¿APRENDERA ALGUNA VEZ LA LECCION ESTE PRESIDENTE IRRESPONSABLE?
31-12-06
Editorial
¿APRENDERA ALGUNA VEZ LA LECCION ESTE PRESIDENTE IRRESPONSABLE?
Cuando ayer nuestro periódico destacaba en su portada el pronóstico de Zapatero de que «dentro de un año estaremos mejor» y advertía que el presidente «se la está jugando con ETA» no podíamos pensar que en unas pocas horas se iba a materializar de forma tan dramática ese diagnóstico. De hecho, en el momento en que el presidente expresaba su optimismo el pasado viernes, el coche bomba estaba ya en el aparcamiento de Barajas o iba de camino.
El atentado de ayer supone el peor escenario posible para un Gobierno que se había jactado de los avances en «el proceso de paz» y que daba por seguro categóricamente que la situación iría a mejor. Pues bien, ha ido a peor de la peor forma posible: con un coche bomba en la T-4, la obra más emblemática inaugurada por este Gobierno, colapsando el transporte aéreo en vísperas de Nochevieja y con dos desaparecidos, presumiblemente sepultados bajo los escombros.
(.../...)
Si en el plano humano lo más trágico sería el fallecimiento de esas dos personas, queda en evidencia en el plano político el fracaso de la estrategia del Gobierno respecto a ETA y la falta de sustento del optimismo de Zapatero y Rubalcaba. Cabe preguntarse en qué manos estamos cuando tanto el presidente como el ministro de Interior -¡menudo papelón el suyo en la rueda de prensa del «ni confirmo ni desmiento»!- han demostrado una ignorancia tan absoluta respecto a los planes de la banda.
Una reacción insuficiente
Zapatero compareció por la tarde en La Moncloa para decir que considera que el dialogo con ETA no puede seguir mientras la organización armada no renuncie a la violencia pero no quiso ir más allá de esa «suspensión» temporal. Su intervención dejó la sensación de que se resiste a que la terca realidad trastoque sus ingenuos planteamientos.
Zapatero no es un traidor ni un malvado ni creemos que haya firmado letras de cambio a ETA -como a veces se sostiene de forma estereotipada por sus adversarios- pero sí ha actuado de una forma profundamente equivocada, sin medir las consecuencias de sus actos y sin un sentido claro de hacia donde se dirigía. Estamos ante un caso claro de irresponsabilidad política que los electores deberían castigar.
La suspensión del diálogo es lo menos que podía hacer el presidente del Gobierno ante un atentado de esta envergadura, pero su negativa a declarar que está roto definitivamente demuestra que sigue queriendo mantener la puerta entreabierta con la banda. Suspender significa «detener o diferir por algún tiempo». En este sentido, la intervención de Zapatero no supone una rectificación explícita de los errores cometidos sino más bien un intento de ganar tiempo hasta comprobar hacia dónde evolucionan los acontecimientos.
Zapatero se aferró ayer a la resolución del Congreso de mayo de 2005, en la que se daba luz verde a una negociación con ETA si ésta renunciaba a las armas. El tiempo ha demostrado que esta resolución sirvió para dar alas a la banda y para que sus dirigentes se creyeran que podían discutir la autodeterminación del País Vasco de tú a tú con el Gobierno.
Esa iniciativa marcó formalmente el distanciamiento con el PP, fortaleció la alianza del PSOE con los nacionalistas y supuso en la práctica la ruptura del Pacto Antiterrorista y del consenso de las dos grandes formaciones. Lo que era hasta entonces una política de Estado pasó a convertirse en una estrategia partidista. Por eso, el Rey no pudo apoyarla el día de Nochebuena. Que Zapatero insistiera en lo «largo y difícil» del proceso no hace más que mantener la expectativa de que, cuando escampe el aguacero, se reanudará el diálogo. De esta forma, el atentado de ayer quedaría amortizado como poco más que «un hecho añadido a la situación», según las miserables palabras utilizadas por Arnaldo Otegi.
ETA ha roto la tregua
Rubalcaba afirmó que la tregua de ETA había supuesto nueve meses «sin violencia». No es cierto. En abril, la banda envió cartas de extorsión a los empresarios y el Gobierno dijo que habían sido redactadas antes del alto el fuego. Poco después, un grupo de radicales quemó la ferretería de un militante del PP e Interior dió por buena la explicación de ETA de que era una «acción espontánea». Luego se intensificó la kale borroka y el Gobierno alegó que no era suficiente para romper el diálogo. Y más recientemente ETA robó 350 pistolas en Francia y las Fuerzas de Seguridad descubrieron un zulo con armas, hechos a los que el Ejecutivo restó parte de su gravedad. Ayer la banda sembró el terror en el aeropuerto y probablemente mató a dos personas, ¿Qué más hace falta para dar por roto este falso «proceso de paz» definitivamente, como pidió Mariano Rajoy?
Otegi afirmó ayer que el atentado «no nos retrotrae a la situación de antes del 24 de marzo», fecha del comienzo de la tregua. Es justamente al revés: sí nos retrotrae porque ETA ha quebrantado su alto el fuego con el coche bomba de Barajas, aunque quede el enigma de por qué la banda no lo comunicó previamente como en otras ocasiones en las que rompió sus treguas. Esto es precisamente lo que tenía que haber dicho Zapatero. Esto y otras muchas cosas más como que Batasuna no será legalizada en estas condiciones, que jamás consentirá que se cree una mesa de partidos fuera de las instituciones, que no negociará el futuro de Navarra como moneda de cambio y que no habrá excarcelaciones prematuras de presos. Por cierto, que también debería haber anunciado su disposición a instar al fiscal general del Estado a actuar contra Arnaldo Otegi por un delito de enaltecimiento del terrorismo cuando calificó a De Juana Chaos como «preso político».
Aunque Zapatero defraudó ayer a muchos españoles, que esperaban bastante más de él, no hay que descartar que el inconcreto paso de «suspender» el diálogo sea el comienzo de una rectificación gradual por la vía de los hechos. En ese caso, el PP debería ayudarle a cambiar de política y recuperar el consenso, como nuestro periódico ha defendido siempre.
Editorial
¿APRENDERA ALGUNA VEZ LA LECCION ESTE PRESIDENTE IRRESPONSABLE?
Cuando ayer nuestro periódico destacaba en su portada el pronóstico de Zapatero de que «dentro de un año estaremos mejor» y advertía que el presidente «se la está jugando con ETA» no podíamos pensar que en unas pocas horas se iba a materializar de forma tan dramática ese diagnóstico. De hecho, en el momento en que el presidente expresaba su optimismo el pasado viernes, el coche bomba estaba ya en el aparcamiento de Barajas o iba de camino.
El atentado de ayer supone el peor escenario posible para un Gobierno que se había jactado de los avances en «el proceso de paz» y que daba por seguro categóricamente que la situación iría a mejor. Pues bien, ha ido a peor de la peor forma posible: con un coche bomba en la T-4, la obra más emblemática inaugurada por este Gobierno, colapsando el transporte aéreo en vísperas de Nochevieja y con dos desaparecidos, presumiblemente sepultados bajo los escombros.
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Si en el plano humano lo más trágico sería el fallecimiento de esas dos personas, queda en evidencia en el plano político el fracaso de la estrategia del Gobierno respecto a ETA y la falta de sustento del optimismo de Zapatero y Rubalcaba. Cabe preguntarse en qué manos estamos cuando tanto el presidente como el ministro de Interior -¡menudo papelón el suyo en la rueda de prensa del «ni confirmo ni desmiento»!- han demostrado una ignorancia tan absoluta respecto a los planes de la banda.
Una reacción insuficiente
Zapatero compareció por la tarde en La Moncloa para decir que considera que el dialogo con ETA no puede seguir mientras la organización armada no renuncie a la violencia pero no quiso ir más allá de esa «suspensión» temporal. Su intervención dejó la sensación de que se resiste a que la terca realidad trastoque sus ingenuos planteamientos.
Zapatero no es un traidor ni un malvado ni creemos que haya firmado letras de cambio a ETA -como a veces se sostiene de forma estereotipada por sus adversarios- pero sí ha actuado de una forma profundamente equivocada, sin medir las consecuencias de sus actos y sin un sentido claro de hacia donde se dirigía. Estamos ante un caso claro de irresponsabilidad política que los electores deberían castigar.
La suspensión del diálogo es lo menos que podía hacer el presidente del Gobierno ante un atentado de esta envergadura, pero su negativa a declarar que está roto definitivamente demuestra que sigue queriendo mantener la puerta entreabierta con la banda. Suspender significa «detener o diferir por algún tiempo». En este sentido, la intervención de Zapatero no supone una rectificación explícita de los errores cometidos sino más bien un intento de ganar tiempo hasta comprobar hacia dónde evolucionan los acontecimientos.
Zapatero se aferró ayer a la resolución del Congreso de mayo de 2005, en la que se daba luz verde a una negociación con ETA si ésta renunciaba a las armas. El tiempo ha demostrado que esta resolución sirvió para dar alas a la banda y para que sus dirigentes se creyeran que podían discutir la autodeterminación del País Vasco de tú a tú con el Gobierno.
Esa iniciativa marcó formalmente el distanciamiento con el PP, fortaleció la alianza del PSOE con los nacionalistas y supuso en la práctica la ruptura del Pacto Antiterrorista y del consenso de las dos grandes formaciones. Lo que era hasta entonces una política de Estado pasó a convertirse en una estrategia partidista. Por eso, el Rey no pudo apoyarla el día de Nochebuena. Que Zapatero insistiera en lo «largo y difícil» del proceso no hace más que mantener la expectativa de que, cuando escampe el aguacero, se reanudará el diálogo. De esta forma, el atentado de ayer quedaría amortizado como poco más que «un hecho añadido a la situación», según las miserables palabras utilizadas por Arnaldo Otegi.
ETA ha roto la tregua
Rubalcaba afirmó que la tregua de ETA había supuesto nueve meses «sin violencia». No es cierto. En abril, la banda envió cartas de extorsión a los empresarios y el Gobierno dijo que habían sido redactadas antes del alto el fuego. Poco después, un grupo de radicales quemó la ferretería de un militante del PP e Interior dió por buena la explicación de ETA de que era una «acción espontánea». Luego se intensificó la kale borroka y el Gobierno alegó que no era suficiente para romper el diálogo. Y más recientemente ETA robó 350 pistolas en Francia y las Fuerzas de Seguridad descubrieron un zulo con armas, hechos a los que el Ejecutivo restó parte de su gravedad. Ayer la banda sembró el terror en el aeropuerto y probablemente mató a dos personas, ¿Qué más hace falta para dar por roto este falso «proceso de paz» definitivamente, como pidió Mariano Rajoy?
Otegi afirmó ayer que el atentado «no nos retrotrae a la situación de antes del 24 de marzo», fecha del comienzo de la tregua. Es justamente al revés: sí nos retrotrae porque ETA ha quebrantado su alto el fuego con el coche bomba de Barajas, aunque quede el enigma de por qué la banda no lo comunicó previamente como en otras ocasiones en las que rompió sus treguas. Esto es precisamente lo que tenía que haber dicho Zapatero. Esto y otras muchas cosas más como que Batasuna no será legalizada en estas condiciones, que jamás consentirá que se cree una mesa de partidos fuera de las instituciones, que no negociará el futuro de Navarra como moneda de cambio y que no habrá excarcelaciones prematuras de presos. Por cierto, que también debería haber anunciado su disposición a instar al fiscal general del Estado a actuar contra Arnaldo Otegi por un delito de enaltecimiento del terrorismo cuando calificó a De Juana Chaos como «preso político».
Aunque Zapatero defraudó ayer a muchos españoles, que esperaban bastante más de él, no hay que descartar que el inconcreto paso de «suspender» el diálogo sea el comienzo de una rectificación gradual por la vía de los hechos. En ese caso, el PP debería ayudarle a cambiar de política y recuperar el consenso, como nuestro periódico ha defendido siempre.
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