Culpa a Zapatero y le exige que paralice el proceso
19-06-06
REFERÉNDUM EN CATALUÑA / Las repercusiones en la política nacional / PARTIDO POPULAR
Culpa a Zapatero y le exige que paralice el proceso
CARMEN REMIREZ DE GANUZA
REFERÉNDUM EN CATALUÑA / Las repercusiones en la política nacional / PARTIDO POPULAR
Culpa a Zapatero y le exige que paralice el proceso
CARMEN REMIREZ DE GANUZA
MADRID.- Mariano Rajoy no desaprovechó ayer la ocasión de rentabilizar el «rechazo» de los catalanes al «proyecto personal de Zapatero». El presidente del PP, que celebró ayer su mejor noche de los últimos meses junto a toda la cúpula de su partido reunida con él en la sede nacional, no decidió su aparición hasta ver confirmadas sus mejores expectativas. El referéndum no sólo no había reproducido los apoyos del Estatuto del 79, que era el baremo oficial preparado por el PP para la noche de autos. Además, tal y como se ocupó de subrayar el propio Rajoy en rueda de prensa, «dos de cada tres catalanes no han dado su apoyo» al nuevo.
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Así, antes aún de analizar con detalle la baja participación o el abultado número de noes -«es el Estatuto con más rechazo de toda la democracia», dijo, en relación al 20% de votos en contra-, el líder popular lanzó su dardo envenenado contra Zapatero. Le hizo responsable del «lío» que contra viento y marea, a lo largo de dos años y pese a las advertencias del PP, organizó con su «disparatado» proyecto. Le afeó, ya con los datos en la mano, que se embarcara en él «sin consenso», y, sobre todo, le exigió una «rectificación». No se conformó, por tanto, con reprocharle su fracaso sino que le instó a «paralizar urgentemente este proceso de liquidación de la España constitucional».
«¡Zapatero se ha pegado una leche importante!» decían fuera de micrófono en el cuartel general de la calle Génova de Madrid. Y ésta era ayer la primera y más general de las conclusiones de la noche. «Hemos estado dos años luchando solos contra todo este desatino, y ahora la realidad nos ha dado la razón», añadía un dirigente del PP. «La conclusión más clara es que Cataluña no quiere el estatuto de Zapatero; no quiere ser nación», decía por su parte, otro dirigente, «porque cuando se le ha dado la oportunidad a los catalanes de votar la nación, la mitad de la población no ha ido y el 20% dicen que no».
Otros, más pegados a las pantallas de datos, se atrevían a adelantar que el no llevaba el sello del PP en provincias enteras como Tarragona. Además, aseguraban que en pueblos determinados donde ERC tuvo el 43% de los votos en las últimas elecciones autonómicas, habían registrado ayer un 70% de síes.
Por supuesto, Rajoy no se metió en honduras, y se limitó a nadar, por una vez, a favor de la corriente. Así, residenció en el «sentido común» de la gente -«que es», dijo, «mucho mayor que lo que creen sus dirigentes políticos»- el que el Estatuto haya tenido tan escaso refrendo. Y se apoyó tanto en el resultado como en este propio sentido común para pedir que «no entre en vigor» y que «no se aplique».
Por su parte, el presidente del PP prometió que su partido «seguirá dando la batalla, ahora con más apoyos», en contra del Estatuto. Así, confirmó que presentará el recurso ante el Tribunal Constitucional, y no descartó ninguna otra iniciativa de carácter político, una vez que, insistió, «se ha demostrado» que «no era prioritario ni necesario, por mucho que lo quisiera el presidente del Gobierno». Hoy al frente del Comité Ejecutivo del partido, y a lo largo de toda la semana, Rajoy procurará que el asunto del Estatuto siga candente y no muera bajo el embrujo del proceso de paz.
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Así, antes aún de analizar con detalle la baja participación o el abultado número de noes -«es el Estatuto con más rechazo de toda la democracia», dijo, en relación al 20% de votos en contra-, el líder popular lanzó su dardo envenenado contra Zapatero. Le hizo responsable del «lío» que contra viento y marea, a lo largo de dos años y pese a las advertencias del PP, organizó con su «disparatado» proyecto. Le afeó, ya con los datos en la mano, que se embarcara en él «sin consenso», y, sobre todo, le exigió una «rectificación». No se conformó, por tanto, con reprocharle su fracaso sino que le instó a «paralizar urgentemente este proceso de liquidación de la España constitucional».
«¡Zapatero se ha pegado una leche importante!» decían fuera de micrófono en el cuartel general de la calle Génova de Madrid. Y ésta era ayer la primera y más general de las conclusiones de la noche. «Hemos estado dos años luchando solos contra todo este desatino, y ahora la realidad nos ha dado la razón», añadía un dirigente del PP. «La conclusión más clara es que Cataluña no quiere el estatuto de Zapatero; no quiere ser nación», decía por su parte, otro dirigente, «porque cuando se le ha dado la oportunidad a los catalanes de votar la nación, la mitad de la población no ha ido y el 20% dicen que no».
Otros, más pegados a las pantallas de datos, se atrevían a adelantar que el no llevaba el sello del PP en provincias enteras como Tarragona. Además, aseguraban que en pueblos determinados donde ERC tuvo el 43% de los votos en las últimas elecciones autonómicas, habían registrado ayer un 70% de síes.
Por supuesto, Rajoy no se metió en honduras, y se limitó a nadar, por una vez, a favor de la corriente. Así, residenció en el «sentido común» de la gente -«que es», dijo, «mucho mayor que lo que creen sus dirigentes políticos»- el que el Estatuto haya tenido tan escaso refrendo. Y se apoyó tanto en el resultado como en este propio sentido común para pedir que «no entre en vigor» y que «no se aplique».
Por su parte, el presidente del PP prometió que su partido «seguirá dando la batalla, ahora con más apoyos», en contra del Estatuto. Así, confirmó que presentará el recurso ante el Tribunal Constitucional, y no descartó ninguna otra iniciativa de carácter político, una vez que, insistió, «se ha demostrado» que «no era prioritario ni necesario, por mucho que lo quisiera el presidente del Gobierno». Hoy al frente del Comité Ejecutivo del partido, y a lo largo de toda la semana, Rajoy procurará que el asunto del Estatuto siga candente y no muera bajo el embrujo del proceso de paz.
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