La madre de Blanco narra su drama ante la indiferencia de 'Txapote'
20-06-06
ALTO EL FUEGO / La acción de la Justicia
La madre de Blanco narra su drama ante la indiferencia de 'Txapote'
El presunto asesino del concejal de Ermua cuchicheó con su novia 'Amaia' durante toda la declaración ignorando las palabras y el dolor de Consuelo Garrido - Ni siquiera miró al fiscal cuando le preguntó si había disparado dos veces en la cabeza de la víctima mientras su compañera vigilaba desde un coche
MANUEL MARRACO
ALTO EL FUEGO / La acción de la Justicia
La madre de Blanco narra su drama ante la indiferencia de 'Txapote'
El presunto asesino del concejal de Ermua cuchicheó con su novia 'Amaia' durante toda la declaración ignorando las palabras y el dolor de Consuelo Garrido - Ni siquiera miró al fiscal cuando le preguntó si había disparado dos veces en la cabeza de la víctima mientras su compañera vigilaba desde un coche
MANUEL MARRACO
MADRID.- «Desde entonces mi marido y yo estamos con psicólogo, y mi hija va a tener que empezar ahora porque también está muy mal». Mientras la madre de Miguel Angel Blanco describía los 9 años de dolor que han seguido al secuestro y muerte del concejal, sus presuntos asesinos conversaban indiferentes al otro lado del cristal blindado. Ni Francisco Javier García Gaztelu, Txapote, ni Irantxu Gallastegi, Amaia, prestaron atención al relato de Consuelo Garrido en el juicio que se inició ayer en la Audiencia Nacional. Tampoco a las preguntas del fiscal Miguel Angel Carballo, que solicita para ellos 50 años de prisión.
(.../...)
Mientras los dos acusados guardaban silencio, en la calle varios centenares de personas lanzaban gritos contra la negociación con ETA y contra el Gobierno. Muchas vestían camisetas con el rostro de Blanco y rodeaban una gran fotografía del concejal de Ermua. La frase Justicia=paz Negociación no acompañaba a la imagen junto a decenas de velas rojas, una bandera de España y una ikurriña.
En la sala, los dos miembros del comando Donosti respondieron con idénticas palabras cuando la presidenta de la Sección Primera, Manuela Fernández Prado, se dirigió a ellos por primera vez, nada más comenzar el juicio: «No voy a decir nada, no voy a responder».
Pese a todo, el fiscal formuló todas sus preguntas. «¿Es cierto que Javier García Gaztelu, mientras José Luis Geresta le sujetaba e Irantxu Gallastegi efectuaba labores de esencial vigilancia en un vehículo, dio muerte a Miguel Angel Blanco de dos disparos en la cabeza?»; «¿Es cierto que eso se produjo tras dos días de cruel cautiverio?». «¿Es cierto que, conscientes de la imposibilidad e inconveniencia de que el Estado español accediese a sus pretensiones, habían decidido desde un principio acabar con la vida de Miguel Angel Blanco?», añadió el fiscal, sin que los acusados le dirigieran siquiera la mirada.
Además del medio siglo de cárcel que pide para cada uno -30 por el asesinato y 20 por el secuestro-, Carballo también solicita que no puedan acudir a la localidad de Ermua durante otros cinco años.
Tampoco colaboraron con el tribunal tres de los cuatro condenados por terrorismo citados ayer como testigos, que igualmente se negaron a contestar a las preguntas. La presidenta del tribunal explicó que valoraría su actitud y el fiscal pidió que se les acusara de un delito de desobediencia.
Pese a su silencio, Txapote y Amaia no estuvieron ayer tan desafiantes como en el juicio celebrado la semana pasada por el asesinato de otro concejal del PP, José Luis Caso, del que acabaron siendo expulsados. Como entonces, se saludaron con un beso, y durante todo el juicio, ajenos a lo que sucedía, estuvieron cuchicheando continuamente.
El primer testigo en declarar fue Ibon Muñoa, ya condenado por colaborar en el secuestro. Ayer, Muñoa se desdijo de sus declaraciones ante la Policía, el juez instructor y el tribunal que le juzgó. Las hizo, dijo, por miedo. A algunas preguntas respondió que no recordaba lo sucedido, por lo que el fiscal pidió que se leyeran esas declaraciones previas.
El siguiente etarra en comparecer ante el tribunal -completado por los magistrados Fermín Echarri (ponente) y Clara Bayarri- fue Kepa Etxeberria. Entró en la sala sonriente, saludó a los acusados y dijo que no pensaba contestar, pese a que como testigo está obligado a ello. La presidenta, a petición del fiscal, tuvo que pedirle que mantuviera la compostura mientras se le formulaban las preguntas.
Lo mismo sucedió con Gregorio Escudero y Sebastián Lasa. Saludos y negativa a responder. «Me comporto como quiero», llegó a responder Lasa a la presidenta.
En su declaración, la madre del concejal explicó que el día anterior al secuestro, y en contra de lo que era habitual, su hijo había ido a trabajar en su coche, en vez de coger el tren. Eso le salvó, porque los terroristas ya le esperaban junto a la estación de Ermua.
El día del secuestro, el 9 de julio, Miguel Angel «llegó tarde a comer» y cogió el tren de vuelta al trabajo después de las tres. «Yo llegue a casa una hora después. Al poco, empezaron a llamar preguntando por Miguel Angel, aunque nadie me decía nada. Hasta que me llamó la secretaria de [Jaime] Mayor Oreja [entonces ministro del Interior]. Ahí me he derrumbado y he llamado a todos los hospitales a ver si le habían ingresado». «Llamaron la Guardia Civil, la Policía y la Ertzaintza, me hicieron muchas preguntas hasta que al final de la tarde ya me dijeron que lo habían secuestrado», añadió.
Cuando el fiscal le preguntó si Blanco habían recibido alguna amenaza, explicó que su hijo «se llevaba bien» con todos. «Amenazas, que yo sepa, no había ninguna», dijo, aunque «sí había tenido algún enfrentamiento con algunos de HB».
La madre de Blanco contestó a todas las preguntas aislada visualmente de Txapote y Amaia por la cortinilla dispuesta para los testigos protegidos. Sin embargo, pudieron cruzarse las miradas más tarde, porque cuando acabó de declarar se sentó entre el público de la sala junto a su hija Mari Mar. El fiscal renunció a interrogar al padre del concejal, citado como testigo, para evitar que tuviera que recordar lo sucedido.
Entre el público, junto a la hermana de Miguel Angel, se encontraban el presidente de la AVT, Francisco José Alcaraz, el presidente del Foro Ermua, Mikel Buesa, el alcalde de Ermua, el socialista Carlos Totorika y el secretario de Libertades Públicas, Seguridad y Justicia del PP, Ignacio Astarloa.
Mari Mar Blanco salió del tribunal entre gritos de «estamos con vosotros». Su respuesta a las palabras de ánimo fue que «si muchos de los que están a favor del mal llamado proceso de paz tuvieran que pasar por todo esto, decidirían romper». Por su parte, según informa Europa Press, el presidente de la AVT declaró que «integrar a los presos de ETA en el País Vasco sería como volver a disparar contra Miguel Angel Blanco», quien fue asesinado, según dijo, porque «la sociedad no quiso rendirse ante ETA».
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Mientras los dos acusados guardaban silencio, en la calle varios centenares de personas lanzaban gritos contra la negociación con ETA y contra el Gobierno. Muchas vestían camisetas con el rostro de Blanco y rodeaban una gran fotografía del concejal de Ermua. La frase Justicia=paz Negociación no acompañaba a la imagen junto a decenas de velas rojas, una bandera de España y una ikurriña.
En la sala, los dos miembros del comando Donosti respondieron con idénticas palabras cuando la presidenta de la Sección Primera, Manuela Fernández Prado, se dirigió a ellos por primera vez, nada más comenzar el juicio: «No voy a decir nada, no voy a responder».
Pese a todo, el fiscal formuló todas sus preguntas. «¿Es cierto que Javier García Gaztelu, mientras José Luis Geresta le sujetaba e Irantxu Gallastegi efectuaba labores de esencial vigilancia en un vehículo, dio muerte a Miguel Angel Blanco de dos disparos en la cabeza?»; «¿Es cierto que eso se produjo tras dos días de cruel cautiverio?». «¿Es cierto que, conscientes de la imposibilidad e inconveniencia de que el Estado español accediese a sus pretensiones, habían decidido desde un principio acabar con la vida de Miguel Angel Blanco?», añadió el fiscal, sin que los acusados le dirigieran siquiera la mirada.
Además del medio siglo de cárcel que pide para cada uno -30 por el asesinato y 20 por el secuestro-, Carballo también solicita que no puedan acudir a la localidad de Ermua durante otros cinco años.
Tampoco colaboraron con el tribunal tres de los cuatro condenados por terrorismo citados ayer como testigos, que igualmente se negaron a contestar a las preguntas. La presidenta del tribunal explicó que valoraría su actitud y el fiscal pidió que se les acusara de un delito de desobediencia.
Pese a su silencio, Txapote y Amaia no estuvieron ayer tan desafiantes como en el juicio celebrado la semana pasada por el asesinato de otro concejal del PP, José Luis Caso, del que acabaron siendo expulsados. Como entonces, se saludaron con un beso, y durante todo el juicio, ajenos a lo que sucedía, estuvieron cuchicheando continuamente.
El primer testigo en declarar fue Ibon Muñoa, ya condenado por colaborar en el secuestro. Ayer, Muñoa se desdijo de sus declaraciones ante la Policía, el juez instructor y el tribunal que le juzgó. Las hizo, dijo, por miedo. A algunas preguntas respondió que no recordaba lo sucedido, por lo que el fiscal pidió que se leyeran esas declaraciones previas.
El siguiente etarra en comparecer ante el tribunal -completado por los magistrados Fermín Echarri (ponente) y Clara Bayarri- fue Kepa Etxeberria. Entró en la sala sonriente, saludó a los acusados y dijo que no pensaba contestar, pese a que como testigo está obligado a ello. La presidenta, a petición del fiscal, tuvo que pedirle que mantuviera la compostura mientras se le formulaban las preguntas.
Lo mismo sucedió con Gregorio Escudero y Sebastián Lasa. Saludos y negativa a responder. «Me comporto como quiero», llegó a responder Lasa a la presidenta.
En su declaración, la madre del concejal explicó que el día anterior al secuestro, y en contra de lo que era habitual, su hijo había ido a trabajar en su coche, en vez de coger el tren. Eso le salvó, porque los terroristas ya le esperaban junto a la estación de Ermua.
El día del secuestro, el 9 de julio, Miguel Angel «llegó tarde a comer» y cogió el tren de vuelta al trabajo después de las tres. «Yo llegue a casa una hora después. Al poco, empezaron a llamar preguntando por Miguel Angel, aunque nadie me decía nada. Hasta que me llamó la secretaria de [Jaime] Mayor Oreja [entonces ministro del Interior]. Ahí me he derrumbado y he llamado a todos los hospitales a ver si le habían ingresado». «Llamaron la Guardia Civil, la Policía y la Ertzaintza, me hicieron muchas preguntas hasta que al final de la tarde ya me dijeron que lo habían secuestrado», añadió.
Cuando el fiscal le preguntó si Blanco habían recibido alguna amenaza, explicó que su hijo «se llevaba bien» con todos. «Amenazas, que yo sepa, no había ninguna», dijo, aunque «sí había tenido algún enfrentamiento con algunos de HB».
La madre de Blanco contestó a todas las preguntas aislada visualmente de Txapote y Amaia por la cortinilla dispuesta para los testigos protegidos. Sin embargo, pudieron cruzarse las miradas más tarde, porque cuando acabó de declarar se sentó entre el público de la sala junto a su hija Mari Mar. El fiscal renunció a interrogar al padre del concejal, citado como testigo, para evitar que tuviera que recordar lo sucedido.
Entre el público, junto a la hermana de Miguel Angel, se encontraban el presidente de la AVT, Francisco José Alcaraz, el presidente del Foro Ermua, Mikel Buesa, el alcalde de Ermua, el socialista Carlos Totorika y el secretario de Libertades Públicas, Seguridad y Justicia del PP, Ignacio Astarloa.
Mari Mar Blanco salió del tribunal entre gritos de «estamos con vosotros». Su respuesta a las palabras de ánimo fue que «si muchos de los que están a favor del mal llamado proceso de paz tuvieran que pasar por todo esto, decidirían romper». Por su parte, según informa Europa Press, el presidente de la AVT declaró que «integrar a los presos de ETA en el País Vasco sería como volver a disparar contra Miguel Angel Blanco», quien fue asesinado, según dijo, porque «la sociedad no quiso rendirse ante ETA».
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