«La gente empezó a gritar: '¡Un atentado, un atentado!'»

04-07-06



TRAGEDIA EN LA LINEA 1 / Los testimonios

«La gente empezó a gritar: '¡Un atentado, un atentado!'»


Las víctimas narran el desconcierto que siguió al accidente y cómo intentaron escapar de la trampa mortal en que se había convertido el túnel, a escasos metros de un apeadero

D. BORRAS / C. AIMEUR

VALENCIA.- «Tras el golpe miré a mi alrededor. Algunos pasajeros estaban heridos de gravedad y cerré los ojos. No me atrevía ni a ver lo que estaba pasando». Arturo Terol, de 65 años, acaba de superar una larga enfermedad. Se encontraba ayer en el tren accidentado de Valencia. A duras penas pudo salir, prácticamente intacto. Con un único deseo: «Sólo quiero irme a casa», comentaba a las puertas de la estación.
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El túnel de acceso del metro a la estación de Jesús era un escenario grotesco donde se encontraban dispersos miembros de algunas de las víctimas. «Los cuerpos han salido despedidos por las ventanas», narraba ayer un miembro de los Cuerpos de Seguridad. «Puedes imaginarte cómo han quedado», añadía.

Quienes descendieron después del accidente a la estación transmitían una sensación de desolación. «El vagón estaba tumbado en una curva, a unos 50 metros de la estación, donde otro tren permanecía a la espera», explicaba otro testigo, José S. «Al fondo, en la curva, dentro del túnel, se podía vislumbrar parte de los cuerpos de los fallecidos. Es un desastre. Como en las películas. Puedes imaginarte cómo ha sido. La gente, en los vagones, sin cinturones ni nada, cayendo, golpeándose con todo, hierro y cristales».

«Un desastre». Esas mismas palabras empleó el concejal de Seguridad Ciudadana, Miquel Domínguez, al salir de la estación. Circunspecto, negó la posibilidad de que fuese un atentado y aseguró que estaban trabajando en todas las direcciones, pero partiendo de que se trataba de un trágico accidente.

Todos los testimonios coinciden en un punto. El ruido, el intenso sonido del golpe que precedió a la tragedia. Así lo narraba Carmina, presente en la estación. «Los que estábamos en el andén empezamos a correr en cuanto oímos un gran ruido seguido de un intenso resplandor. Todos corríamos sin parar hacia las puertas y, aunque nadie sabía qué, estaba muy claro que algo grave había pasado.Nos han abierto los tornos y hemos salido de la estación sin mirar atrás».

Una amiga de una de las personas accidentadas tras el descarrilamiento del Metro de Valencia aseguró que su amiga le había llamado por teléfono para contarle que había oído una explosión y que en principio pensó que se trataba de un atentado. «Le pareció que se trataba de una bomba», explicó. «Además, me ha dicho que le temblaban mucho las piernas, que le iban a trasladar al hospital y que nunca pensó que se tratara de un descarrilamiento», agregó.

Otro superviviente aseguró en una emisora de radio que había oído «un ruido muy fuerte, como una explosión». «Todo el vagón se llenó de humo. La gente empezó a gritar: 'Un atentado, un atentado'. Una chica rompió el cristal y salimos por ahí», dijo.

Arturo Terol estaba en ese tren, y en su caso hubiera preferido no ver. «Tras el golpe miré al principio a mi alrededor. Algunos pasajeros estaban heridos de gravedad y cerré los ojos».

Su testimonio, como el del joven estudiante César Hernández, coincide. «El vagón comenzó a coger una velocidad excesiva, a moverse de lado a lado y a provocar chispas al contacto con los railes. Caí al suelo y noté cómo otras dos personas me cayeron encima. A la angustia de ver lo que ocurría a mi alrededor se sumaba la imposibilidad de moverme. Vi cómo varias personas intentaron romper los cristales a patadas, buscando una salida. Los rotos sólo empeoraban la situación, ya que daban acceso a un vagón cercano donde la situación era todavía más desagradable. Las puertas no se abrían y sólo podía esperar. Hasta que me ayudaron a salir, permanecí con los ojos cerrados», explicó.

Hernández, por su parte, arribó al metro casi por casualidad.«Venía de una revisión de un examen. Decidí hacer transbordo para así llegar antes. De repente, hubo un acelerón, pasó todo muy deprisa. Cogió más velocidad de lo normal, empezó a pegar bandazos de un lado a otro. Y lo siguiente ya fue un frenazo.Fueron unos segundos de nervios, de no pensar en nada», explicaba.

«Creo que yo fui el primero en salir junto con otro chico que me ayudó a romper la luna de la puerta a patadas. No había manera de abrirla. No había demasiada gente en el vagón, aunque todos los asientos iban ocupados, pero yo iba de pie y he podido llegar a la puerta sin problemas. Lo siguiente que he hecho ha sido llamar a mi padre. No he querido asistencia psicológica ni nada.Simplemente, quería ver a mi padre», dijo.

Dolores, una mujer de 70 años, intentaba recuperarse, aún aterrorizada tras el accidente, junto a la estación de Jesús. «Me duele todo el cuerpo al respirar, aunque me han dicho que no debo tener nada roto. Me he caído al suelo y me he levantado gracias a la ayuda de un chico. He pasado mucho miedo al ver que estaba allí sola, pero un chico me ha dejado su móvil y he podido llamar a mi hijo, que ha venido a recogerme. Para sacar a la gente del vagón, los bomberos han empezado a romper cristales. Había mucha gente por el suelo y un ruido que nunca olvidaré», añadió.

Muchos de los supervivientes no comenzaron a llegar a los centros hospitalarios hasta bien entrada la tarde. Algunos no habían sido conscientes de las heridas que les afectaban hasta que, tras pasar unas horas en sus domicilios, se habían recuperado del impacto emocional.

Hubo más de 40 heridos, decenas de ellos necesitaron hospitalización.Dos de los más graves son una niña de 11 años y una mujer de edad avanzada sin identificar. La menor se mantiene estable dentro de la gravedad, pero se teme por la vida de la anciana, que sufre un severo traumatismo craneoencefálico con pérdida de masa encefálica, informan M. Marco y R. López.

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