EL PAPA NO TIENE QUE DISCULPARSE POR HABER EXPRESADO UNA OPINION
17-09-06
Editorial
EL PAPA NO TIENE QUE DISCULPARSE POR HABER EXPRESADO UNA OPINION
Editorial
EL PAPA NO TIENE QUE DISCULPARSE POR HABER EXPRESADO UNA OPINION
Mohamed VI envió ayer una carta de protesta al Papa y llamó al embajador de Marruecos en El Vaticano a consultas, mientras otros Gobiernos y organizaciones musulmanas de todo el mundo exigían una rectificación a Benedicto XVI por las palabras pronunciadas en la Universidad de Ratisbona el pasado martes.
La reacción recuerda mucho a lo sucedido hace medio año cuando las caricaturas de Mahoma publicadas en un periódico danés provocaron una oleada de agresiones, protestas y amenazas en los países islámicos.
Examinemos, en primer lugar, lo dicho por el Papa en un discurso de carácter académico ante un auditorio universitario. Benedicto XVI se refirió a un diálogo en el siglo XIV entre el emperador bizantino Manuel II Paleólogo y un erudito persa. En ese contexto, el Papa citó estas palabras del monarca: «Muéstrame también aquello que Mahoma ha traído de nuevo y encontrarás solamente cosas malvadas e inhumanas, como su instrucción de difundir por medio de la espada la fe que él predicaba».
El Pontífice utilizó esta frase, extraída de un contexto histórico, para condenar la imposición de la fe por medios violentos; es decir, para rechazar que las ideas y las convicciones -sean cuales sean- puedan ser defendidas mediante la fuerza, el terror o la tortura. Éstas son las palabras del Papa, un corto párrafo de un largo discurso orientado a propugnar que la fe y la razón son compatibles.
A juzgar por el ingente número de protestas de los últimos días, el mundo musulmán se ha sentido ofendido por esa alusión a Mahoma y exige que el Papa rectifique. Aunque ayer la canciller Angela Merkel salía en su defensa, algunos políticos y medios de comunicación en Europa y en EEUU han reprochado al Papa esa alusión al profeta, que consideran que, al menos, fue imprudente.
No deja de ser paradójica la coincidencia de esas críticas con las declaraciones del ayatolá Husein Fadlallah en nuestro periódico, donde manifestaba ayer que la homosexualidad es una perversión y justificaba la pena de muerte para quienes tienen esta orientación. ¿Ha alzado la voz algún Gobierno, organismo internacional o asociación civil contra esta aberrante muestra de intolerancia?
El Papa ha hablado en su libre ejercicio de la libertad de opinión y ha defendido una idea que compartimos plenamente: la tolerancia. Ayer, Benedicto XVI lamentó que su discurso «haya podido ofender la sensibilidad de los musulmanes», unas palabras que le ennoblecen pero que no eran necesarias.
El derecho a criticar al Papa es simétrico al derecho del Papa a expresar sus convicciones. Y nadie puede pretender censurar o establecer cánones sobre lo que el Pontífice puede o no puede decir. Plegarse a las protestas musulmanas y aceptar que Benedicto XVI debe disculparse equivale a cuestionar la libertad de expresión y de pensamiento, que, mal que pese al islam, es la principal conquista de nuestra civilización.
La reacción recuerda mucho a lo sucedido hace medio año cuando las caricaturas de Mahoma publicadas en un periódico danés provocaron una oleada de agresiones, protestas y amenazas en los países islámicos.
Examinemos, en primer lugar, lo dicho por el Papa en un discurso de carácter académico ante un auditorio universitario. Benedicto XVI se refirió a un diálogo en el siglo XIV entre el emperador bizantino Manuel II Paleólogo y un erudito persa. En ese contexto, el Papa citó estas palabras del monarca: «Muéstrame también aquello que Mahoma ha traído de nuevo y encontrarás solamente cosas malvadas e inhumanas, como su instrucción de difundir por medio de la espada la fe que él predicaba».
El Pontífice utilizó esta frase, extraída de un contexto histórico, para condenar la imposición de la fe por medios violentos; es decir, para rechazar que las ideas y las convicciones -sean cuales sean- puedan ser defendidas mediante la fuerza, el terror o la tortura. Éstas son las palabras del Papa, un corto párrafo de un largo discurso orientado a propugnar que la fe y la razón son compatibles.
A juzgar por el ingente número de protestas de los últimos días, el mundo musulmán se ha sentido ofendido por esa alusión a Mahoma y exige que el Papa rectifique. Aunque ayer la canciller Angela Merkel salía en su defensa, algunos políticos y medios de comunicación en Europa y en EEUU han reprochado al Papa esa alusión al profeta, que consideran que, al menos, fue imprudente.
No deja de ser paradójica la coincidencia de esas críticas con las declaraciones del ayatolá Husein Fadlallah en nuestro periódico, donde manifestaba ayer que la homosexualidad es una perversión y justificaba la pena de muerte para quienes tienen esta orientación. ¿Ha alzado la voz algún Gobierno, organismo internacional o asociación civil contra esta aberrante muestra de intolerancia?
El Papa ha hablado en su libre ejercicio de la libertad de opinión y ha defendido una idea que compartimos plenamente: la tolerancia. Ayer, Benedicto XVI lamentó que su discurso «haya podido ofender la sensibilidad de los musulmanes», unas palabras que le ennoblecen pero que no eran necesarias.
El derecho a criticar al Papa es simétrico al derecho del Papa a expresar sus convicciones. Y nadie puede pretender censurar o establecer cánones sobre lo que el Pontífice puede o no puede decir. Plegarse a las protestas musulmanas y aceptar que Benedicto XVI debe disculparse equivale a cuestionar la libertad de expresión y de pensamiento, que, mal que pese al islam, es la principal conquista de nuestra civilización.
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