequeña parcela cedida por su propietaria para que Lavandera cuidara de unos cuantos animales, un especie de mini zoo sin ningún valor crematístico. También es falso que Lavandera denunciara que le habían disparado tres tiros ya que lo que dijo es que le habían disparado varios, cinco de los cuales impactaron en las lunetas delantera y trasera de su coche, un Renault modelo Twingo.
El Abc olvida comentar que pocos días después del atentado frustrado unos desconocidos mataron a palos a esos animales -corzos, muflones, cervatillos...- dispararon contra su perro favorito y lo dejaron muerto, colgado por el cuello, en una de las verjas de la finca.
Respecto al atentado, fue EL MUNDO el medio que estudió en profundidad el caso. Precisamente, de las largas conversaciones con Lavandera y de la reconstrucción minuciosa de los hechos, dedujimos que Lavandera había ocultado en su primera declaración algo relevante. Así lo reconocería el propio Lavandera quien terminó explicando que después de una maniobra de conducción evasiva y una huida del lugar, los asaltantes le alcanzaron en un camino cercano, momento en el que sacó su arma, una HK de nueve milímetros para la que tiene licencia de tiro olímpico, y repelió la agresión hasta que los atacantes huyeron en un vehículo. Esta versión completa fue la que proporcionó a la Guardia Civil en el segundo interrogatorio.
Uno de los dos guardia civiles que instruyeron en un primer momento el suceso, pertenecientes al cuartel de Contrueces, comentó al propio Lavandera en la tarde del atentado que, por el orificio de los tres disparos que impactaron en el cristal delantero, el arma empleada debía de ser un calibre 22. Los agujeros no superaban el grosor de un lapicero.
Es curioso que ahora se vuelva a la versión de que Lavandera se inventó el ataque. El calibre empleado y el hecho de que una de las balas impactara en el volante del vehículo, dejando una clara marca en el mismo, descartaron la primera versión que quiso difundirse en ese sentido.
El propio ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, comentó a este periódico que el suceso resultaba confuso, pero que lo más probable era que se tratara de un ajuste de cuentas. Ha sido la versión predominante hasta que Emilio Suárez Trashorras declaró a este periódico que en su opinión era la propia Policía la que quería matar a Lavandera.
Es cierto que nunca han encontrado en el camino boscoso los casquillos de bala disparados por los atacantes. Pero no es menos cierto que tampoco se han encontrado los pertenecientes a los disparos de Lavandera, y sin embargo los hizo. ¿O es que no los hizo ni siquiera para fingir su atentado? ¿En qué quedamos?
Destruir su credibilidad no restará ni un ápice de valor a su denuncia de 2001, la que pudo evitar que la trama asturiana que dicen que participó en los atentados siguiera adelante.
Lavandera declarará así en el juicio del 11-M y está convencido de que alguien quiere eliminarlo para que no pueda hacerlo.
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En primer lugar hay que precisar que, frente a lo que se ha dicho en distintos medios estos días, Lavandera, hasta hoy, no es un delincuente, ya que no ha sido condenado nunca. No es tampoco un confidente, porque, al margen de aquella denuncia esporádica y desinteresada, no volvió a tener ninguna relación con las Fuerzas de Seguridad. Cuando, después de 2001, tuvo nuevos datos sobre posibles actividades delictivas, las contó directa y espontáneamente a un juez.
La Policía nunca ha aceptado que Lavandera hiciera aquella denuncia de 2001. Afortunadamente para él y para la verdad de los hechos, existe constancia oficial de que la hizo gracias a que un agente de Información de la Guardia Civil, Jesús Campillo, la grabó sin su consentimiento. El contenido de la cinta de esa grabación, y por tanto de la denuncia, se dio a conocer en EL MUNDO en otoño de 2004.
Lavandera ha escrito un libro, A tumba abierta, en el que pormenoriza sus denuncias y desvela que la Policía le amenazó de muerte si relacionaba a Antonio Toro, el que presuntamente vendía dinamita, con ETA. En algunos medios, en lugar de verificar si esa afirmación responde a la realidad de lo sucedido, han tratado de desprestigiar al mensajero.
En julio de 2006 sufrió un atentado del que salió ileso. Como no consiguieron matarle, ahora optan por el procedimiento más sencillo de destruir su credibilidad. ¿Por qué no creen su declaración de 2001? ¿Es que acaso ya estaba metido en una conspiración cuando delató la trama asturiana de los explosivos y su relación con ETA tres años antes de los atentados del 11-M?
En la doble página que el Abc dedicaba ayer a intentar desbaratar las denuncias de Lavandera, además de las consabidas descalificaciones, se cometían varios errores graves incompatibles con el periodismo de calidad que predicaba el director de dicho medio desde la página tres.
En primer lugar, ya en el titular se decía que Lavandera «fingió un atentado» y que «la Policía y la Guardia Civil consideran falso el tiroteo que denunció». Se afirmaba también que fingió la colocación de una bomba contra su persona.
Pues bien, la Policía no intervino para nada en la investigación. La Guardia Civil ha llevado el caso con sigilo y no ha proporcionado a la Policía ningún dato durante las investigaciones.
Afirmaba Abc que la denuncia de Lavandera sobre el hallazgo de una bolsa con un artefacto explosivo en el portal de su casa «no es cierta, dado que la intervención policial sólo detectó una bolsa de basura con azucarillos y envoltorios de galletas». No sabemos lo que detectó la Policía, lo que es imposible es que lo hiciera en el portal de su casa y a resultas de una denuncia suya. La razón es simple. Lavandera no denunció la existencia de ninguna bomba, ni en el portal de su casa ni en ninguna parte.
Los hechos, como ya contó este periódico con todo detalle, fueron muy diferentes. El aviso a la Policía partió de los empleados de una gasolinera. Fueron ellos los que observaron debajo del coche de Lavandera, a quien conocían por razones de vecindad, un paquete que les pareció sospechoso.
La Policía se lo tomó lo suficientemente en serio como para mandar varias dotaciones y apartar a los transeúntes. Más tarde, un policía de paisano fue quien se llevó el paquete que había resultado sospechoso para los empleados de la gasolinera. La propia Policía, según la versión de un periódico local publicado aquellos días, describió el contenido del paquete como «una caja que contenía dulces». Lo habían retirado «por si algún niño lo encontraba y tenía la tentación de comer unos productos que podían estar en mal estado».
A los gasolineros les sorprendió el contraste entre las medidas que tomaron los policías de uniforme que llegaron primero y la displicencia del policía de paisano que se llevó el paquete sin tomar ninguna precaución.
Quede claro que Lavandera no denunció que hubiera encontrado ningún paquete bomba y por tanto es rotundamente falso lo publicado ayer por Abc. Es más, Lavandera no se enteró del incidente del paquete debajo de su coche hasta que un periodista se lo comentó, más tarde.
En el caso del atentado sufrido por Lavandera el 5 de julio de 2006 hemos de decir que, en contra de lo publicado por Abc, el suceso no tuvo lugar cuando se dirigía a su casa en el monte Deba, de Gijón, ya que en ese lugar no tiene ninguna casa. Se trata, en todo caso, de una pequeña parcela cedida por su propietaria para que Lavandera cuidara de unos cuantos animales, un especie de mini zoo sin ningún valor crematístico. También es falso que Lavandera denunciara que le habían disparado tres tiros ya que lo que dijo es que le habían disparado varios, cinco de los cuales impactaron en las lunetas delantera y trasera de su coche, un Renault modelo Twingo.
El Abc olvida comentar que pocos días después del atentado frustrado unos desconocidos mataron a palos a esos animales -corzos, muflones, cervatillos...- dispararon contra su perro favorito y lo dejaron muerto, colgado por el cuello, en una de las verjas de la finca.
Respecto al atentado, fue EL MUNDO el medio que estudió en profundidad el caso. Precisamente, de las largas conversaciones con Lavandera y de la reconstrucción minuciosa de los hechos, dedujimos que Lavandera había ocultado en su primera declaración algo relevante. Así lo reconocería el propio Lavandera quien terminó explicando que después de una maniobra de conducción evasiva y una huida del lugar, los asaltantes le alcanzaron en un camino cercano, momento en el que sacó su arma, una HK de nueve milímetros para la que tiene licencia de tiro olímpico, y repelió la agresión hasta que los atacantes huyeron en un vehículo. Esta versión completa fue la que proporcionó a la Guardia Civil en el segundo interrogatorio.
Uno de los dos guardia civiles que instruyeron en un primer momento el suceso, pertenecientes al cuartel de Contrueces, comentó al propio Lavandera en la tarde del atentado que, por el orificio de los tres disparos que impactaron en el cristal delantero, el arma empleada debía de ser un calibre 22. Los agujeros no superaban el grosor de un lapicero.
Es curioso que ahora se vuelva a la versión de que Lavandera se inventó el ataque. El calibre empleado y el hecho de que una de las balas impactara en el volante del vehículo, dejando una clara marca en el mismo, descartaron la primera versión que quiso difundirse en ese sentido.
El propio ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, comentó a este periódico que el suceso resultaba confuso, pero que lo más probable era que se tratara de un ajuste de cuentas. Ha sido la versión predominante hasta que Emilio Suárez Trashorras declaró a este periódico que en su opinión era la propia Policía la que quería matar a Lavandera.
Es cierto que nunca han encontrado en el camino boscoso los casquillos de bala disparados por los atacantes. Pero no es menos cierto que tampoco se han encontrado los pertenecientes a los disparos de Lavandera, y sin embargo los hizo. ¿O es que no los hizo ni siquiera para fingir su atentado? ¿En qué quedamos?
Destruir su credibilidad no restará ni un ápice de valor a su denuncia de 2001, la que pudo evitar que la trama asturiana que dicen que participó en los atentados siguiera adelante.
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