UN DESCALABRO DE LA CLASE POLITICA CATALANA
19-06-06
Editorial
UN DESCALABRO DE LA CLASE POLITICA CATALANA
Editorial
UN DESCALABRO DE LA CLASE POLITICA CATALANA
Después de depositar su voto, Pasqual Maragall dijo que el día de ayer «era el momento» en el que Cataluña decidía «qué quiere ser, cómo quiere estar en España y cómo quiere que sus ciudadanos se sientan». Pues bien, el presidente de la Generalitat ya tiene la respuesta de Cataluña. Los catalanes han dado la espalda al Estatuto que define a Cataluña como «una nación», pero que ha nacido sin el consenso del segundo partido del país y con la mancha de la sospecha de inconstitucionalidad. La participación en el referéndum sólo alcanzó el 49,4% del censo, 10 puntos por debajo del 59,7% que votó en 1979. El sí ha ganado de forma abrumadora -el 73,9%- frente al 20,7% de votos negativos. Sin embargo, el resultado es que el Estatuto catalán ha sido aprobado con el 36% de los votos sobre el censo. Y ello a pesar de dos años de profunda fractura entre Cataluña y el resto de España.
(.../...)
Los resultados de la consulta ponen en evidencia que el nuevo Estatuto no era en absoluto una demanda de los catalanes, sino un empeño de la clase política de esa comunidad autónoma, dominada por los nacionalistas. No cabe duda de que la alta abstención registrada es un voto de castigo contra esa clase política endogámica que, lejos de ocuparse de las necesidades reales de los ciudadanos, se ha encelado en cuestiones identitarias.
Montilla se apresuró a advertir ayer de que la baja participación «no deslegitima» la consulta. Legalmente no, pero políticamente es imposible restar importancia a la elevada abstención. Es verdad que en este tipo de consultas la participación no es tradicionalmente muy alta, pero no es menos cierto que los ciudadanos acuden a las urnas en masa cuando consideran que el momento es decisivo. Y en esta ocasión no lo han considerado así, a pesar de que el establishment económico y mediático se ha volcado en el respaldo del Estatuto. La legislación española no establece el quórum necesario, aunque es obvio que el resultado de una votación en la que participa menos de la mitad del censo queda muy devaluado desde el punto de vista de la fuerza moral de la ley que va a entrar en vigor. En el reciente referéndum de Montenegro, la UE fijó en más del 50% los votos necesarios para la validez de la consulta.
En cuanto a los resultados concretos, difícilmente puede hallarse una metáfora más pertinente que lo sucedido ayer precisamente en el Gran Premio de Motociclismo de Catalunya, en el que varias motos sufrieron una colisión múltiple que obligó a repetir la salida. Tal y como sucedió con los pilotos, algunos partidos han sufrido un descalabro mayor que otros. Maragall es el mayor damnificado como líder del tripartito que se saldó con un clamoroso fracaso de la desunión. El 18-J deja muy mermada su capacidad de resistirse a ser sustituido por Montilla como candidato en las próximas elecciones autonómicas.
La otra formación claramente perjudicada por el referéndum es ERC. El 20,7% de los votos negativos se los tiene que repartir con el PP. Los independentistas fueron expulsados del tripartito por pedir el no y ni siquiera han logrado movilizar a sus votantes. Paradójicamente, el principal impulsor del texto, Artur Mas, puede ser el menos dañado por el resultado. El líder de CiU culpó ayer de la abstención al descrédito del tripartito, en lo cual no le falta razón.
El PP no ha conseguido tampoco un gran número de votos negativos, pero puede consolarse con haber pronosticado la alta abstención. Rajoy advirtió ayer a Zapatero de que la falta de consenso ciudadano es un motivo suficiente para paralizar operaciones como la del Estatuto catalán. Evidentemente, el resultado no es un triunfo, sino todo lo contrario, para el presidente, principal impulsor del texto. Zapatero ha sorteado todas las tormentas y escollos legales, pero este aterrizaje con más pena que gloria no indica ni que Cataluña haya hecho un buen negocio ni que la criatura vaya a ser robusta. Aunque, a diferencia de lo ocurrido en la competición deportiva, esta carrera no se puede volver a repetir.
(.../...)
Los resultados de la consulta ponen en evidencia que el nuevo Estatuto no era en absoluto una demanda de los catalanes, sino un empeño de la clase política de esa comunidad autónoma, dominada por los nacionalistas. No cabe duda de que la alta abstención registrada es un voto de castigo contra esa clase política endogámica que, lejos de ocuparse de las necesidades reales de los ciudadanos, se ha encelado en cuestiones identitarias.
Montilla se apresuró a advertir ayer de que la baja participación «no deslegitima» la consulta. Legalmente no, pero políticamente es imposible restar importancia a la elevada abstención. Es verdad que en este tipo de consultas la participación no es tradicionalmente muy alta, pero no es menos cierto que los ciudadanos acuden a las urnas en masa cuando consideran que el momento es decisivo. Y en esta ocasión no lo han considerado así, a pesar de que el establishment económico y mediático se ha volcado en el respaldo del Estatuto. La legislación española no establece el quórum necesario, aunque es obvio que el resultado de una votación en la que participa menos de la mitad del censo queda muy devaluado desde el punto de vista de la fuerza moral de la ley que va a entrar en vigor. En el reciente referéndum de Montenegro, la UE fijó en más del 50% los votos necesarios para la validez de la consulta.
En cuanto a los resultados concretos, difícilmente puede hallarse una metáfora más pertinente que lo sucedido ayer precisamente en el Gran Premio de Motociclismo de Catalunya, en el que varias motos sufrieron una colisión múltiple que obligó a repetir la salida. Tal y como sucedió con los pilotos, algunos partidos han sufrido un descalabro mayor que otros. Maragall es el mayor damnificado como líder del tripartito que se saldó con un clamoroso fracaso de la desunión. El 18-J deja muy mermada su capacidad de resistirse a ser sustituido por Montilla como candidato en las próximas elecciones autonómicas.
La otra formación claramente perjudicada por el referéndum es ERC. El 20,7% de los votos negativos se los tiene que repartir con el PP. Los independentistas fueron expulsados del tripartito por pedir el no y ni siquiera han logrado movilizar a sus votantes. Paradójicamente, el principal impulsor del texto, Artur Mas, puede ser el menos dañado por el resultado. El líder de CiU culpó ayer de la abstención al descrédito del tripartito, en lo cual no le falta razón.
El PP no ha conseguido tampoco un gran número de votos negativos, pero puede consolarse con haber pronosticado la alta abstención. Rajoy advirtió ayer a Zapatero de que la falta de consenso ciudadano es un motivo suficiente para paralizar operaciones como la del Estatuto catalán. Evidentemente, el resultado no es un triunfo, sino todo lo contrario, para el presidente, principal impulsor del texto. Zapatero ha sorteado todas las tormentas y escollos legales, pero este aterrizaje con más pena que gloria no indica ni que Cataluña haya hecho un buen negocio ni que la criatura vaya a ser robusta. Aunque, a diferencia de lo ocurrido en la competición deportiva, esta carrera no se puede volver a repetir.
Comentarios