En la nuca de la ley

03-07-06



ALTO EL FUEGO / Una historia del horror

En la nuca de la ley


«Mi marido nos dejó una carta donde decía que sabía que ETA lo iba a matar», cuenta la viuda del fiscal Luis Portero


MATIAS ANTOLIN

Jueces y fiscales han sentido el frío y letal aliento de la muerte. La historia de estos profesionales que combaten el terrorismo es el hilo conductor de 'A tiros con la Justicia', noveno capítulo de 'Víctimas: la historia de ETA' (que hoy emite Telemadrid a las 22.00 horas), serie producida por EL MUNDO TV

MADRID. - Corría el 12 de septiembre de 1989. A las tres de la tarde, la fiscal Carmen Tagle, a la que algunos llaman la dama de hierro por su estricta aplicación de la Justicia, llega en coche a su domicilio. A la puerta del garaje la están esperando los etarras franceses Henri Parot y Jacques Esnal. La disparan a bocajarro cinco tiros. La fiscal muere en el acto.

Era de las que miraba cara a cara a los asesinos de ETA. Días antes de su asesinato había estado en la prisión La Santé de París tomando declaración a Potros y Josu Ternera.
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Otro que se enfrentó a esta fiscal fue Pakito. Expertos policías antiterroristas sólo conocían de él que tenía los ojos azules y una forzada sonrisa en su rostro aniñado con la que condenaba a muerte todos los días a cientos de ciudadanos. Su mandato lo impuso implantándolo el miedo y el silencio a sus subordinados. El sanguinario etarra también amenazó a los jueces de la Sala que lo juzgaba en la Audiencia Nacional, con una ruin y provocadora amenaza: «Todos sois Carmen Tagle».

El calendario señala 9 de octubre de 2000. Luis Portero, fiscal jefe del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía, había decidido celebrar su santo comiendo con la familia, pero dos miembros de ETA, Arriet Iragui e Igor Solana, le esperaban en el portal de su casa. Un disparo de frente que le salió por la nuca acabó con su vida. Un 7 de noviembre de 2001, el magistrado José María Lidón de la Audiencia Provincial de Vizcaya sale de su casa para dirigirse a su trabajo. Sube al coche con su esposa, dos pistoleros de ETA se acercan y dan muerte al juez...

«El legado más bonito que nos ha dejado no fue el testamento material sino una carta que días previos al atentado escribió a la familia, donde indicaba que sabía que le iban a matar; él lo intuía», comenta en este capítulo Rosario de la Torre, viuda de Luis Portero.

Además de jueces y fiscales, existe, en el contexto de la lucha antiterrorista, un colectivo muy especial: los desactivadores de explosivos, conocidos por los Tedax. Han salvado muchas vidas y algunos han dado la suya. Quizá sean los grandes olvidados en esta historia. Como Manuel Jodar o Esteban del Amo, cuyo patético drama queda reflejado en este capítulo, donde escuchamos decir a María Eugenia Jodar, hija de Manuel: «Recuerdo el funeral de mi padre como el cuento de la penita pena, en el que los políticos de turno están en primera fila del banquillo de la iglesia; todo el mundo te quiere, todos te van a apoyar, nunca te va a faltar de nada, pero al final todo queda en un vacío tremendo».

En la emisión de hoy se aborda igualmente el llamado síndrome del Norte, un conjunto de síntomas psicológicos y comportamientos sociales que inciden en la personalidad de policías destinados en el País Vasco que viven bajo la presión del terrorismo.

¿Por qué se suicidó el policía José Santos Pico? Santos Pico se quitó la vida el 14 de enero de 1994. Lo hizo en la cocina de su casa mientras dormían su esposa y sus tres hijos. Trabajaba en San Sebastián realizando servicios de seguridad ciudadana y de control. Le impresionó mucho el atentado que sufrió un compañero suyo. El 15 de abril de 1991, ETA colocó una bomba en el coche de ese policía, que resultó herido, pero murió su hija de 17 años, Coro, a la que llevaba al colegio. Según Eva Pato, su viuda, José Santos Pico sufría muchos altibajos, tomaba muchas precauciones, vivía en tensión permanente. «Ese día le vi coger el arma del cajón y le pregunté: '¿Pasa algo?' Él contestó: 'No, no pasa nada'... Fueron sus últimas palabras».

Eva se levantó de la cama, fue a la cocina y en ese momento escuchó el disparo. Su marido se había suicidado. Eva se sigue preguntando qué pudo pasarle. La preocupa que un día sus tres hijos la pidan explicaciones y no sepa qué decirles. José no es considerado víctima del terrorismo.

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