La rehabilitación de ETA

12-06-06



CRONICA DE LA SEMANA

La rehabilitación de ETA


CASIMIRO GARCIA-ABADILLO

La manifestación convocada por las víctimas del terrorismo, que movilizó a cientos de miles de ciudadanos el sábado 10 de junio en Madrid, tenía como leit motiv dos argumentos contra el Gobierno: la demanda de la verdad sobre lo ocurrido el 11-M y la negativa a respaldar el proceso negociador con ETA.

Desde el PSOE se argumenta que sólo en una mente calenturienta como la de José Alcaraz, presidente de la AVT, o en las proclamas incendiarias que hace Federico Jiménez Losantos desde la Cope, se pueden mezclar esos dos asuntos.

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Pero, en realidad, la política en España ha quedado trágicamente marcada por la masacre de los trenes. Y la estrategia seguida por el Gobierno, desde que el PSOE ganó contra pronóstico las elecciones, no ha hecho sino aumentar las sospechas de millones de personas que, honesta e independientemente de lo que voten, siguen creyendo que algo esencial para que un Estado de Derecho sea considerado como tal es que los gobernantes no mientan a los ciudadanos. ¿Recuerdan lo que dijo el ahora ministro Rubalcaba en la noche del 13 de marzo de 2004?

Mientras que este periódico y otros escasos medios han ido poniendo sobre la mesa indicios de una posible relación de ETA con el atentado del 11-M, el Gobierno se ha limitado hasta ahora a ignorar o a menospreciar esas pistas, como si la sola duda empañara su éxito electoral o justificara la errónea gestión de Aznar entre el 11 y el 14 de Marzo.

A estas alturas nadie pone ya en cuestión que el 11-M fue un atentado político que tenía como fin la derrota del Gobierno del PP. Si eso es así, sólo existen dos posibilidades: o estuvo organizado por Al Qaeda, o fue auspiciado por ETA.

A medida que ha ido pasando el tiempo, la tesis de Al Qaeda ha ido perdiendo fuerza. En realidad, el 11-M tiene poco que ver con el modus operandi de Al Qaeda. Para empezar, los terroristas no se inmolaron, como hicieron en Nueva York y en Londres. En ninguno de los atentados previos de carácter islamista se quiso, como en el atentado de Madrid, cambiar al Gobierno de turno. La explicación de que se provocó una masacre para que Zapatero retirase las tropas de Irak es tan insostenible, que, de hecho, los terroristas quisieron seguir matando después del 11-M (bien es verdad que de forma mucho más chapucera) porque el presidente español ¡no retiró las tropas de Afganistán!

El propio Ministerio del Interior, en su respuesta a las preguntas realizadas por el PP en el Congreso, afirma que «la vinculación con Al Qaeda deberá acreditarse en el proceso judicial».

La imposibilidad de encontrar pruebas (después de 26 meses de investigación) que acrediten un nexo entre los implicados en el atentado de Madrid y la red Al Qaeda, ha llevado al instructor Del Olmo a elaborar una subteoría, según la cual, el 11-M fue obra de una «célula islamista local» inspirada en Bin Laden.

Admitamos que esa explicación (un grupo de radicales y delincuentes relacionados con el tráfico de drogas decide organizar una matanza para derribar un Gobierno), resulta cuando menos tan sostenible como la que apunta a una posible colaboración de ETA.

Las escasas referencias que ha hecho la organización terrorista al 11-M no hacen sino confirmar su simpatía hacia el mismo.

El dirigente histórico de HB José María Olarra Agiriano escribió en Gara (16-5-05) que el «11 de Marzo cambió el guión establecido» para el futuro del País Vasco. En el Comunicado de ETA a la Comunidad Internacional (24-11-2005), puede leerse: «Los principales poderes del Estado español no han superado la crisis abierta con las acciones armadas del 11-M de 2004 y la mayoría de los partidos políticos y medios de comunicación españoles sufren las consecuencias de las contradicciones generadas por este hecho. En medio de esta crisis, destaca el debate en torno al modelo territorial del Estado español».

Es ETA la que liga esa ¡«acción armada»! con la crisis política que ha llevado a una redefinición del modelo de Estado.

La alergia que provoca en el Gobierno cualquier mención a la existencia de vínculos entre ETA y el atentado de Madrid no tiene ahora tanto que ver con el posible cuestionamiento de la legitimidad de su victoria electoral, sino con el peligro que supondría para el bautizado como proceso de paz la confirmación de esa tesis. ¿Aceptarían los españoles -incuso los votantes del PSOE- que el Gobierno se sentara en una mesa con los que ayudaron a perpetrar tan sanguinaria fechoría? Por eso, todo lo que huela a ETA debe ser apartado quirúrgicamente del 11-M, para que los «interlocutores válidos», en proceso de rehabilitación, no queden contaminados por ese monstruoso atentado.

Contrariamente a lo que sucedió tras la tregua de 1998, el acercamiento a ETA se produce no para cerciorarse de su voluntad de abandonar las armas, sino en virtud de la aceptación de las condiciones impuestas por los terroristas para que su tregua no se rompa.

Muchas son las diferencias entre el diálogo que entonces pilotó Aznar y el que ahora dirige Zapatero. Pero hay una fundamental. Aquél se puso en marcha sobre la sólida base de un entendimiento profundo entre el PP y el PSOE, que compartían plenamente la política antiterrorista. Hasta tal punto, que el PP vasco y el PSN llegaron a conformar una llamada alternativa democrática o constitucional frente al nacionalismo. Equivocada o no, ésa era la estrategia. Ni el Gobierno, ni los socialistas pretendieron réditos políticos de la lucha contra ETA.

Pero ahora, ese cimentado consenso ha quedado roto. Lo que ocurrió el 11-M y lo que está ocurriendo con su sesgada investigación policial y judicial tiene bastante que ver con ello.

Mucha gente votó el 14 de Marzo al PSOE porque pensó que la retirada de tropas de Irak actuaría como un paraguas protector frente al terrorismo islamista. Evidentemente, no fue así. Y, de hecho, el peligro de que se produzcan nuevos atentados sigue siendo elevado.

Esa misma táctica de apaciguamiento es la que se está utilizando con ETA.

Mientras que la alianza del PP y el PSOE dio como resultado el Pacto Antiterrorista y, como consecuencia de él, la ilegalización de Batasuna, la nueva estrategia del Gobierno ha suplantado el objetivo básico de aquella política (la derrota de los terroristas) por el llamado proceso de paz.

Lo que en su día se contempló como medidas de gracia del Estado de Derecho frente a una organización terrorista en fase terminal (es decir, la utilización de la política penitenciaria como una herramienta aceleradora de la derrota), ahora se convierte en una especie de dout dest. Es decir, como un justo intercambio de cesiones entre dos bandos. La paz tiene así una contraprestación no sólo penitenciaria, sino política: la autodeterminación.

Clemanceau dijo, refiriéndose a la política de concesiones, que «no hay mejor medio para animar al adversario a que nos exija cada vez más».

Zapatero ha comprometido tanto su futuro al éxito del proceso de paz, que hará todo lo posible para que nada lo dificulte. Por eso, cualquier dato que apunte a la implicación de ETA en el 11-M será despachado con displicencia y atribuido al delirio de un grupo de aventados.

casimiro.g.abadillo@el-mundo.es

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