LA AMBIGÜEDAD DE ZAPATERO ACENTUA SU IMAGEN DE DEBILIDAD

05-01-07



Editorial

LA AMBIGÜEDAD DE ZAPATERO ACENTUA SU IMAGEN DE DEBILIDAD


El presidente del Gobierno visitó ayer la T-4 donde continúan las labores de desescombro para localizar a la segunda víctima, pero -cinco días después del atentado- sigue sin aclarar cuáles son las medidas que tomará para afrontar la crisis derivada de la ruptura del alto el fuego de ETA. Lejos de asumir que su política antiterrorista ha sido un error, el presidente aseguró que su «energía y determinación para alcanzar la paz es, si cabe, mucho mayor» después del atentado.

Esta ambigüedad de Zapatero es un jarro de agua fría para la opinión pública, que espera certidumbres y respuestas por parte del Gobierno. En efecto, querer alcanzar la paz es un deseo inobjetable. Lo que sucede es que desde que llegó a La Moncloa el concepto de paz ha ido indisolublemente unido a los contactos con la banda y su entorno, razón por la cual puede concluirse que Zapatero está enviando un mensaje de continuidad. Un nuevo error que se une al que ya cometió el día del atentado, cuando anunció la suspensión y no la ruptura del diálogo con ETA.
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La imagen que traslada el presidente con este tipo de declaraciones pacifistas es la de debilidad frente a la banda terrorista, que ha roto la tregua con un brutal atentado. La actitud de Zapatero es tanto más incomprensible si tenemos en cuenta el hallazgo por parte de la Ertzaintza de 100 kilos de explosivos en un monte de Vizcaya, listos para ser utilizados en un atentado, sólo a falta del detonador. El artefacto se encontraba junto al coche del comando que huyó tras el descubrimiento de un zulo en Amorebieta, al que -recordemos- el Gobierno no le concedió importancia. La cantidad de explosivo y el hecho de que estuviera listo para ser colocado indica que el atentado de la T-4 no fue un aviso aislado, sino que uno o varios comandos de la banda están plenamente operativos.

Tanto Zapatero como la cúpula socialista -con el significativo silencio de los dirigentes regionales y de los miembros de la Ejecutiva- han optado por no reconocer los errores. Sólo el ex ministro José Bono se atrevió a hablar para decir lo que seguramente esperan oír los españoles: «A ETA habría que enseñarle seria y democráticamente los dientes, y que sepa que para negociar debe acercarse con los brazos en alto, y si no lo hace... que se atenga a las consecuencias». Para que el cambio de política sea creíble hay que empezar por variar el mensaje.

¿Pero quiere reralmente Zapatero cambiar de política? «Niego la mayor, el Gobierno no se ha equivocado en el proceso», respondió rotundo José Blanco en la ya comentada entrevista de Radio Nacional. Y sin asunción de errores, tampoco se aprecia en el presidente el propósito de la enmienda, ya que ayer volvió a evitar la referencia al Pacto Antiterrorista, aunque se comprometió a buscar «el concurso de todas las fuerzas políticas». Zapatero parece que prefiere preservar su relación con el PNV y con ERC, uno de cuyos portavoces ha echado la culpa al Gobierno de la ruptura de la tregua. Este sostenella y no enmendalla es la causa por la que la mayoría del PP -tal vez en un análisis precipitado- considera que Zapatero mantendrá el diálogo con ETA. No obstante, habrá que esperar a su comparecencia en el Congreso, aún sin fecha, para saber si está dispuesto a cambiar la política antiterrorista con hechos, que son más importantes que las palabras.

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