Zapatero reparte credenciales democráticas y alude al PP como «nueva extrema derecha»
18-09-06
CUMBRE SOCIALISTA / Ataques a la oposición
Zapatero reparte credenciales democráticas y alude al PP como «nueva extrema derecha»
CUMBRE SOCIALISTA / Ataques a la oposición
Zapatero reparte credenciales democráticas y alude al PP como «nueva extrema derecha»
Acusa a la actual oposición de «deslegitimar las instituciones y poner en cuestión el resultado electoral» / La contrapone a la «derecha democrática» de la Transición
MANUEL SANCHEZ / FERNANDO GAREA
MADRID.- Fue un golpe seco, rápido, duro y al hígado. Apenas ocupó 30 segundos de la hora y 18 minutos que usó el presidente del Gobierno y secretario general del PSOE, José Luis Rodríguez Zapatero, en la clausura de la Conferencia Política. Pero a nadie se le escapó que era el golpe que quería dar. Zapatero, a las puertas de un curso electoral, puso sobre la mesa que está naciendo «una nueva extrema derecha», que nada tiene que ver con la «derecha democrática» que ha existido en este país, y que se dedica a hacer una revisión del franquismo.
Al más propio estilo del presidente del Gobierno, empezó la introducción, antes del golpe al PP, sorprendiendo a la concurrencia con el reparto de credenciales democráticas, que incluía un reconocimiento expreso a la derecha. «Nuestros logros, como país, en este tiempo, y también desde nuestra perspectiva en todo el tiempo de la democracia, son logros compartidos. Sabemos que es difícil que la derecha haga un solo reconocimiento al PSOE, pero nosotros somos de otra manera, de otra pasta, y aunque resulte extraño en una Conferencia Socialista, yo quiero hoy hacer un reconocimiento público a la derecha democrática en nuestro país. A su papel en la Transición, en la llegada de las libertades, en la conquista de la Constitución, en su firmeza ante el inmovilismo y el golpismo, en su contribución a la UE y a nuestra entrada».
(.../...)
Nadie aplaudió. Tal vez, por ello, Zapatero extendió el apartado de agradecimientos: «Y quiero hacer este reconocimiento a la derecha democrática, a los nacionalismos, y a la izquierda comunista, que con nosotros han hecho posible tanto cambio positivo para España».
Y nadie aplaudió. Hasta que Zapatero dijo lo que quería decir, y lo que quería oír la Conferencia Política: «Reconocimiento a la derecha democrática, ahora que una nueva extrema derecha pretende revisar la Historia e, incluso, solapadamente, hacer una nueva valoración de la dictadura, deslegitimar las instituciones y poner en cuestión el resultado electoral. Por eso, quiero reivindicar a la derecha democrática».
Y, entonces, el salón de actos de la Conferencia Política se vino abajo.
No hubo más sobre el PP, ni contra el PP. Salvo vagas referencias a que ahora el PP en Cataluña pretende gobernar «con un partido que ha roto España como es CiU por la aprobación del Estatuto»; una gracieta en la que achaca la crispación del PP, no a la pérdida del poder el 14-M, sino a las derrotas electorales que se le avecinan. O una comparación entre «el partido que tiene miedo a España» y el de «la valentía».
El resto de la hora y 18 minutos, al más puro estilo Julio Anguita, fue hablar de programa, programa y programa. O, más bien, propuestas, datos, compromisos. Eso sí, mantuvo, al igual que en el mitin de Rodiezmo (León), un tono un tanto sobrado, complaciente y encantado de haberse conocido. Pero, eso sí, con datos.
Estos fueron los temas más importantes de su discurso. Todos los imaginables, excepto el 11-M.
Terrorismo.
Lo dejó para el final. No dijo nada novedoso, aunque dejó mensajes que sobrepasaban los muros del Palacio de Congresos: «El camino hacia el fin de la violencia es incompatible con la impaciencia. Será un camino que necesita tiempo y esfuerzo. Un camino largo, duro y difícil. Pero la esperanza está en pie. Nunca como ahora podremos lograr el fin de la violencia. Merece la pena y si todos ponemos lo mejor de nosotros mismos, lo lograremos».
Inmigración.
Planteó una tesis conciliadora entre el evidente endurecimiento del discurso del Gobierno y del PSOE, y la defensa de los Derechos Humanos. Como siempre, Zapatero hizo de bueno. «El Gobierno está haciendo la política conveniente para que el principio que establecimos desde el primer día que llegamos al Gobierno en materia de inmigración se cumpla. Ese principio es la legalidad. Legalidad para entrar en nuestro país. Legalidad para salir repatriado de nuestro país. Y legalidad también para aquellos que habían entrado en nuestro país y estaban trabajando ilegalmente».
Zapatero, como aprobó ayer su partido, vinculó necesariamente la inmigración al mercado laboral y, en este sentido, quiso explicar que es un bien para todos los españoles. «Si hay fraude, empleo ilegal, sin derechos y sin cotizar, eso se puede hacer a los inmigrantes, pero se puede extender y bajar las condiciones de derechos a los trabajadores de nuestro país. Por eso hay que evitarlo».
El líder socialista, además, hizo hincapié en la necesidad de buscar un marco de convivencia, donde la integración de los inmigrantes no afecte a los derechos logrados ya por los españoles.
Paz y política exterior.
«Gobierne quien gobierne, España estará siempre al servicio ya de la legalidad internacional, de Naciones Unidas y de misiones de paz. Y nunca al servicio de guerras ilegales, ni de grandes potencias, por muy poderosas que éstas sean». Con esta pretenciosa frase, Zapatero explicó su política exterior, que, como otras muchas cosas que dijo, pasará a la Historia.
El presidente defendió el envío de tropas al Líbano y, tras un elogio largo y merecido al actual ministro de Defensa, José Antonio Alonso, concitó el mayor aplauso de la Conferencia Política al pedir un reconocimiento a los soldados españoles que cumplen dichas misiones.
Unidad y elecciones.
Las referencias a la unidad del PSOE fueron constantes. La plácida, descafeinada y moderna Conferencia Política del PSOE fue para el líder socialista un paseo. Sin Maragall, sin Bono, sin Vázquez, sin Guerra... todo fue paz y acuerdo. Rodríguez Zapatero lo destacó: «España, un país al que servimos poniendo los mejor de nosotros mismos. Un país de ciudadanos que han demostrado su valor, su ambición de futuro. Una ambición de futuro que es la que tiene el PSOE, una ambición de ganar el futuro cada día, de transformarlo, de mejorar y de cambiar las cosas. ¡Dejemos que la derecha pierda el tiempo en reparar el pasado, su pasado!».
Y a continuación, añadió: «Por ello os quiero invitar a que, ante los comicios autonómicos y municipales, lleguemos fomentando y mejorando, si puede ser, que ya es difícil, este clima de unidad. Este clima de estar tan a gusto dentro de este partido que es perceptible en cualquier reunión, en cualquier acto como es en esta Conferencia. Quiero deciros de corazón, que cada día me siento más orgulloso de tener el privilegio de ser el secretario general del PSOE». Más aplausos.
Política económica y social.
Finalmente, Zapatero dedicó una gran parte de su discurso a hablar de las mejoras económicas y sociales durante su Gobierno. Crecimiento, empleo estable, incremento del fondo de la Seguridad Social, subida de pensiones, etcétera.
El presidente del Gobierno se recreó con una avalancha de datos. Pero, de todos ellos, se centró en uno. La creación de empleo estable en nuestro país, tras el acuerdo alcanzado con empresarios y sindicatos, que logró el ministro de Trabajo y Asuntos Sociales, Jesús Caldera.
«Desde que entró en vigor el acuerdo para la reforma laboral, cada día laborable se están convirtiendo 5.000 empleos temporales en indefinidos. Podemos alcanzar la cifra de 800.000 contratos, la mayoría para mujeres y jóvenes. Son nuevas esperanzas», aseguró.
Fue un discurso largo, denso y completo. Y todos salieron contentos. El PSOE, a día de hoy, sólo corre un riesgo: morir de éxito.
MANUEL SANCHEZ / FERNANDO GAREA
MADRID.- Fue un golpe seco, rápido, duro y al hígado. Apenas ocupó 30 segundos de la hora y 18 minutos que usó el presidente del Gobierno y secretario general del PSOE, José Luis Rodríguez Zapatero, en la clausura de la Conferencia Política. Pero a nadie se le escapó que era el golpe que quería dar. Zapatero, a las puertas de un curso electoral, puso sobre la mesa que está naciendo «una nueva extrema derecha», que nada tiene que ver con la «derecha democrática» que ha existido en este país, y que se dedica a hacer una revisión del franquismo.
Al más propio estilo del presidente del Gobierno, empezó la introducción, antes del golpe al PP, sorprendiendo a la concurrencia con el reparto de credenciales democráticas, que incluía un reconocimiento expreso a la derecha. «Nuestros logros, como país, en este tiempo, y también desde nuestra perspectiva en todo el tiempo de la democracia, son logros compartidos. Sabemos que es difícil que la derecha haga un solo reconocimiento al PSOE, pero nosotros somos de otra manera, de otra pasta, y aunque resulte extraño en una Conferencia Socialista, yo quiero hoy hacer un reconocimiento público a la derecha democrática en nuestro país. A su papel en la Transición, en la llegada de las libertades, en la conquista de la Constitución, en su firmeza ante el inmovilismo y el golpismo, en su contribución a la UE y a nuestra entrada».
(.../...)
Nadie aplaudió. Tal vez, por ello, Zapatero extendió el apartado de agradecimientos: «Y quiero hacer este reconocimiento a la derecha democrática, a los nacionalismos, y a la izquierda comunista, que con nosotros han hecho posible tanto cambio positivo para España».
Y nadie aplaudió. Hasta que Zapatero dijo lo que quería decir, y lo que quería oír la Conferencia Política: «Reconocimiento a la derecha democrática, ahora que una nueva extrema derecha pretende revisar la Historia e, incluso, solapadamente, hacer una nueva valoración de la dictadura, deslegitimar las instituciones y poner en cuestión el resultado electoral. Por eso, quiero reivindicar a la derecha democrática».
Y, entonces, el salón de actos de la Conferencia Política se vino abajo.
No hubo más sobre el PP, ni contra el PP. Salvo vagas referencias a que ahora el PP en Cataluña pretende gobernar «con un partido que ha roto España como es CiU por la aprobación del Estatuto»; una gracieta en la que achaca la crispación del PP, no a la pérdida del poder el 14-M, sino a las derrotas electorales que se le avecinan. O una comparación entre «el partido que tiene miedo a España» y el de «la valentía».
El resto de la hora y 18 minutos, al más puro estilo Julio Anguita, fue hablar de programa, programa y programa. O, más bien, propuestas, datos, compromisos. Eso sí, mantuvo, al igual que en el mitin de Rodiezmo (León), un tono un tanto sobrado, complaciente y encantado de haberse conocido. Pero, eso sí, con datos.
Estos fueron los temas más importantes de su discurso. Todos los imaginables, excepto el 11-M.
Terrorismo.
Lo dejó para el final. No dijo nada novedoso, aunque dejó mensajes que sobrepasaban los muros del Palacio de Congresos: «El camino hacia el fin de la violencia es incompatible con la impaciencia. Será un camino que necesita tiempo y esfuerzo. Un camino largo, duro y difícil. Pero la esperanza está en pie. Nunca como ahora podremos lograr el fin de la violencia. Merece la pena y si todos ponemos lo mejor de nosotros mismos, lo lograremos».
Inmigración.
Planteó una tesis conciliadora entre el evidente endurecimiento del discurso del Gobierno y del PSOE, y la defensa de los Derechos Humanos. Como siempre, Zapatero hizo de bueno. «El Gobierno está haciendo la política conveniente para que el principio que establecimos desde el primer día que llegamos al Gobierno en materia de inmigración se cumpla. Ese principio es la legalidad. Legalidad para entrar en nuestro país. Legalidad para salir repatriado de nuestro país. Y legalidad también para aquellos que habían entrado en nuestro país y estaban trabajando ilegalmente».
Zapatero, como aprobó ayer su partido, vinculó necesariamente la inmigración al mercado laboral y, en este sentido, quiso explicar que es un bien para todos los españoles. «Si hay fraude, empleo ilegal, sin derechos y sin cotizar, eso se puede hacer a los inmigrantes, pero se puede extender y bajar las condiciones de derechos a los trabajadores de nuestro país. Por eso hay que evitarlo».
El líder socialista, además, hizo hincapié en la necesidad de buscar un marco de convivencia, donde la integración de los inmigrantes no afecte a los derechos logrados ya por los españoles.
Paz y política exterior.
«Gobierne quien gobierne, España estará siempre al servicio ya de la legalidad internacional, de Naciones Unidas y de misiones de paz. Y nunca al servicio de guerras ilegales, ni de grandes potencias, por muy poderosas que éstas sean». Con esta pretenciosa frase, Zapatero explicó su política exterior, que, como otras muchas cosas que dijo, pasará a la Historia.
El presidente defendió el envío de tropas al Líbano y, tras un elogio largo y merecido al actual ministro de Defensa, José Antonio Alonso, concitó el mayor aplauso de la Conferencia Política al pedir un reconocimiento a los soldados españoles que cumplen dichas misiones.
Unidad y elecciones.
Las referencias a la unidad del PSOE fueron constantes. La plácida, descafeinada y moderna Conferencia Política del PSOE fue para el líder socialista un paseo. Sin Maragall, sin Bono, sin Vázquez, sin Guerra... todo fue paz y acuerdo. Rodríguez Zapatero lo destacó: «España, un país al que servimos poniendo los mejor de nosotros mismos. Un país de ciudadanos que han demostrado su valor, su ambición de futuro. Una ambición de futuro que es la que tiene el PSOE, una ambición de ganar el futuro cada día, de transformarlo, de mejorar y de cambiar las cosas. ¡Dejemos que la derecha pierda el tiempo en reparar el pasado, su pasado!».
Y a continuación, añadió: «Por ello os quiero invitar a que, ante los comicios autonómicos y municipales, lleguemos fomentando y mejorando, si puede ser, que ya es difícil, este clima de unidad. Este clima de estar tan a gusto dentro de este partido que es perceptible en cualquier reunión, en cualquier acto como es en esta Conferencia. Quiero deciros de corazón, que cada día me siento más orgulloso de tener el privilegio de ser el secretario general del PSOE». Más aplausos.
Política económica y social.
Finalmente, Zapatero dedicó una gran parte de su discurso a hablar de las mejoras económicas y sociales durante su Gobierno. Crecimiento, empleo estable, incremento del fondo de la Seguridad Social, subida de pensiones, etcétera.
El presidente del Gobierno se recreó con una avalancha de datos. Pero, de todos ellos, se centró en uno. La creación de empleo estable en nuestro país, tras el acuerdo alcanzado con empresarios y sindicatos, que logró el ministro de Trabajo y Asuntos Sociales, Jesús Caldera.
«Desde que entró en vigor el acuerdo para la reforma laboral, cada día laborable se están convirtiendo 5.000 empleos temporales en indefinidos. Podemos alcanzar la cifra de 800.000 contratos, la mayoría para mujeres y jóvenes. Son nuevas esperanzas», aseguró.
Fue un discurso largo, denso y completo. Y todos salieron contentos. El PSOE, a día de hoy, sólo corre un riesgo: morir de éxito.
Comentarios
Para mi la clave del discurso es mantener la unidad del partido creando un enemigo "extrema derecha" que aglutine a las ordas ante lo k se está viendo venir.
El resto del discurso es paja.