LIBANO, AFGANISTAN, IRAK... LA MISMA MISION, EL MISMO ENEMIGO


26-06-07



Editorial

LIBANO, AFGANISTAN, IRAK... LA MISMA MISION, EL MISMO ENEMIGO


Aunque nadie reivindicó ayer el atentado en el que murieron seis soldados españoles en el Líbano, todo apunta al grupo Fatah al Islam, vinculado a Al Qaeda, o a alguna de las ramificaciones del integrismo islámico violento que operan en este país. Nuestros soldados han perdido la vida, pues, en uno de los escenarios bélicos donde se libra la batalla entre quienes defienden la libertad y los valores democráticos frente a quienes intentan imponer una concepción fanática y totalitaria de la convivencia. Merecen por ello ser enterrados con todos los honores y, sobre todo, el reconocimiento de una sociedad que debe ser consciente de que estas seis personas estaban luchando por defender nuestros ideales y nuestra manera de vivir.

El Gobierno de Zapatero presentó el envío de 1.100 soldados españoles a este país árabe como una misión de paz, aunque no ocultó sus riesgos. Pero lo cierto es que los soldados españoles en el Líbano, al igual que los que están en Afganistán y los que estuvieron en Irak, están integrados en una fuerza multinacional que se ha convertido en el gran objetivo de Al Qaeda y sus satélites.

Mariano Rajoy afirmó ayer que los soldados españoles en estos dos países se encuentran en «un escenario de guerra» y que, por ello, el Gobierno «debe garantizar la seguridad de las tropas y no presumir de pacifismo porque el Ejército no es una ONG». La crítica del líder de la oposición puede parecer oportunista pero constata una cruda realidad, por más que Zapatero haya intentado contextualizar la presencia de esas tropas españolas en su Alianza de Civilizaciones. Lo cierto es que los grupos islamistas radicales que operan en el Líbano o Afganistán ven en ellas fuerzas de ocupación a las que hay que combatir a toda costa para provocar su salida del territorio.

Aznar envió un contingente español a Irak una vez acabada la guerra con la finalidad de contribuir a la seguridad y la reconstrucción del país. El ministro de Defensa dijo entonces que nuestros soldados iban a «una zona hortofrutícola», un eufemismo que pronto reveló su inconsistencia.

Zapatero ha enviado al Líbano esos 1.100 soldados con una filosofía muy similar, pero también los hechos están demostrando que en este país se libra una guerra contra el integrismo islámico dentro de otra guerra que enfrenta a Israel contra Hizbulá, que ha condenado el atentado. Sería, por ello, de agradecer que Zapatero hablara en el Parlamento con claridad de las misiones militares en Afganistán y el Líbano, dos países en los que el Gobierno mantiene contingentes que exceden nuestras obligaciones y nuestro peso internacional, probablemente para compensar la retirada de Irak.

Por respeto a las víctimas de estas misiones, Zapatero tiene que dejar de lado eufemismos como el del «terrorismo internacional» y explicar a los españoles que nuestros soldados se están jugando la vida para defender unos valores y un modelo de sociedad que está amenazado por el fanatismo islámico. No estamos en esos sitios para realizar misiones humanitarias, sino para cumplir nuestras obligaciones como miembros del mundo occidental, de la OTAN y del club de países democráticos empeñados en hacer prevalecer la sociedad abierta sobre el integrismo musulmán.

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