Las víctimas y la «derecha extrema»

04-10-06



Las víctimas y la «derecha extrema»


CAYETANO GONZALEZ

A la misma hora en que, el pasado domingo, decenas de miles de personas volvían a arropar, por las calles de Sevilla, a las víctimas del terrorismo para pedirle al presidente del Gobierno que no negocie con ETA, Zapatero aprovechaba un acto de su partido en la localidad madrileña de Alcorcón para seguir con su particular cruzada de intentar presentar al principal partido de la oposición como una formación política que se está deslizando peligrosamente hacia posiciones de extrema derecha.

El contraste es tan fuerte que no necesita demasiados comentarios. Sabiendo lo que estaba sucediendo en Sevilla, el presidente del Gobierno podía haber hecho un comentario, por mínimo que fuera, que tranquilizara a las víctimas. Si no lo hizo fue, fundamentalmente, por dos motivos: carece de la mínima sensibilidad para escuchar y tener en cuenta a quienes más han sufrido la lacra terrorista. Y en segundo lugar, no puede decirles nada que les tranquilice, porque lo que está haciendo, o dejando de hacer, el presidente en el mal llamado proceso de paz es todo menos tranquilizador.
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Sin embargo, como sí se encuentra cómodo Zapatero es repartiendo estopa al PP. Se puede entender que, dentro del juego político, el presidente del Gobierno y secretario general del PSOE critique al principal partido de la oposición, es decir, el otro gran partido de ámbito nacional que puede gobernar en España. Pero cuando para descalificar al adversario político se emplean argumentos de tan baja estofa, quien lo hace demuestra estar dispuesto a todo, sin ponerse ningún tipo de límite.

Una de las obsesiones de Zapatero desde que llegó a La Moncloa ha sido aislar al PP. Para ello no ha querido pactar con este partido ninguna de las cuestiones consideradas de Estado y ha preferido hacerlo con sus socios nacionalistas. De esta forma, el PP podía ser presentado ante la opinión pública como un partido que es incapaz de pactar con nadie, de llegar a acuerdos con nadie, que sólo sabe decir que no a todo. Esa estrategia, bien apoyada por el potente coro mediático que controla el Gobierno, puede dar sus resultados, pero supone una enorme irresponsabilidad por parte de quien la impulsa y apadrina. No cabe duda de que los dirigentes del PP han cometido errores desde que los españoles, el 14 de marzo de 2004, les mandaron a la oposición. Pero nada comparable a esa diabólica intención de aislar a un partido que ha estado en el Gobierno hasta hace muy poco tiempo, que representa a 10 millones de españoles y que es la alternativa democrática a quien hoy gobierna.

Hacen bien los dirigentes del PP en no entrar a este trapo tan burdo que les tiende el presidente del Gobierno. Hay demasiadas cuestiones importantes como para distraerse o distraer la atención de la opinión pública. Desde los cada vez más agujeros negros en torno al atentado del 11-M, pasando por la inmigración y la política exterior, hasta la marcha del mal llamado proceso de paz con las continuas bofetadas que, a cuento del mismo, está recibiendo el Estado de Derecho en el País Vasco, de la mano de ETA-Batasuna y con el consentimiento del Gobierno.

El presidente del Ejecutivo no quiso hablar de ninguna de estas cuestiones el pasado domingo, lo cual ya es un claro síntoma de que algo le va mal. Prefirió descalificar al principal partido de la oposición y situarle en posiciones de «derecha extrema». Mientras tanto, muchos españoles estaban en Sevilla con las víctimas del terrorismo. Y lo seguirán estando: la próxima cita, el 25 de octubre en Estrasburgo, para que su voz sea escuchada a las puertas de ese Parlamento Europeo donde Zapatero ha decidido, en otra clara concesión a ETA-Batasuna, llevar el debate para «internacionalizar el conflicto».

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