«No tenía acceso a la dinamita, así que no se la ofrecí a nadie»

26-10-06



«No tenía acceso a la dinamita, así que no se la ofrecí a nadie»


Suárez Trashorras sostiene que estaba «muy controlado por la Policía» Dice que ya negociaba con la Fiscalía cuando conoció a Lavandera

PATRICIA DEL GALLO. Corresponsal

GIJON.- «Cuando trabajé en la mina lo hice como ayudante minero, así que no tenía acceso a la dinamita. Tampoco se la enseñé ni se la ofrecí jamás a nadie». Es parte de la declaración más esperada del juicio por la operación Pipol que se está desarrollando en la Audiencia Provincial de Asturias, la de Emilio Suárez Trashorras.

Tranquilo, claro y muy explícito, el asturiano imputado también en el 11-M por facilitar presuntamente los explosivos para los atentados dijo que en 2001 ya no era trabajador de Mina Conchita, de donde supuestamente se robó la Goma 2 ECO, y que, aunque lo fuese, no hubiera tenido acceso a la dinamita. «Sería como si la señora que limpia la sala dictase la sentencia sobre este caso», ironizó.
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Negó, por tanto, haber ofrecido jamás ni droga ni explosivos a Francisco Javier Lavandera, como éste aseguró en más de una ocasión a la Policía. También señaló que, cuando conoció a Lavandera, ya estaba en marcha «la negociación con la Fiscalía Antidroga de Asturias», a la que iba a ayudar para desarticular varias tramas de delincuencia, y con Manuel García, Manolón, el jefe de estupefacientes de Avilés, para sacar a su cuñado de la cárcel, por lo que «estaba demasiado controlado por la Policía» como para hacer algo así.

Trashorras, como también hizo en su declaración ante el juez su cuñado Antonio Toro, sólo se prestó a contestar a las preguntas de su abogado. Éste trató de demostrar que el asturiano no tenía acceso al garaje en el que, en el transcurso de la operación antidroga que ahora se juzga, se encontraron 86 kilos de hachís y casi tres de cocaína, así como 94 detonadores y explosivos en un coche que había sido alquilado por el ex minero.

Según la versión de éste, el vehículo se lo había prestado al hermano de su entonces novia, Carmen Toro, y desconocía lo que había en su interior, así como que su cuñado traficase con drogas.

Sobre su relación con Lavandera, dijo que le había conocido en el club Horóscopo, donde había ido a tomar unas copas. «Me dijeron que un tal Lavandera quería ponerse en contacto con mi cuñado, así que me lo presentaron y le dije que Toro estaba en la cárcel». Lavandera quería comprar un coche y «yo le enseñé uno que vendía». Por último, matizó que con éste nunca habló por teléfono porque, además, ambos mantenían una «enemistad muy fuerte». Tampoco tenía muy buena relación con Nayo, huido de la Justicia, al que utilizó como moneda de cambio ante la Policía para liberar a Antonio Toro. De Rafá Zouhier, que acudirá al juicio como testigo, aseguró que le había conocido en 2003, por lo que no entendía qué pintaba en una vista donde lo que se juzgaba era de 2001.

En relación al tráfico de drogas, del que se le acusa también en este juicio, señaló que sólo había viajado a Galicia una sola vez y que había sido con la familia; que al resto de acusados no los había visto nunca o, como mucho, en alguna visita a la cárcel de Villabona, pero que en ningún caso tenía relación con ellos.

Relató también que dejó de trabajar en la explotación minera en 2000 por padecer una esquizofrenia paranoide por la que cobra ahora una pensión y que se le ha agravado recientemente, según el último informe médico que le hicieron en Madrid y debido a su detención por el 11-M.

El juicio oral se reanudará el lunes de la próxima semana. En él está previsto la declaración de policías y testigos. Entre estos últimos se espera la comparecencia de Lavandera para corroborar su versión y la del marroquí Rafá Zouhier, el próximo 8 de noviembre.

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