Los muertos, sí, murieron por nada
08-07-06
LA POLÉMICA NACIONAL LOS SOCIALISTAS SE REUNEN CON BATASUNA
Los muertos, sí, murieron por nada
Resulta difícil explicar que fuese imprescindible una concesión de tanto peso político como una reunión oficial tan sólo para advertir de que los proetarras deben legalizarse.
VICTOR DE LA SERNA
LA POLÉMICA NACIONAL LOS SOCIALISTAS SE REUNEN CON BATASUNA
Los muertos, sí, murieron por nada
Resulta difícil explicar que fuese imprescindible una concesión de tanto peso político como una reunión oficial tan sólo para advertir de que los proetarras deben legalizarse.
VICTOR DE LA SERNA
Es sin duda una aportación novedosa la de Iñaki Gabilondo, el veterano anchorman de Cuatro: todos estamos «concernidos» por el llamado proceso de paz. Lo decía en un contexto que amplía las acepciones del verbo concernir en el Diccionario (atañer, afectar, corresponder), para convertir su participio pasado en sinónimo de «copartícipes» de la táctica del Gobierno. Es el mensaje que en los socialistas y sus medios afines -los directamente gubernamentales y los progubernamentales- se han afanado en transmitir: lo leal es arrimar el hombro y apoyar al Gobierno legítimo en su heroico esfuerzo por acabar con ETA, y como mínimo el PP debe dejar de poner obstáculos.
(.../...)
Lo que sucede es que para hacerlo deben recurrir a esas «disquisiciones inefables» que un editorial de ABC atribuye a Patxi López en su explicación de la finalidad de la cita con los batasunos, «el apostolado democrático con Otegi y compañía, pero aceptando que la izquierda proetarra estará en la negociación de un nuevo marco político para el País Vasco». Es decir, deben minimizar -a menudo, más allá de lo que un intelecto medianamente despejado puede aceptar- las enormes concesiones políticas ya hechas a ETA-Batasuna... y las por venir.
En su propio editorial, El País se indigna: «Es comprensible que un encuentro público entre las cúpulas del PSE y de un grupo situado al margen de la ley sea objeto de controversia. (...) Sin embargo, el derecho a discrepar de ese gesto, o a valorarlo como una concesión, no debe conducir a la infamia de dudar de la intención con que se hizo, ni, aún menos, convertirlo en una suerte de increíble rendición a ETA». Claro que el editorialista pasa por alto los gritos desgarradores -«¡traidores!»- de la madre de Joseba Pagazaurtundua y tampoco exige a los socialistas que desmientan a Otegi cuando éste asevera que llevaban cuatro años negociando en secreto. ¡Toma ya lealtad a la política antiterrorista del anterior Gobierno! Ahora, naturalmente, el poder y sus voceros dicen que Rajoy se sitúa fuera del sistema al negar representatividad a Zapatero por ceder ante ETA. (Todos ellos, por cierto, se la negaban sin azoro -y en la calle- a Aznar para mandar tropas a Irak...).
Dentro de las contribuciones inefablemente bizantinas al discurso progubernamental, merece mención aparte la del escritor vasco Luis Daniel Izpizua, habitual comentarista de El País: efectivamente, escribe, las víctimas de ETA murieron por nada, porque ellas no estaban en ninguna guerra con nadie y sólo los etarras asesinos buscaban un rédito político, el de que la democracia se rindiese. Y ese perverso alocado de Aznar es el único que, al decir ahora que murieron por nada, se suma a la maléfica teoría de ETA. Es como para enmarcarlo... Vamos a ver: desde el punto de vista de la democracia, esas muertes habrán servido de algo por el mero hecho de que ETA fracase en el fin político que buscaba perpetrándolas. Un servicio negativo, si se quiere, pero no menos determinante. Ceder en algo a los planteamientos políticos de ETA sí que convertiría esas muertes en una macabra broma: sería como haber cedido en 1959, en 1968 o en 1975, y eso nos habría ahorrado cientos de víctimas, señor Izpizua.
«Ayer, Batasuna marcó las reglas de un proceso que nunca debió comenzar así», decía en su editorial ABC, sin duda no el medio más virulento contra el Gobierno...
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Lo que sucede es que para hacerlo deben recurrir a esas «disquisiciones inefables» que un editorial de ABC atribuye a Patxi López en su explicación de la finalidad de la cita con los batasunos, «el apostolado democrático con Otegi y compañía, pero aceptando que la izquierda proetarra estará en la negociación de un nuevo marco político para el País Vasco». Es decir, deben minimizar -a menudo, más allá de lo que un intelecto medianamente despejado puede aceptar- las enormes concesiones políticas ya hechas a ETA-Batasuna... y las por venir.
En su propio editorial, El País se indigna: «Es comprensible que un encuentro público entre las cúpulas del PSE y de un grupo situado al margen de la ley sea objeto de controversia. (...) Sin embargo, el derecho a discrepar de ese gesto, o a valorarlo como una concesión, no debe conducir a la infamia de dudar de la intención con que se hizo, ni, aún menos, convertirlo en una suerte de increíble rendición a ETA». Claro que el editorialista pasa por alto los gritos desgarradores -«¡traidores!»- de la madre de Joseba Pagazaurtundua y tampoco exige a los socialistas que desmientan a Otegi cuando éste asevera que llevaban cuatro años negociando en secreto. ¡Toma ya lealtad a la política antiterrorista del anterior Gobierno! Ahora, naturalmente, el poder y sus voceros dicen que Rajoy se sitúa fuera del sistema al negar representatividad a Zapatero por ceder ante ETA. (Todos ellos, por cierto, se la negaban sin azoro -y en la calle- a Aznar para mandar tropas a Irak...).
Dentro de las contribuciones inefablemente bizantinas al discurso progubernamental, merece mención aparte la del escritor vasco Luis Daniel Izpizua, habitual comentarista de El País: efectivamente, escribe, las víctimas de ETA murieron por nada, porque ellas no estaban en ninguna guerra con nadie y sólo los etarras asesinos buscaban un rédito político, el de que la democracia se rindiese. Y ese perverso alocado de Aznar es el único que, al decir ahora que murieron por nada, se suma a la maléfica teoría de ETA. Es como para enmarcarlo... Vamos a ver: desde el punto de vista de la democracia, esas muertes habrán servido de algo por el mero hecho de que ETA fracase en el fin político que buscaba perpetrándolas. Un servicio negativo, si se quiere, pero no menos determinante. Ceder en algo a los planteamientos políticos de ETA sí que convertiría esas muertes en una macabra broma: sería como haber cedido en 1959, en 1968 o en 1975, y eso nos habría ahorrado cientos de víctimas, señor Izpizua.
«Ayer, Batasuna marcó las reglas de un proceso que nunca debió comenzar así», decía en su editorial ABC, sin duda no el medio más virulento contra el Gobierno...
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