EL ACOSO AL PP Y EL RETROCESO DE LA DEMOCRACIA EN CATALUÑA

14-06-06



Editorial

EL ACOSO AL PP Y EL RETROCESO DE LA DEMOCRACIA EN CATALUÑA


Si no hubiera sido por el fuerte dispositivo de seguridad, ayer se hubiera repetido en Mataró la escena de la víspera en Granollers. Aun así, unos 50 individuos insultaron e increparon a Angel Acebes cuando salía del hotel donde tuvo lugar el mitin. Tiene razón el secretario general del PP en que somos «la única Nación de Europa donde se agrede a la oposición con la complacencia de los gobernantes». Una situación parecida a la que se vive en España -donde los dirigentes, militantes y votantes de un partido político son sistemáticamente insultados e incluso agredidos físicamente ante la mirada pasiva, cuando no cómplice, de quienes tienen la obligación de velar por por la seguridad y los derechos de todos- sería inimaginable en Francia o Alemania. En este sentido, nuestro país vuelve a ser la excepción, en el peor sentido del término.

La sucesión de declaraciones de dirigentes catalanes disculpando, justificando e incluso alentando la violencia ejercida contra Rajoy produce indignación y una enorme inquietud. Porque lo que está en juego es nada más y nada menos que la esencia de todo sistema democrático: el derecho a discrepar y la libertad de expresión.

El primero en agitar la llama de la intolerancia fue Montilla, quien justificó el abucheo a Rajoy en Hospitalet por el «clamor» de la sociedad catalana contra la «política miserable» del PP. Este comentario se une a su nefasta gestión como ministro de Industria y a su papel como muñidor del tripartito, y le descalifica como candidato a la Generalitat. Bien distinta, de hecho, ha sido la reacción de Maragall, uno de los pocos junto a De la Vega que han condenando sin matices las agresiones sufridas por el PP. El resto de los dirigentes catalanes sólo ha expresado una matizada condena como prólogo a una justificación. El secretario de Organización del PSC, Zaragoza, comparó el ataque a Rajoy protagonizado por 150 independentistas en Granollers con el comportamiento, a veces histriónico pero en ningún caso violento, del diputado Martínez-Pujalte. Y lo hizo en presencia de Rubalcaba, quien olvidó sus responsabilidades como ministro del Interior y también dedicó su mitin a atacar indiscriminadamente al PP. Artur Mas ha hablado de las «provocaciones» del PP. Y Duran ha dicho que la agresión sufrida por Rajoy es consecuencia de los «errores del PP» porque «quien siembra vientos...». Pero el que sin duda se lleva la palma es el diputado de ERC, Joan Tardà, que ha vuelto a demostrar su catadura política y moral al afirmar que al PP «le ha salido barato» y que «ha llegado la hora de que pare este aquelarre». Sus palabras suenan a una amenaza y exigen una rectificación inmediata.

Es evidente que socialistas y nacionalistas buscan movilizar a los electores en la recta final de un referéndum en el que será decisivo el nivel de participación. Pero su comportamiento no hace más que ahondar el abismo que separa a muchos ciudadanos de una clase política catalana que ha perdido la brújula moral. También enciende la luz de alarma respecto al retroceso democrático en Cataluña. La espiral de violencia y sus posteriores justificaciones demuestran que el nacionalismo, llevado a un extremo, se vuelve incompatible con la libertad. Y deja en evidencia la tremenda irresponsabilidad cometida primero por los firmantes del Pacto del Tinell y luego por el propio Zapatero al poner en marcha una estrategia deliberada de exclusión del PP

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