'Goebbels con tetas'

28-09-06


LA GRADA DE LOS LEONES

'Goebbels con tetas'


Por RAUL DEL POZO

Cuentan que el látigo fue el primer objeto que rompió la barrera del sonido. Ayer, una vez más, el látigo restalló y crujió en el Congreso de los Diputados, cuando Sus Señorías se lanzaban azotes sobre terrorismo y emigración. «Mis expectativas para el fin de la violencia se mueven en los mismos parámetros que el día que ETA declaró el alto el fuego». Lo dijo ayer en la sesión de control José Luis Rodríguez Zapatero, que, según uno de sus hombres de confianza, «es el que tiene más información, toda la información y es el único».

El Grupo Socialista eligió como sparring a Paulino Rivero, de Coalición Canaria, para que le preguntara al presidente si se van a cambiar los planes del Gobierno después de las últimas fanfarronadas y la opereta bufa de Oyarzun. Zapatero lo tiene claro y no se saldrá del pentagrama de legalidad, Estado de Derecho, diálogo, negociación sólo cuando tenga claro el principio del fin y no atenerse a las kermeses heroicas, sino a los comunicados. Podría cantarse a Zapatero lo mismo que a los ministros bizcos, masones y volterianos: «Yo, el gran Zapatero Primero, rijo la España a mi gusto y mando en Juan Carlos Primero. Nada consulto ni informo y a capricho hago y reformo».
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Pero el caso es que, pese a su despotismo blando y sonriente, se han acabado los tiros sin dar nada por ahora. Mariano Rajoy pidió garantías al presidente del Gobierno de que no se legalizará Batasuna hasta que no se haya desarmado ETA. Zapatero lo oía como el que oye caer pañí. Estaba provocando que la derecha sacara el látigo de domar tigres. Angel Acebes, dirigiéndose a la vicepresidenta del Gobierno, informó de que «más de los 7.500 que usted oculta van a llegar a la Península en los próximos días y van a ser puestos en la calle. Sí señora, en la calle, sin papeles, sin dinero, sin control. Su efecto llamada ha provocado que entren 690.000 ilegales y no han devuelto más que 12.000».

Los dos asuntos esenciales de la legislatura, terrorismo e inmigración, provocan la aparición de látigos con cascabel. Rajoy, Acebes y Zaplana dijeron que el Gobierno permite que los terroristas hagan exhibición de fuerza con tiros al aire, ante 2.000 personas. «El desconcierto es insuperable. No se puede ser más incompetente y dañar más a España», resumió Rajoy.

En Estados Unidos ha surgido un nuevo látigo contra la izquierda demócrata, Ann Hart Coulter. La llaman Goebbels con tetas. Afirma que los republicanos engañan alguna vez a los votantes y los demócratas siempre. Según Ann Hart Coulte, los progres odian a todas las religiones excepto al islam. También la derecha norteamericana emplea el apocalipsis, la catástrofe, el miedo al caníbal o al islamista de patera. Los demócratas, que hacen la misma política, usan rimbombancias y metáforas maniqueas.

El látigo de la metrópoli se copia en las colonias. Hoy vivimos en el Parlamento el siglo de oro de la hipérbole política con sus secuelas de aspavientos y estruendo; un retablo de farfolla y camelancia que traspasa los límites de lo verdadero o razonable.

Contra la exageración y la demagogia política no queda sino la sátira. A la sátira se le atribuían poderes mágicos: aparecían ronchas en la cara de las personas aludidas por los pasquines y epigramas. Menos mal que los políticos no se toman a pecho estas fiestas de panteras. Después del diluvio, el presidente del Gobierno me preguntó si sé jugar al mus. Y le contesté que sólo al tute perrero.

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