La Guardia Civil investiga el tiroteo sufrido por el confidente Lavandera en su coche
07-07-06
11-M / Ataque a un testigo
La Guardia Civil investiga el tiroteo sufrido por el confidente Lavandera en su coche
Un equipo de Balística del Instituto Armado viaja de Madrid a Gijón para esclarecer los disparos El herido avisó en 2001 de que Toro y Trashorras querían montar bombas con móviles
11-M / Ataque a un testigo
La Guardia Civil investiga el tiroteo sufrido por el confidente Lavandera en su coche
Un equipo de Balística del Instituto Armado viaja de Madrid a Gijón para esclarecer los disparos El herido avisó en 2001 de que Toro y Trashorras querían montar bombas con móviles
GIJON.- La Guardia Civil investiga el tiroteo que el pasado miércoles sufrió Francisco Javier Lavandera, el confidente que en 2001 ofreció al Instituto Armado datos sobre la trama asturiana de los atentados del 11-M.
Lavandera denunció en el Acuartelamiento del Instituto Armado en Gijón, acompañado por efectivos de la Policía Local, haber recibido disparos con arma de fuego mientras transitaba por el entorno del monte Deva, en Gijón, en su vehículo, un Renault Twingo de color verde.
(.../...)
El confidente de la Guardia Civil declaró que se dirigía a una finca de su propiedad cuando varios desconocidos comenzaron a abrir fuego contra su vehículo, impactando alguno de los disparos contra el turismo.
Lavandera presentó lesiones de carácter leve motivadas por la rotura del espejo retrovisor interior de su coche.
Los disparos -cinco, al parecer- dañaron la carrocería, algunas de las ventanillas y el interior del vehículo.
A las investigaciones que lleva a cabo la Unidad de Policía Judicial del Instituto Armado de Gijón, está previsto que se sumen las del Equipo de Reconstrucción de Trayectoria de Disparo, perteneciente al Departamento de Balística y Trazas Instrumentales del Servicio de Criminalística de Madrid, según informaron a Europa Press fuentes del Instituto Armado.
Lavandera había manifestado en más de una ocasión su temor a ser víctima de venganzas por haber denunciado a los individuos que supuestamente vendieron los explosivos a los terroristas que provocaron la masacre en los trenes de Madrid.
Sobre todo después de que el juez de la Audiencia Nacional Juan del Olmo le retirase, en febrero de 2005, la protección y la asignación económica por haber comprado una pistola y haber rechazado un puesto de trabajo que le ofreció la Administración como vigilante jurado.
400 kilos de explosivos
En 2001, Lavandera avisó a la Guardia Civil de que los implicados en el 11-M Antonio Toro y Emilio Suárez Trashorras pretendían montar bombas con móviles y vender 400 kilos de explosivos.
«¿Tú conoces a alguien que pueda comprar explosivos?», le preguntó Toro. «Es que yo tengo para vender 1.000 kilos de explosivos a la semana». Poco después, Suárez Trashorras le dijo también: «Tengo que deshacerme de por lo menos 400 kilos de Goma 2, urgente, urgente, urgente».
Las confesiones de Lavandera, que entonces trabajaba como portero de un club de alterne de Gijón, quedaron grabadas en una cinta encontrada en el cuartel de Cancienes (Asturias). Gracias a ella se pudo conocer que ya en 2001 el Instituto Armado sabía de los planes de la célula de Avilés y, también, que los mandos asturianos habían mentido ante la Comisión de Investigación del Congreso de los Diputados.
Hasta en siete ocasiones intentó Lavandera poner a la Policía y al Instituto Armado sobre la pista de la trama asturiana, pero fue en vano.
«Fui a la policía y tampoco me hicieron mucho caso. La verdad es que me tomaron a coña. Sí, sí, todos de cachondeo, riéndose. Yo no soy un chivato, pero un caso de estos así... Imagínate que mañana vuelan a un montón de gente», dijo entonces Lavandera.
Un paquete bajo el coche y las fotos de la autopsia de su mujer
MADRID.- Cuando Francisco Javier Lavandera fue a matricular a su hijo de tres años en el colegio público de su barrio, le dijeron: «Oye, ¿tú no eres el del 11-M? Está muy bien todo lo que hiciste, pero para nosotros es demasiado riesgo tener a tu hijo aquí. ¿Por qué no lo llevas a un colegio privado?».
Tras hacerse públicas sus confidencias, Lavandera ha denunciado amenazas en más de una ocasión. Desde entonces vive atemorizado y sin escolta.
En abril de 2005, le colocaron un paquete debajo de su coche que descubrieron los empleados de una gasolinera cercana a su domicilio. Según la inverosímil versión que emitió la Policía, en el paquete sólo había golosinas.
«¿Por qué entonces se lo llevaron sin enseñármelo? ¿Por qué se lo tomaron tan en serio y acordonaron la zona?», se pregunta Lavandera.
Un mes después, en el buzón de su casa apareció un macabro sobre con la siguiente frase: «Un recuerdo de tu mujer, para que no la olvides».
En el interior, había varias fotos de la autopsia de su ex esposa, la brasileña Elizángela Barbosa, Lorena, que en diciembre de 2004 se ahogó en la playa de San Lorenzo (Gijón) a la vista de varios testigos.
Lavandera se quedó helado. «Allí estaba mi mujer echada en una especie de mesa de acero inoxidable, abierta en canal, como un cerdo en una carnicería. Tenía todas las tripas fuera, puestas a un lado. En la siguiente foto le habían arrancado el cuero cabelludo y se le veían los sesos». La Policía negó que estas fotografías fueran auténticas.
Otro día, un extraño que aseguraba ser un técnico pretendía entrar en casa de Lavandera para medir las habitaciones. «Cuando le dije que iba a llamar a la Policía, se marchó».
Lavandera denunció en el Acuartelamiento del Instituto Armado en Gijón, acompañado por efectivos de la Policía Local, haber recibido disparos con arma de fuego mientras transitaba por el entorno del monte Deva, en Gijón, en su vehículo, un Renault Twingo de color verde.
(.../...)
El confidente de la Guardia Civil declaró que se dirigía a una finca de su propiedad cuando varios desconocidos comenzaron a abrir fuego contra su vehículo, impactando alguno de los disparos contra el turismo.
Lavandera presentó lesiones de carácter leve motivadas por la rotura del espejo retrovisor interior de su coche.
Los disparos -cinco, al parecer- dañaron la carrocería, algunas de las ventanillas y el interior del vehículo.
A las investigaciones que lleva a cabo la Unidad de Policía Judicial del Instituto Armado de Gijón, está previsto que se sumen las del Equipo de Reconstrucción de Trayectoria de Disparo, perteneciente al Departamento de Balística y Trazas Instrumentales del Servicio de Criminalística de Madrid, según informaron a Europa Press fuentes del Instituto Armado.
Lavandera había manifestado en más de una ocasión su temor a ser víctima de venganzas por haber denunciado a los individuos que supuestamente vendieron los explosivos a los terroristas que provocaron la masacre en los trenes de Madrid.
Sobre todo después de que el juez de la Audiencia Nacional Juan del Olmo le retirase, en febrero de 2005, la protección y la asignación económica por haber comprado una pistola y haber rechazado un puesto de trabajo que le ofreció la Administración como vigilante jurado.
400 kilos de explosivos
En 2001, Lavandera avisó a la Guardia Civil de que los implicados en el 11-M Antonio Toro y Emilio Suárez Trashorras pretendían montar bombas con móviles y vender 400 kilos de explosivos.
«¿Tú conoces a alguien que pueda comprar explosivos?», le preguntó Toro. «Es que yo tengo para vender 1.000 kilos de explosivos a la semana». Poco después, Suárez Trashorras le dijo también: «Tengo que deshacerme de por lo menos 400 kilos de Goma 2, urgente, urgente, urgente».
Las confesiones de Lavandera, que entonces trabajaba como portero de un club de alterne de Gijón, quedaron grabadas en una cinta encontrada en el cuartel de Cancienes (Asturias). Gracias a ella se pudo conocer que ya en 2001 el Instituto Armado sabía de los planes de la célula de Avilés y, también, que los mandos asturianos habían mentido ante la Comisión de Investigación del Congreso de los Diputados.
Hasta en siete ocasiones intentó Lavandera poner a la Policía y al Instituto Armado sobre la pista de la trama asturiana, pero fue en vano.
«Fui a la policía y tampoco me hicieron mucho caso. La verdad es que me tomaron a coña. Sí, sí, todos de cachondeo, riéndose. Yo no soy un chivato, pero un caso de estos así... Imagínate que mañana vuelan a un montón de gente», dijo entonces Lavandera.
Un paquete bajo el coche y las fotos de la autopsia de su mujer
MADRID.- Cuando Francisco Javier Lavandera fue a matricular a su hijo de tres años en el colegio público de su barrio, le dijeron: «Oye, ¿tú no eres el del 11-M? Está muy bien todo lo que hiciste, pero para nosotros es demasiado riesgo tener a tu hijo aquí. ¿Por qué no lo llevas a un colegio privado?».
Tras hacerse públicas sus confidencias, Lavandera ha denunciado amenazas en más de una ocasión. Desde entonces vive atemorizado y sin escolta.
En abril de 2005, le colocaron un paquete debajo de su coche que descubrieron los empleados de una gasolinera cercana a su domicilio. Según la inverosímil versión que emitió la Policía, en el paquete sólo había golosinas.
«¿Por qué entonces se lo llevaron sin enseñármelo? ¿Por qué se lo tomaron tan en serio y acordonaron la zona?», se pregunta Lavandera.
Un mes después, en el buzón de su casa apareció un macabro sobre con la siguiente frase: «Un recuerdo de tu mujer, para que no la olvides».
En el interior, había varias fotos de la autopsia de su ex esposa, la brasileña Elizángela Barbosa, Lorena, que en diciembre de 2004 se ahogó en la playa de San Lorenzo (Gijón) a la vista de varios testigos.
Lavandera se quedó helado. «Allí estaba mi mujer echada en una especie de mesa de acero inoxidable, abierta en canal, como un cerdo en una carnicería. Tenía todas las tripas fuera, puestas a un lado. En la siguiente foto le habían arrancado el cuero cabelludo y se le veían los sesos». La Policía negó que estas fotografías fueran auténticas.
Otro día, un extraño que aseguraba ser un técnico pretendía entrar en casa de Lavandera para medir las habitaciones. «Cuando le dije que iba a llamar a la Policía, se marchó».
Comentarios