Un sol de justicia

02-10-06



ALTO EL FUEGO / La manifestación de la AVT

Un sol de justicia


JOSÉ ANTONIO GOMEZ MARIN

Fueron 40.000 gargantas, según la Delegación del Gobierno, las que ayer gritaron hasta enronquecer, a la verita del Guadalquivir y ajenas a la amenaza del medidor de decibelios con que trató de ahogarles el grito la autoridad gubernativa, un eslogan que acabó eclipsando bajo la canícula a cuántos trataban de adueñarse de la protesta: «¡Embustero, Zapatero!».
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Un espectáculo tenso, apretado en el corto recorrido asignado, que se dio cita a la sombra del palacio de los Montpensier, el mismo en el que una grúa gigantesca recordaba que Manuel Chaves -el gran ausente de ayer- anda haciéndose construir en su recinto protegido un aristocrático apartamento.

Banderas españolas, ikurriñas, fotos de caídos, carteles con consignas que rechazaban con énfasis el empecinado proceso de paz bajo un sol de justicia, unánimes pitadas al helicóptero de la Policía que provocativamente describía sobre la emocionada parroquia los círculos que tal vez no describe sobre las demostraciones de los proetarras.

«¡Embustero, Zapatero!», una y 1.000 veces, durante los 48 minutos que tardó el gentío en desfilar con los ojos enramados y el corazón en un puño.

Y «Queremos saber», ése era el otro lema, el leiv motiv insistente que se repartía los vigilados decibelios con el «En mi nombre, NO», nada de rendiciones, ni siquiera de diálogos.

El clímax se alcanzó cuando alguien echó de menos la presencia en la calle de unas autoridades que han hecho lo que faltaba para convertir el memorial por las víctimas -alguien recordaba en una pancarta que la ETA ha matado a 500 andaluces- en un acto de partido. Y en el minuto de silencio que la multitud interrumpió antes de cumplirse en una cerrada ovación saludada por una brisa ligera que vino a aliviar la inclemencia del solano.

«Con España no se negocia», se desahogaban muchos. «¿Cuántos decibelios utiliza ETA?», se preguntaban otros, recordando la bizarra condición impuesta por el delegado del Gobierno de contener el tono de la protesta.

Hasta el viejo lema de la década de los 60 -España, unida, jamás será vencida- llegó a escucharse adecuado a la ocasión. Pero enseguida volvía, reiterativo, el «Embustero, Zapatero», que parecía compensar ingenuamente la impotencia de un pueblo pocas veces tan dividido como esta mañana en que la voz de Teresa Jiménez Becerril sirvió de bálsamo y acicate a un tiempo, recordando a los muertos y emplazando a los vivos; o cuando Gotzone Mora pidió apoyo -«No estáis solos», le contestaban a coro, incluso los que huían ya del calor- para la «resistencia activa» que trata de mantener el tipo frente a unos y otros en el País Vasco.

Pero la oratoria no pudo competir por más tiempo con el demonio del Meridión, y la gente desfilaba de vuelta, arracimada, cuando todavía largaba su mitin ese presidente de las víctimas que quizá ha contribuido más que nadie -el tiempo dirá con qué consecuencias- a demediar la causa de todos, tal y como se propuso hace tiempo, y sigue procurando sin desmayo, el Gobierno que negocia con ETA a cencerros tapados y olvidado de las víctimas.

«¡Embustero, Zapatero!». Desde la tapia enjoyada de buganvillas de San Telmo, al arruinado Costurero de la Reina, no hubo en esa hora tensa consigna capaz de competir con un hallazgo espontáneo que ponía de acuerdo una y otra vez a las 40.000 gargantas congregadas.

Si la derecha aprendiera a manejar la calle otro gallo le cantara, qué duda cabe. Ayer por la mañana esa idea debió cruzársele por la cabeza a más de uno.

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